La 71 edición de la Muestra Internacional de Cine da inicio hoy con Nudo mixteco (2021), primer largometraje de ficción de la realizadora y actriz mexicana, de origen mixteco, Ángeles Cruz. El punto de partida de este trabajo ambicioso se encuentra en algunos de sus cortometrajes previos, La tiricia o cómo curar la tristeza (2012) y La carta (2014), pero sobre todo en la primera idea de elaborar tres monólogos femeninos situados en un pueblo de la sierra mixteca.
La decisión final de entrelazar las tres tramas que abordan temas como la homofobia en un medio rural, la afirmación de una voluntad femenina de cara a una exigencia patriarcal, aprovechando (y no padeciendo) los usos y costumbres locales, así como la denuncia y reparación de un abuso sexual, confirió a la película una mayor riqueza dramática y al mismo tiempo hizo intervenir en los relatos, de modo directo, a una comunidad indígena organizada.
La originalidad de Nudo mixteco no reside tanto en los sinuosos entramados de su estructura narrativa, sino en la manera de dar visibilidad y relevancia a un protagonismo indígena femenino muy alejado de los clichés culturales que en el cine nacional suelen mantenerlo en el martirologio o el victimismo, o como una figura sujeta a las dudosas virtudes de lo pintoresco.
Las protagonistas de este relato coral son María (Sonia Cuouh), una joven que regresa al pueblo oaxaqueño de San Mateo para asistir al funeral de su madre, sólo para toparse con la intransigencia y desprecio de su padre, quien le reprocha ser responsable de la muerte de su esposa por su preferencia sexual heterodoxa. Por su parte, Chabela (Aída López), una mujer de semblante duro, asiste imperturbable al regreso de su esposo emigrante Esteban (Noé Hernández), quien pretende reclamar sus derechos de paterfamilas luego de largos años de abandono del hogar. Finalmente está el retorno al pueblo de Toña (Myriam Bravo), otra hija pródiga, quien se ha fijado el propósito de rescatar a su hija pequeña de los reiterados abusos sexuales de que es víctima, y que ella misma padeció anteriormente.
Lo interesante en estas tres historias es la manera en la que la directora consigue dar voz a toda una comunidad indígena haciéndola partícipe directa en dramas que por lo general se desarrollarían en un ámbito estrictamente privado. En obediencia a tradiciones locales de autogestión, vemos el caso de una asamblea comunitaria convertida en tribunal popular de justicia, donde por votación a mano alzada se decide si una mujer tiene o no el derecho de rehacer su vida lejos del marido que ha obrado incorrectamente, pudiendo así resarcir un agravio que, en otras circunstancias, suele ser ignorado o silenciado.
Romper un ominoso pacto de silencio en el orden patriarcal, es sólo una de las irreverencias que presenta este primer trabajo en largo de Ángeles Cruz. Un retrato vigoroso de tres mujeres indígenas dueñas al fin de una voz muy propia. Estupendo arranque de la muestra.
Se exhibe en la Cineteca Nacional. 12:30 y 17:30 horas.