Prometía Carlos Salinas de Gortari que con él en Los Pinos y en marcha el modelo neoliberal, los mexicanos velozmente ingresarían al primer mundo y –como dijo alguno de sus relevos en la residencia oficial– en un abrir y cerrar de ojos alcanzarían niveles de bienestar tipo Noruega. Claro, para lograrlo, era necesario privatizar todo, de la A a la Z, y qué mejor que los beneficiarios de ese paraíso prometido fueran los integrantes del grupo compacto de oligarcas que lo llevaron al poder –al igual que a sus sucedáneos– y a rajatabla mantuvieron el modelito a lo largo de casi cuatro décadas.
¿Resultados? Un país saqueado, pobreza galopante, desarrollo prófugo, pérdida acelerada y permanente de soberanía, economía que a duras penas crecía –en promedio– alrededor de 2 por ciento anual, desempleo, informalidad, salarios ínfimos, brutal pérdida del poder adquisitivo, niveles de bienestar similares a los africanos y, desde luego, el paraíso, pero sólo para el grupo compacto que de todas, ganó todas, mientras el resto de la población (como en las películas de Chaplin) veía el festín de los selectos desde la calle.
Así impusieron, armaron y operaron el modelo económico neoliberal que tanto cacarearon, bajo la consigna pirata de “al abordaje”. Casi cuatro décadas a lo largo de las cuales unos pocos acapararon todo (y los demás perdieron todo) sin que prácticamente rincón alguno de la política y la economía quedara fuera de su control y beneficio.
El primer resultado paradisiaco de ese modelo económico se documentó en 1994 (con datos de un año antes): la revista especializada Forbes dio cuenta de las fortunas de ensueño acumuladas por 24 oligarcas (0.00003 por ciento de la población total de ese año): cerca de 42 mil millones de dólares, algo así como 8 por ciento del producto interno bruto (PIB)de entonces para ellos solitos. Para entonces, buena parte de los bienes nacionales ya habían quedado en su manos.
El paraíso funcionaba maravillosamente. La información inmediata anterior (1991) de la propia revista Forbes daba cuenta de que sólo dos oligarcas mexicanos (Carlos Slim y Emilio Azcárraga Milmo) aparecían relacionados entre los ricos más ricos del planeta, con fortunas de mil 600 y 3 mil 200 millones de billetes verdes, respectivamente. Apenas tres años después, este par reportó 6 mil 600 y 5 mil 400 millones, en cada caso, con incrementos en sus haberes de 412.5 y 68.7 por ciento.
Y de ahí p’al real, porque en 2022 (con información de 2021) Forbes documenta: “la fortuna de 15 multimillonarios mexicanos (0.00001 por ciento del total de la población del país) alcanzó este año una cifra récord de 160 mil 900 millones de dólares. Esta cantidad –para efectos comparativos– supera en 43 por ciento el saldo de la deuda externa del gobierno federal, de 112 mil millones de dólares. También equivale a 11.7 por ciento del producto interno bruto del país. Hace un año figuraron 13 empresarios nacionales, con una riqueza de 136 mil 300 millones de dólares, mientras en 2020 sumaban 101 mil 400 millones” ( La Jornada).
En el detalle, esa información revela que entre los más acaudalados del mundo aparece Carlos Slim Helú, con una fortuna de 81 mil 200 millones de dólares, prácticamente 30 mil millones más que al inicio de la pandemia. En segundo lugar está el tóxico Germán Larrea, dueño de Grupo México, con 30 mil 800 millones, 20 mil más que hace dos años. Y en tercera posición, Ricardo Salinas Pliego, con 12 mil 400 millones, 700 millones más que en 2020. Entonces, como bien apunta la Rayuela jornalera de ayer, “¡ah, maldita pandemia! Mató a muchos, pero sólo hizo archimillonarios a unos cuantos” (que de por sí lo eran).
Las fortunas de esos tres barones están asociadas íntimamente con las privatizaciones del régimen neoliberal, y en el balance se documenta que en casi 30 años (1991-2022) los haberes de Slim (sólo los documentados por Forbes) se incrementaron 5 mil 75 por ciento; los de Larrea (1994-2022) 2 mil 800 por ciento y los de Salinas Pliego (quien pidió “prestado” a Raúl Salinas de Gortari para comprar Imevisión) mil 33 por ciento.
He allí el tétrico balance de aquel México que a la velocidad de la luz ingresaría al primer mundo: cerca de 12 por ciento del PIB en manos de apenas 15 oligarcas (que no son rusos), aunque de esa descomunal proporción poco más de la mitad la acapara Slim.
Las rebanadas del pastel
Entonces, ¿así, o más paraíso primermundista?