Las obras completas de Menno Simons (disponibles en holandés, alemán e inglés) tienen una extensión de casi mil 100 páginas, y de formato grande, en su versión inglesa. El cuerpo de escritos traducidos al español de Menno Simons es magro. La deficiencia aminoró hace algunos años al publicarse en español Un fundamento de fe, obra central en los escritos de Menno.
Ahora contamos con más o menos 15 por ciento en español de la obra total escrita por Menno Simons, si sumamos Un fundamento de fe y otros escritos traducidos que se encuentran dispersos en distintas fuentes, entre ellas la compilación de John H. Yoder, Textos escogidos de la Reforma radical (Biblioteca Menno, 2016). Menno debió escribir bajo persecución, tanto de autoridades católicas como protestantes, ya que ambas lo consideraban peligroso para la respectiva simbiosis Iglesia oficial/Estado que dominaba geográfica, política y religiosamente en determinado territorio.
En condiciones sumamente adversas, Simons no solamente escribió para enseñar y animar a los anabautistas (quienes practicaban sólo el bautismo de creyentes conscientes), sino también lo hizo con el fin de defenderse de sus críticos. En su Respuesta a Gellius Faber (sacerdote católico convertido al protestantismo) de 1554, Menno hizo un contraste entre las condiciones en que desarrollaba su labor aquél como pastor luterano y él bajo constante persecución. Ante el hecho de que Faber solamente ejercía su ministerio en territorios en que tenía protección de las autoridades seculares, Simons le pregunta: “¿Dónde está tu amor y compasión para tus compatriotas? ¿Por qué no predicas en territorios católicos? ¿Por qué no confrontas el edicto imperial, la tiranía y la persecución?”
Simons describe a Faber cuáles condiciones contrastantes de los pastores y teólogos de las iglesias territoriales ha tenido que padecer para pastorear clandestinamente en las comunidades anabautistas: “Yo, con mi débil esposa e hijos, hemos sufrido por 18 años ansiedad, opresión, aflicción, miseria y persecución. Con peligro de mi vida he sido obligado a arrastrar en todas partes una existencia de temor. Sí, cuando los predicadores reposan en cómodas camas y sobre mullidas almohadas, nosotros generalmente tenemos que ocultarnos en lugares apartados. Cuando ellos en bodas y en banquetes bautismales andan de parranda con gaitas, trompetas y laúdes, nosotros tenemos que estar en guardia cada vez que ladra un perro temiendo que pueda haber llegado el funcionario que viene a arrestarnos. Cuando ellos son saludados por todos como doctores, señores y maestros, nosotros tenemos que oír que los anabautistas somos predicadores ilegítimos, engañadores y herejes, y somos saludados en el nombre del diablo. Resumiendo: mientras ellos son gloriosamente recompensados por sus servicios con cuantiosos ingresos y buena vida, nuestra recompensa y porción tiene que ser fuego, espada y muerte”.
En 1539, tres años después de haber abandonado el catolicismo romano, Simons dejó constancia de por qué se daba tiempo para poner en papel sus pensamientos, lo hizo en Por qué no dejo de enseñar y escribir. Estaba cierto del costo a pagar: “Soy muy consciente, muy amados lectores, de que nosotros, debido a nuestra enseñanza y escritura, somos maldecidos, aborrecidos, odiados, vilipendiados, perseguidos y condenados a muerte con entusiasmo por innumerables personas de alto y bajo estado. Los leones rugientes rechinan los dientes ante nosotros”.
Los integrantes de las comunidades que reconocían el liderazgo pastoral de Menno Simons fueron llamados por primera vez mennisten, de donde se deriva menonitas, en un documento oficial de 1545 signado por la condesa de tendencia protestante Ana de Oldenburg. En la redacción del escrito contribuyó el teólogo Juan Laski (o Lasco), quien mantuvo debates semipúblicos con Menno, del 28 al 31 de enero de 1544, en Emden, capital de Frisia Oriental.
Menno escribió desde el asedio y en la diáspora. La suya fue una escritura del éxodo. Uno de los énfasis centrales de Menno Simons era dilucidar para las comunidades anabautistas en qué consistía la misión cristiana. Para él la misión cristiana debía hacerse al estilo de Jesús. Entonces, necesariamente, la misión tendría que ser integral. Para Simons la comunidad de creyentes debía ser contrastante en sus valores y conducta con los del “mundo”, es decir, la sociedad que nominalmente era cristiana pero que, para él, estaba permeada por ideas y prácticas alejadas del Evangelio de Cristo.
Las redes clandestinas de creyentes lo protegieron de la pena de muerte que pesaba sobre él por rechazar el bautismo de infantes y negar autoridad a los gobernantes para decidir acerca de cuestiones de fe. Con salud deteriorada por causa de años de vivir bajo persecución, murió el 31 de octubre de 1561, en el pequeño poblado de Wüstenfelde, en la región de Holstein, Alemania.