A menos de una semana para que se ponga en práctica la ley de revocación de mandato, quienes se oponen al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador no encuentran un argumento fuerte y convincente para desacreditar no a la medida, sino al propio Presidente.
Ellos saben que todas las encuestas, las malas y las peores, ponen a López Obrador por encima del 50 por ciento de aprobación, y que el ejercicio que se efectuará el domingo que viene confirmará que a los mexicanos les parece, de bien para arriba, el gobierno actual.
Pero eso no es lo que se pelea. Lo que no les parece bien es que se exhiba, con números, su propio fracaso, por que es bien sabido que durante los tres años y más que lleva esta administración no hay día en el que no hayan atacado alguna de las medidas de la transformación.
Y lo terrible es que esa misma oposición no ofrezca ninguna alternativa frente a la 4T, más allá del odio o la destrucción con que inyectan sus relatos para la televisión, la radio o cualquier otro medio que usen para su ofensiva.
Y es tanto ese odio, incluso de ciertos sectores de la izquierda, que en su momento fueron show y nunca una alternativa a seguir, y que ahora gritan desde la derecha su propio fracaso, que no alcanzan a proponer nada, y sólo claman por la destrucción de todo.
No hay plan ni proyecto por ofrecer porque están ocupados en la destrucción política del personaje, como dicen las reglas del neoliberalismo, siguiendo aquello de “destruye al hombre y la idea cae sola”, y en eso va su fracaso.
Por eso, para López Obrador es tan importante sentar las bases de una forma de gobierno tangible. Leyes, obras, acciones, eso que no se tuvo en los sexenios anteriores. Es muy simple hacer las cuentas. ¿Cuántas obras a favor de la gente hicieron Fox, Calderón o Peña Nieto?
Y eso es lo que está en juego el próximo domingo. La marca de un gobierno hecha ley a favor de las mayorías. Contra eso no se reniega porque no hay plan alternativo. No a la revocación de mandato, pero nada hay que permita a la población enmendar el error de una elección engañosa que no sea la forma que se pondrá en marcha al final de la semana.
Entonces, el ataque va en contra del hombre, no de la idea. No soportan a López Obrador y sus ideas, porque todas las que ellos pusieron en marcha han fracasado, y ese fracaso seguramente quedará marcado el día 10 de este mes, cuando una votación mayoritaria apruebe la medida hoy tan atacada. Hoy más que nunca votar es el renacimiento de la ciudadanía y sus derechos. No hay que desaprovechar la oportunidad.
De pasadita
Ahora resulta que pondrán en el Zócalo una reproducción de la Capilla Sixtina que más allá de todo su significado artístico es sin duda la pieza de una propaganda religiosa, y pese a todo, este país sigue siendo laico.
Ya en el 2016 a un lado del Monumento a la Revolución y con la presencia de muy renombrados hombres del catolicismo, y del entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, se montó tal cosa. El montaje estuvo a cargo de Gabriel Berumen, hombre dedicado a la organización de eventos masivos, que llevó la misma réplica a la ciudad de Puebla donde tuvo, según reportes, una serie de problemas graves.
En aquel no tan lejano 2016, las autoridades decidieron que en el Zócalo no se debería instalar la copia y se fueron, como dijimos, al Monumento a la Revolución, pero ahora con un gobierno definido a la izquierda, más claramente que el pasado, la copia de la Capilla Sixtina invadirá el Zócalo, el corazón de México.
De seguir así muy pronto se declarará al santo oficio algo artístico que mostrar, también en el Zócalo, ¿por qué no? Y luego, para que nadie se sienta discriminado, una buena expo de la obra de los Legionarios de Cristo. ¿Cómo ven? Felicidades.