La política exterior de Estados Unidos de principios del siglo XX, llamada del gran garrote ( Big Stick), no ha desaparecido ni sufrido cambios. En la actualidad, la política exterior de este país multiinvasor cuenta con métodos nada diplomáticos, con los resultados de siempre: invasiones, sometimiento económico, contratos ventajosos de comprade recursos naturales, organización de guerras y la aparente defensa de causas por la democracia y libertad.
Han pasado más de 120 años desde que el presidente Theodore Roosevelt adoptó la consigna originada en África occidental, para negociar “habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos”. El principio rector de su relación con las naciones que signifiquen un beneficio para Estados Unidos, sería bajo esta política a partir de entonces.
La fórmula del gran garrote le ha funcionado por igual tanto a republicanos como a demócratas, hasta ahora. Pero la correlación de fuerzas y las circunstancias cambian y por eso, en nuestra opinión, el presidente Joe Biden tendrá que ser flexible y consciente con quien, hasta el momento, es la salida más segura: el gobierno y el petróleo de Venezuela.
Por supuesto, en el caso de que el mandatario bolivariano Nicolás Maduro acepte la propuesta de Biden y, por otra parte, si las exigencias del presidente de Venezuela son aceptadas, la técnica del gran garrote empezará a formar parte de un pasado de oprobio. Por lo menos, eso esperamos por el bien de la colaboración entre los países americanos. Ya sea en las áreas científica, ambiental, política, relaciones comerciales, culturales y sociales, etcétera.
Incontables naciones, incluyendo México, han tenido que someterse, voluntariamente o no, a la retrasada política bélica estadunidense. El servilismo y complicidad de mandatarios de los sexenios priístas y panistas –hasta 2018– fortalecieron la política del garrote.
Los beneficios de la transformación del petróleo deben beneficiar a la población y no a las grandes compañías acaparadoras del hidrocarburo de ningún país.
Las relaciones comerciales entre Venezuela y Estados Unidos se han establecido básicamente en torno al petróleo. No olvidar que la instalación de las refinerías Citgo, filiales de Petróleos de Venezuela SA (PDVSA), en territorio estadunidense, atrajo ganancias para ambas naciones. No es necesario, amenazar de invasión y de ataques armados para justificar el acaparamiento o mejor dicho el robo de este recurso natural no renovable.
El conflicto generado por Estados Unidos, resultado de una vocación de pendencieros y de ambición especulativa por los recursos energéticos de otros, ha traído mayores conflictos de abastecimiento para el propio gobierno de Biden.
Ahora, bajo estas circunstancias, el gran garrote no va a funcionar o no del todo. El presidente demócrata necesita de toda su destreza diplomática profesional para garantizar que el gobierno bolivariano de Maduro haga abstracción de todos los atentados y agresiones políticas y comerciales que ha recibido de su parte. Para llegar a un acuerdo justo y equitativo entre ambos países, Biden tiene que suspender todos los bloqueos que ha impuesto a uno de sus principales abastecedores de petróleo: PDVSA.
Sería un gran paso para la soberanía de Venezuela y para la reivindicación de la diplomacia estadunidense, la eliminación de la extensión de la orden ejecutiva (número 13962), promovida desde marzo de 2015 por el entonces presidente Barack Obama y apoyada posteriormente por Donald Trump y ahora por Joe Biden. Dicha orden consistió en catalogar al gobierno de Maduro como amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Acusación absurda que buscaba entonces, y ahora también, tomar como pretexto la supuesta amenaza para llevar a cabo las criminales sanciones económicas y falsas acusaciones con la finalidad de desprestigiar la vía socialista de la nación venezolana. La violación a los derechos humanos de toda la población del país de Hugo Chávez no fue tomada en cuenta ni por Obama ni por Trump. Era lógico que, atendiendo a las promesas del candidato demócrata, la suspensión de la orden ejecutiva, se suspendería. Es con estas acciones cuando nos damos cuenta que la política del gran garrote, no obstante los grandes daños que ha ocasionado al mundo, sigue presente en los gobiernos de republicanos y demócratas.
Pese a las múltiples agresiones de Estados Unidos y gobiernos europeos cómplices “el pueblo de Venezuela reafirma su espíritu de lucha y resistencia y su firme e irrenunciable convicción de defender su soberanía”, así lo ha declarado Roosevelt y así lo cumplirá el pueblo bolivariano.