Cerremos la docena de notas que hemos compartido a propósito de la reforma energética en curso. Sin duda se abrirá de nuevo la discusión, el asunto exige decisiones que trascienden el corto plazo sexenal.
En un marco de amplia visión y larga duración. ¿Cómo lograrlo? ¿Un ejemplo? Con visión al año 2100 hay una interesante herramienta de simulación diseñada por técnicos del MIT (https://en-roads.climateinteractive.org/scenario.html?v=22.3.0). Identifica condiciones para lograr objetivos climáticos con cambios en energía, uso de la tierra, consumo, agricultura, industria, tecnología y otros. Se centra en efectos de cambios en PIB, eficiencia energética, innovación tecnológica y precios del carbono.
¿Qué efectos? Emisiones, temperatura global y otros más. Ofrece resultados de medidas de eficiencia, penetración eléctrica en transporte, en hogares, en servicios o de impulso a portafolios de fuentes renovables y limpias.
¿Otras bases? Inhibición de fósiles, deforestación o reforestación, impuestos al carbono, control de fugas de metano, desarrollos tecnológicos, por ejemplo. Ahí, y en otros casos, sobresalen amplia visión y larga duración integradas en principios que orientan el esfuerzo social.
¿Qué principios en nuestro caso? Algunos de los plasmados en los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución: 1) exclusividad de la nación en áreas estratégicas y, sin embargo, aliento al desenvolvimiento del sector privado para que contribuya al desarrollo económico nacional; 2) propiedad originaria de la nación de recursos naturales y su usufructo en términos de un aprovechamiento nacional de sus rentas en petróleo y electricidad y minería estratégica; 3) responsabilidad estatal en prestación integral del servicio público de electricidad; 4) consecuentemente, carácter estratégico de petróleo y electricidad, minerales radiactivos y litio.
¿Qué significa retomar hoy estos lineamientos constitucionales? ¡Que el Estado garantice la seguridad energética, merced al impulso de un justo e integral proceso de transición energética! Sí, proceso que obliga a diversos objetivos sustanciales: 1) seguridad energética en un marco de lucha contra la desigualdad económica y social; 2) descarbonización de nuestra matriz energética; 3) creciente eficiencia, en producción, transporte, consumo y utilización de energía, para abatir costos y emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); 4) creciente penetración de electricidad en usos finales de energía y procesos intensivos en GEI, antes, durante y después del consumo; 5) creciente participación de renovables y limpias, con justa ingeniería económica y de costos de integración; 6) impecable operación del despacho eléctrico; 7) honesta ingeniería económica que indique posibilidades y condiciones de costos decrecientes; 8) peso decreciente de factura energética en PIB y de gasto en energéticos en el gasto de familias y unidades productivas; 9) participación conjunta de lo público, lo privado y lo social; 10) creciente responsabilidad social. Entre otros.
Ideas compartidas en mesa universitaria de nuestra Facultad de Economía de la UNAM, en ocasión de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. (http://filmineria.unam.mx/feria/43fil/streamings-dia07.html) con nuestro director Eduardo Vega y nuestro compañero investigador Luis Miguel Galindo. Reconocimos que el gobierno ha tenido el mérito de pausar –gusta decir– la reflexión sobre el sector eléctrico necesario para México. Y advertimos el riesgo de fracasar si no se retoman la visión integral y perspectiva de largo aliento con amplia participación social. De veras.
NB ¡Se nos fue el compañero profesor de la UNAM Manuel Coello Castillo! ¡Abrazo a su familia!