Encuentra aquí el nuevo número completo de La Jornada Semanal.
El sufrimiento voluntario de Jesús en la cruz, en Sed, la más reciente novela de Amélie Nothomb (Kobe, Japón, 1967) es el asunto de esta entrevista. Sin duda controvertida, la novela presenta a Jesús como “un ser humano que un día decidió estar disponible para los demás, cosa que todos podríamos hacer pero sería invivible”.
Amélie Nothomb nació en Kobe, Japón, en 1967 (aunque recientemente se agregó un año, para honrar la costumbre japonesa de contar el tiempo de vida a partir de la concepción… o distinguirse de su alter ego Fabienne Claire Nothomb). Hija del diplomático y escritor belga Patrick Nothomb, vivió su infancia y adolescencia entre ese país, China, India y Birmania. Se le describe a menudo como “excéntrica”, pero se me ocurren calificativos más razonados al verla exponer con amable sensibilidad, muy próxima a la ternura, sus sentimientos relativos al protagonista de su novela de más reciente publicación en España y América Latina, titulada Sed (Anagrama, Barcelona 2022).
No existe, nos dice, ninguna infamia contemporánea que pueda compararse con la padecida por Jesucristo durante la Crucifixión. Un equivalente fragmentario sería la humillación que se desencadena a través de las redes sociales y han orillado a tantos al suicidio… pero el sufrimiento físico de la Crucifixión no se compara con nada. Estamos, pues, ante una narración sobre la figura icónica de la espiritualidad occidental que, a diferencia de otras, se centra en el cuerpo y el sufrimiento de un hombre bien intencionado.
–¿A quién se le ocurriría que Amélie Nothomb experimentaría tal empatía respecto al viacrucis de Jesús?
–Tenía tres años cuando mi padre me habló por primera vez de Jesucristo y pensé que había encontrado mi superhéroe especial, que además me acompañaría a lo largo de mi vida, aunque con el transcurso del tiempo me obsesioné más con el sufrimiento que había tenido que pasar, y yo encontraba absolutamente innecesario. Llevo muchísimos años pensando en escribir sobre este tema, pero entendí que necesitaba escribir muchos libros para llegar ahí. Cuando advertí que estaba envejeciendo, opté por arrojarme a la piscina sin sentirme preparada del todo. No me interesaba escribir otro libro sobre Jesucristo, sino sobre su cruz… la historia de la cruz. Me pareció demasiado evidente que tenía que hacerlo en primera persona; tenía que narrar como si mirara a través de una cámara que él llevara dentro de su cuerpo, y viví esta historia en primer grado durante todo el proceso que resultó muy duro, el más duro de todas mis novelas. Cada mañana, durante cuatro meses, despertaba a las cuatro de la madrugada (la hora en que siempre me levanto a escribir) y me decía: “tienes que volver a subir a la cruz”.
He leído todos los Evangelios y los encuentro admirables… pero tienen algunas lagunas: les falta “el cuerpo”, y yo intenté escribiendo un evangelio sobre el cuerpo, y de ahí el título, Sed, único posible para definir la endeble unión entre un cuerpo agonizante y el espíritu a punto de desprenderse. De hecho, yo soy una campeona de la sed. Fíjate cómo me he resistido a esta botella de agua para honrar el tema que estamos abordando (dice, muy seria, sin sombra de broma, mucho menos de ironía). Algunos piensan que es un libro blasfematorio; otros, que es religioso, pero todos se equivocan porque no puede haber blasfemia sin ser religioso.
–¿Ha tenido alguna reacción por parte de El Vaticano?
–El Vaticano fue muy tibio, pero sí recibí cartas insultantes de algunos curas… cartas muy admirables también. Los curas más jóvenes me escriben cartas muy bonitas… digamos que la Iglesia joven es favorable al libro. No estoy en posesión de la verdad, me limito a exponer mi propia versión e invitar a los lectores a que intenten ponerse en el lugar del personaje. Sabemos que Jesús existió, lo que no sabe es si es hijo de Dios o no. A mí me gusta más pensar que no, que es un ser humano que un día decidió estar disponible para los demás, cosa que todos podríamos hacer pero sería invivible. Subrayo las paradojas de la versión canónica, como cuando se te dice “Ama al prójimo como a ti mismo”… pero Jesús acepta ser crucificado, lo cual representa el máximo sufrimiento y sólo puede ser voluntariamente aceptado por alguien que no se quiere a sí mismo. A los doce años me puse de verdad enferma con los Evangelios, porqué Jesús se ofrece al sufrimiento y la Iglesia lo glorifica por ello, y me pregunto por qué el sufrimiento se glorifica. Escribiendo Sed comencé a encontrar respuestas.
–Aunque este libro ya lleva tiempo circulando en Europa, en América Latina nos llega durante la pandemia, y en ese sentido es muy oportuno porque nos permite empatizar con el dolor y la incertidumbre que predominan en Sed.**
–La última palabra de la novela es muy, muy importante. En la versión francesa es solitude, soledad. La pandemia es la enfermedad de la soledad. No sé cómo la vivirán allá, pero yo permanecí sola en mi departamento de París, acabando de escribir Sed, por lo que lo sentí un tanto premonitorio. Y esta pena de la soledad es como en la cárcel… esta clase de soledad que se vive en la cárcel… por cierto, sueño con regresar a América Latina.
–Supongo que ya habrán surgido las comparaciones con la película de Martin Scorsese, que a su vez está basada en la novela de Kazantzakis.
–Vi la película y leí la novela, ambas son obras maestras. En La última tentación de Cristo, Jesús recibe la oportunidad de elegir entre ser Dios y tener una vida ordinaria, y se sueña casado con María Magdalena. En mi obra también está presente este amor, pero es menos importante que el sufrimiento. De todas las obras inspiradas en Jesucristo, la mejor, creo yo, es la de José Saramago, El evangelio según Jesucristo. En comparación, mi Sed es una novela “bonita” (joli, es el término exacto que emplea).
–¿Coincide con la reflexión que aparece en el libro respecto a que la condición humana se resume con la frase “podría ser peor” y “en el mundo hay cabrones con opiniones y almas generosas que no piensan”?
–¡Totalmente de acuerdo! Parece ridículo… hoy es un día magnífico, estoy entre grandes amigos, he comido muy rico, la vida me parece tan bonita… y hay quienes podrían creer que todo esto es una impostura, que qué voy a saber yo del dolor de Jesús… pero Sed está en nuestras vidas. Cuando hay sufrimiento invariablemente nos referimos, incluso nos dirigimos a Jesús, creyentes o no. Me gusta el Jesús que sufre, no el de los milagros. Y él sufre desde su juicio, porque no es entendido, porque cuando llaman a las personas que atestiguaron esos milagros y se beneficiaron con ellos, lo único que se les ocurre es reprocharle tonterías. Cuando regalamos algo demasiado bonito, lo peor que puede suceder es que el otro sea incapaz de medirlo. Lo más seguro es que si leen Sed las cosas seguirán igual, pero yo necesitaba aportar mi visión de Jesús y eso me está ayudando a vivir mejor, y me haría muy feliz que le ayudara a alguien más.
–Tengo entendido, a través de la lectura de los libros que ha escrito sobre su infancia, que en lo personal son mis favoritos, que la familia Nothomb es muy católica. ¿Cómo recibieron ellos Sed?**
–A mis padres les gustó mucho, no tanto al resto de la familia. La familia Nothomb es católica tradicional, por lo mismo no procedí con intención blasfematoria, y no veo nada de ello al releerlo. Sí, Jesús tiene relaciones con una mujer y llega a considerar que la crucifixión es un error, y por eso recibí cartas insultantes de otros católicos, y es un auténtico misterio para mí que una persona que dice ser de una religión que promueve el amor por sobre todas las cosas, consiga decir cosas tan odiosas, más propias del diablo.
Mi padre murió recientemente, pero alcanzó a leer Sed… y me alegra tanto que lo haya hecho, de verdad. Después de que él se fue, escribí sobre esa pérdida y la escritura me permitió aceptar que él ya no estaba. Virginia Woolf decía que las cosas no suceden hasta que las escribimos.
–Al personaje de Judas decidió rescatarlo del lugar común y convertirlo en un ser necesitado de amor, ¿por qué?
–Me inspiré en alguien que quiero y está muy cerca de mí, pero no se identificó con él. Creo que todos tenemos un Judas cerca… no en el sentido de tener un traidor, sino de tener un amigo que les resulta antipático a los demás, que no se explican cómo puedes tolerarlo. Mi judas, por cierto, creyó reconocerse en san Juan, el bueno (ríe por primera vez, como una niña, como uno imaginaría que ríe Amélie Nothomb).
–¿Quitarle la divinidad a Jesucristo nos permite conectar mejor con él?
–Lo teológico es divertido, todo es cuestión de tomar distancia; entre más lejana, más ajena la cuestión mística, más nos permite divertirnos e incluso razonar sobre lo espiritual, aunque suene algo incongruente. En lo personal, no hubiera podido conectar tan bien con el personaje si lo viera muy por encima de mí. La conexión espiritual es una presencia y un misterio.
–Además de Jesucristo, ¿cuáles diría que son sus personajes favoritos?
–¡Simón de Cirene es el personaje más bonito de la Biblia! Él no tiene idea de quién es Jesús, no imagina siquiera que se trata del mismísimo hijo de Dios, y sin embargo no soporta verlo sufrir, al extremo de abalanzarse de entre la muchedumbre para ayudarlo a cargar su cruz. Esto es un milagro. La bondad en su más pura expresión es el mayor milagro que pueda existir. En cuanto a la madre de Jesús, era una adolescente cuando se le anunció la enorme responsabilidad que se le venía encima, y la sigo percibiendo como una muchachita hasta la muerte de su hijo, al que cubre de besos ya muerto. María Magdalena se da cuenta de que Jesús es el único hombre que escucha con atención y toma en serio los problemas de las mujeres, y eso de alguna forma hace de él un seductor… por eso me cuesta tanto trabajo creer que no se acostara con ellas.
–Usted dice “quedarse embarazada de sus libros”. ¿Cómo fue en particular este “embarazo”?
–No fue el embarazo más místico… las experiencias místicas que he vivido, por cierto, siempre han sido en América Latina, no sabría explicar por qué.
–Para finalizar, tengo curiosidad de conocer su opinión respecto a la versión cinematográfica que hicieron de su novela más teatral, Cosmética del enemigo, que formó parte del Festival Stiges, dirigida por el español Kike Maíllo.**
–¡La adoro! Y es muy rara, empezando porque es española, hablada en inglés, con actores de diversas nacionalidades. Es una película que molesta, y eso me encanta.