Baches, jardineras destruidas, casetas telefónicas por caerse o sin funcionar, basura en aceras, decenas de casonas y edificios que alguna vez fueron discotecas, restaurantes y oficinas que están grafiteados y abandonados con vidrios rotos, lonas o letreros de “se vende o se renta” colgados, mientras otros inmuebles permanecen con daños por el sismo de 2017, además del comercio ambulante en la glorieta de Insurgentes y Génova, reflejan el deterioro y abandono de la Zona Rosa.
Los mapas en estructuras para visitantes nacionales y extranjeros están tapizados de anuncios, las guarniciones rotas, lo mismo que las rejillas de las coladeras que se usan como basureros.
Gustavo Carranco, vendedor de arte en Plaza del Ángel, dijo que a partir de las 7 de la noche se cierra todo. Ya no existen galerías, cafeterías ni librerías “porque el ambiente se transforma”.
El hombre de 50 años mencionó que desde hace tiempo que la emblemática Zona Rosa, ubicada entre las avenidas Florencia, Reforma, Insurgentes y Chapultepec, en la colonia Juárez, “ya no es un buen lugar para vivir”, y donde labora sólo hay algunas familias.
Lamenta y le entristece el deterioro del lugar, cuyo nombre se atribuye al artista plástico José Luis Cuevas, quien comentó en una entrevista de 1953, al presentar la exposición Mujeres del siglo XX, “que se trataba de temas de zona roja en esta zona rosa”, y aunque sólo lo dijo en una ocasión el mote se le quedó.
Carranco llegó aquí desde los 12 años, su testimonio coincide con el de Angélica Espinosa, gerente del restaurante Bellinghausen, en la calle Londres, quien señaló que desde hace 20 años, por seguridad, cierran a las 19 horas.
Foto Cristina Rodríguez
Recordó que la semana pasada robaron la placa de hierro forjado y bronce de la fachada del negocio fundado en 1915 por Hermann Bellinghausen, cocinero de Porfirio Díaz, a pesar de que a unos metros se ubica la sede de la Secretaría de Seguridad Ciudadana.
“Pusimos una madera para tapar el hoyo porque se ve espantoso; hace dos décadas empezó a haber otro tipo de fiestas, ya no es la zona nocturna de hace más de 30 años, ahora cambió el ambiente.”
Dio la bienvenida al proyecto de renovación anunciado por las autoridades el miércoles pasado, al pronunciarse a favor de que haya más vigilancia e iluminación, luego de que el restaurante de 107 años se mantiene en servicio y con todos sus trabajadores a pesar de la pandemia.
“Cualquier acción que se haga por rescatar la zona, de las más importantes hace mucho tiempo, sí nos ayudaría para que sea mucho más bonita y segura para los clientes, pues nos han dicho que es un oasis en la ciudad porque la terraza es bonita y no se escucha el ruido.”
Para Germán Solís, trabajador de ese negocio desde hace 41 años, la Zona Rosa “empezó a decaer después del temblor de 1985, poco a poco se fue denigrando el ambiente”, por la inseguridad que llevó a que los comensales dejaran de acudir y la desaparición de la mayoría de los restaurantes.
Agregó que también falló “la sociedad al no adecuarse al cambio cultural” ante la aparición de establecimientos para la comunidad LGBT, “no se puede decir que ellos tuvieran la culpa, era un cambio que venía a nivel mundial”.
Raúl Méndez, trabajador del Rafaello, fundado en 1965, advirtió que hay un caos, “falta vigilancia y es tierra de nadie en la noche, eso ha llevado para abajo la Zona Rosa”, además de que la remodelación de hace cinco años “no llegó ni a medias”.
La calle Hamburgo es la más abandonada porque no fue intervenida, se encuentra llena de baches y debajo del asfalto destrozado se nota el viejo adoquín de hace varias décadas, “por lo que al pasar hasta parece montaña rusa”, comentó Raúl, quien lleva 33 años de laborar allí: “es una reliquia”.