Los habitantes de Ixcateopan, Guerrero, no tienen ninguna duda: los restos que se resguardan y exhiben en el antiguo templo de Santa María de la Asunción pertenecen a Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica.
Este año, la visita el 28 de febrero de la gobernadora de esa entidad, Evelyn Salgado, durante la conmemoración en el pueblo del 497 aniversario luctuoso del llamado “joven abuelo”, reavivó la esperanza en la comunidad de que, por fin, de manera oficial, se reconozca a escala federal la autenticidad de la osamenta.
La mandataria estatal afirmó en su discurso que en ese templo histórico “reposan los restos del último emperador azteca”, y se comprometió a hacer todo lo necesario para que “México y el mundo conozcan el legado de nuestro último tlatoani”. También aceptó interceder para que el presidente Andrés Manuel López Obrador visite el mausoleo el próximo 26 septiembre, en el festejo del 73 aniversario de la exhumación del esqueleto.
A finales de los años 40, la arqueóloga Eulalia Guzmán Barrón (1890-1985) aseguró que los restos de Ixcateopan eran de Cuauhtémoc, pero tres estudios posteriores tacharon de falsas sus afirmaciones y se dio carpetazo al asunto; incluso, a costa del desprestigio de la investigadora. Partidarios de ambas versiones acusan desde entonces que los dictámenes, tanto de autenticidad o falsedad, han pasado por el tamiz de oscuros intereses políticos de las altas esferas en turno.
Sin embargo, los dimes y diretes no han quebrantado la veneración que Ixcateopan (y cientos de visitantes de todo el mundo) profesan por los restos.
El actual custodio de la tumba, Abel Rodríguez, es nieto de la persona que reveló hace siete décadas el secreto de la ubicación, que se guardó por 11 generaciones. En entrevista con La Jornada, narra que fue el doctor Salvador Rodríguez Juárez, conocido como “la última carta viva de la tradición de Ixcateopan”, quien entre 1947 y 1948 vio las señales que los ancestros predijeron y que indicarían el momento para dar a conocer al mundo el lugar donde se enterró al tlatoani, luego de que Hernán Cortés lo asesinó en 1525 en algún paraje del sureste de México.
“Una señal decía que cuando se hablara de Cuauhtémoc ‘en cinco valores’ sería el tiempo de dar a conocer la ubicación de la tumba. Por aquellos años se emitió la primera moneda con el rostro del tlatoani en una moneda de cinco pesos; en ese caso los valores fueron monetarios. Al ver este indicio, mi abuelo confesó al cura de Ixcateopan el secreto, luego al presidente municipal, un 30 de enero de 1949. El párroco lo reveló al pueblo durante la misa solemne de la Candelaria, dijo: ‘Señores, estamos ante la tumba venerable del último rey de los aztecas, bajo el altar de esta iglesia está enterrado Cuauhtémoc’”, afirma con emoción Abel.
Añade que la segunda señal indicaba que en Ixcateopan habría un gobernante que tendría algo que ver con un rey, “y en ese entonces el presidente municipal era Juan Reyna, en su apellido llevaba el rey. Así nos lo platicaba mi abuelo, porque eso le transmitieron su padre y su abuelo, y así hasta completar 11 generaciones antecedentes.
“El presidente municipal levantó un acta y mi abuelo se comprometió a corroborar que todo lo que decía era verdad, por ejemplo, al mostrar varios escritos de fray Toribio de Benavente Motolinía (1482-1569), bajo su resguardo. Se mandó un comunicado al gobernador del estado, Baltazar R. Leyva Mancilla, quien a su vez se lo comunicó al presidente Miguel Alemán Valdés, que comisionó a la Secretaría de Educación Pública y al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para que especialistas vinieran al pueblo a estudiar la tradición oral y los escritos que custodiaba el doctor Rodríguez Juárez. Fue así que eligieron a Eulalia Guzmán para encabezar las investigaciones. Ella llegó el 17 de febrero de 1949 y el 26 de septiembre fue la exhumación de los restos.
“Mi abuelo se esforzó mucho por demostrar que era real la tradición que por tantos años se preservó, tal como certificaron los estudios que hicieron Eulalia Guzmán, el criminólogo Alfonso Quiroz Cuarón (1910-1978), comisionado por el Banco de México, y otros investigadores alemanes que vinieron. Estaban en lo correcto.
“Incluso vino Alfonso Caso a felicitar a Eulalia; le dijo: ‘No hay duda de que es la tumba de Cuauhtémoc’. Pero meses después se retractó y aseguró que todo era una farsa. Mi abuelo luchó incansable, pero infructuosamente, para que el gobierno federal aceptara que es real la tumba. Quedó en la ruina porque dejó de ejercer la medicina por defender la tradición, pero el gobernador Leyva, quien sí creía que son los restos del tlatoani, le mandaba dinero para seguir luchando.
“Mi abuelo siempre pensó que todo se trató de cuestiones políticas, porque los equipos que vinieron después de Quiroz Cuarón nunca hicieron los estudios con el rigor de la primera vez. ¿Por qué Caso enalteció a Eulalia Guzmán y unas semanas después se retractó? ¿Qué nos da a pensar? Que la farsa fue de ellos. Por eso es muy importante que ahora se quiera reconocer que sí se trata de los restos de nuestro joven abuelo Cuauhtémoc, pues el templo y la osamenta están en pésimas condiciones.”
Rumbo a la designación de Pueblo Mágico
Jairo Rodríguez, padre de Abel, fue cronista de Ixcateopan y custodio de la tumba durante más de 30 años. Falleció en mayo de 2015, convirtiéndose su hijo en “difusor de la palabra” que narra la historia del emperador mexica.
Desde entonces, Abel continúa mandando cartas para pedir el mantenimiento de la osamenta y del templo, dirigidas a la Presidencia de la República Mexicana.
“Nunca nos habían hecho caso, hasta ahora que hay una respuesta favorable; creemos que viene de arriba el mandato de que acudan restauradores del INAH a valorar las condiciones de la tumba; aunque se habían tardado mucho, hoy estamos contentos.
“También es buena señal que haya venido la gobernadora Salgado, porque se comprometió con el pueblo, sobre todo por el reconocimiento de la osamenta de Cuauhtémoc y luchar por el bien de Ixcateopan, al que propondrá para que se designe Pueblo Mágico.
“Hoy tenemos buenos argumentos científicos, no sólo los testimonios de los abuelos de Ixcateopan interesados en lo que amamos, para poder decir al INAH y al gobierno federal: estos son los restos de Cuauhtémoc”, concluyó el custodio del mausoleo ubicado en la Cuna de la Mexicanidad, como también se conoce a esa población guerrerense.