Bajo la batuta del gobierno estadunidense, los países de la Unión Europea han aplicado sanciones de toda naturaleza en contra de Rusia sin evaluar las obvias repercusiones mediatas e inmediatas para sus propias economías. Muy echados pa’lante, siempre azuzados por papá Biden, los comunitarios sólo siguen instrucciones sin ponderar el efecto búmeran, que ya hace estragos.
Tres de esas sanciones, tal vez las más contundentes, son excluir a Rusia del sistema interbancario mundial (conocido como SWIFT, acrónimo de Society for World Interbank Financial Telecommunication), con la intención de hundir al rublo, a la economía de aquel país e impedirle transacciones financieras con el “mundo libre”; congelar activos rusos, y la totalmente suicida negativa (aunque esta, hasta ahora, ha sido más retórica que real) de comprar gas de aquel país, del que Europa depende en grado sumo, sin contar con un abasto alternativo y menos inmediato.
Las naciones comunitarias –prácticamente todas con gobiernos de derecha– creyeron que con esas sanciones Rusia mordería el polvo en unos cuantos días, en el supuesto de que sus dirigentes se quedarían de brazos cruzados en espera del acabose. Sin embargo, al menos hasta ahora, si bien dichos “castigos” repercuten en la economía rusa (no en la proporción ni prontitud originalmente estimadas por los “sancionadores”), no han causado mayores estragos, como sí a escala mundial.
Mientras, con Vladimir Putin al frente del tablero, Rusia mueve sus piezas para contrarrestar la extorsión financiera de Occidente y reducir a su mínima expresión la amenaza europea de cancelar las compras de gas y petróleo rusos, al tiempo que recurre al gambito cambiario para fortalecer al rublo y debilitar al dólar, acción esta última de tiempo atrás apoyada y fortalecida por el bloque conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Los europeos sólo atinan a voltear a papá Biden para que les resuelva el entuerto, en medio de una creciente inflación (en España, por ejemplo, 9.8 por ciento, la más elevada en 37 años; 7.3 en Alemania, la mayor en cuatro décadas; 7.9 en Estados Unidos, no registrada desde 1982, y así por el estilo), progresivo desabasto de productos básicos (comenzó el racionamiento en los comercios españoles), huelgas de transportistas por los exorbitantes precios de los combustibles, mentadas por doquier por las elevadísimas tarifas de energía eléctrica y mucho más, problemas estos que se agudizaron por las “sanciones” que, “en unos cuantos días”, harían “caer a Rusia”.
En vía de mientras, si bien el aviso fue dado días atrás, ayer el presidente Putin le puso fecha y firma a las “nueva normas” para la venta de gas natural a “países inamistosos”. El decreto respectivo hoy entra en vigor y a la letra dice: “para adquirir gas natural ruso deben abrir cuentas en rublos en los bancos rusos; desde estas cuentas se efectuará el pago por el gas suministrado; si estos pagos no se realizan en rublos, consideraremos que los compradores no cumplieron su parte con todas las consecuencias que de esto derivan”.
Putin detalla: “en una situación en la que el sistema financiero de los países occidentales se utiliza como arma, cuando se congelan los activos rusos en dólares y euros, no tiene sentido utilizar las divisas de estos países; nadie nos vende nada gratis y nosotros tampoco haremos obras de caridad; hemos suministrado nuestros recursos, en este caso el gas, a los consumidores europeos; lo han recibido, nos pagaron en euros que luego congelaron por su propia cuenta; en este caso, existen todos los motivos para considerar que suministramos prácticamente gratis parte del gas enviado a Europa”.
Las sanciones gringo-europeas impuestas se pasaron por el arco del triunfo los contratos firmados por y con Rusia, pero ahora, en el cinismo extremo, los gobiernos de Alemania y Francia, vía sus respectivos ministros de Economía, dicen no aceptar la “nueva norma” de Putin y “exigen” “respetar los contratos ya firmados; no dejaremos que nos chantajee”. ¡Nicht saugen!, ¡Ne suce pas!
Las rebanadas del pastel
Los jueces, oootraaa vez… vergonzosamente al servicio del gran capital y contra México: la CFE interpuso un par de quejas administrativas en contra de un juez –no identificado– que ordenó reactivar una planta de Iberdrola en Nuevo León, a la que la autoridad reguladora (CRE) no renovó contrato en febrero pasado. Entonces, con esos “representantes de la ley”, nuestro país no necesita más enemigos.