Don Panchito tiene 79 años, los cumplió en enero pasado. Doña Gloria tiene 62 y es indígena nahua. Don Panchito y doña Gloria viven en el estado de Puebla y son compañeros de vida y de lucha. Juntos cuentan varias historias de resistencias de las que han participado. En las últimas décadas pelearon contra la ampliación de varios tramos carreteros que impulsaba el góber precioso, Mario Marín, bajo el pretexto de “detonar” el aeropuerto internacional Hermanos Serdán. También lucharon contra la privatización del agua que emprendió el ex gobernador panista Rafael Moreno Valle, negocio con el que se vio ampliamente beneficiado Grupo Hermes, de la familia Hank Rhon.
Desde hace varios años don Panchito y doña Gloria forman parte de la lucha contra el Proyecto Integral Morelos (PIM), en particular contra el gasoducto que pasa por zonas volcánicas de Puebla y con el que se pretende llevar gas a las termoeléctricas en Morelos. Ahí conocieron a Samir Flores Soberanes, su compañero de lucha asesinado en febrero de 2020. El PIM, hay que recordar, es un proyecto que comenzaría a impulsarse con Felipe Calderón, retomado en el sexenio de Enrique Peña Nieto y ahora también promovido por el gobierno de López Obrador.
El 22 de marzo de 2021 don Panchito y doña Gloria escucharon en la radio que varias personas estaban bloqueando los accesos a la planta de la trasnacional Bonafont, en el municipio de Juan C. Bonilla, en Puebla, y decidieron acudir a solidarizarse con la movilización. Doña Gloria explica así las razones de la toma: “Teníamos muchos problemas de agua, los pozos ya no alcanzaban a abastecer. Entre la comunidad comenzaron a discutir y vieron que Bonafont les estaba robando el agua con el permiso del gobierno. Así, comenzaron a organizarse y decidieron, un 22 de marzo, tomar Bonafont”. De palabra sencilla, doña Gloria tiene claro el alcance de su pelea: “Esta lucha no es por nosotros solamente, es por la humanidad”, y remata: “Sabemos que en Europa también les roban el agua, les decimos que también los corran de allá. Esos empresarios, que son grandes capitalistas, es necesario que paren de estar jodiéndonos con nuestras tierras y nuestra agua”.
Adverso al discurso nacionalista que desde el gobierno federal se alienta, el 15 de febrero de 2022 fue enviada la Guardia Nacional para desalojar y desmantelar el Altepelmelcalli, o Casa de los Pueblos, una especie de centro comunitario que los ocupantes habían construido sobre las ruinas de Bonafont. La Guardia Nacional se ponía así al servicio de una trasnacional, de garantizar la propiedad privada, la de su planta y sobre el agua, por encima desde luego del bien común.
La toma del Atepelmelcalli por parte de la Guardia Nacional fue un duro golpe contra los pueblos y organizaciones que con tanto esfuerzo y creatividad sostuvieron la toma por 11 meses y lograron detener el saqueo del agua. Pero no fue letal. Las semillas de la rebeldía estaban ya sembradas.
Durante los varios encuentros de pueblos, comunidades y organizaciones en lucha que se realizaron en el Altepelmelcalli, fue creciendo la idea de comunicar, enlazar y visibilizar los varios procesos de defensa del territorio, del agua y de la vida que existen en el país. Así nació la idea de impulsar la Caravana por la vida y por el agua. Pueblos unidos contra el despojo capitalista, iniciativa que arrancó el pasado 22 de marzo y que durante 34 días recorrerá ocho estados del país: Puebla, Veracruz, Guerrero, Querétaro, Morelos, Ciudad de México, Tlaxcala y Oaxaca. Toda la iniciativa es autogestionada, organizada con recursos de los propios pueblos y organizaciones que participan de esta articulación y que también apelan a la solidaridad de quienes simpaticen con la causa (http://caravana.pueblosunidosporlavida.org/).
Como su nombre lo dice, la caravana no está contra tal o cual gobierno, está contra el despojo capitalista y contra los gobiernos que lo sostienen. Está contra esa destrucción que disfrazan de progreso. El ecologismo de los pueblos, el que se construye desde abajo y a la izquierda, nos invita a cambiar las preguntas: ¿desarrollo para quién y a qué costo? Propone una lucha de carácter civilizatorio, por la humanidad y el planeta. No se limita a decidir si quiere ser despojado por empresas nacionales y trasnacionales o por el Estado. Rompe con ese esquema.
El ecologismo de los pueblos, que en México se compone principalmente de las resistencias de los pueblos originarios y de una importante participación de las mujeres –al grado de que incluso en la academia y en las organizaciones populares cada vez se habla más de ecofeminismos–, lleva siglos luchando contra el despojo y la acumulación capitalista. Si alguien quiere investigar “dónde estaban cuándo”, encontrará que están ahí luchando desde hace más de 500 años.
* Sociólogo
Twitter: @RaulRomero_mx