En su acepción más general, un río es una corriente de agua, más o menos caudalosa, que recorre la superficie terrestre de alguno o varios pueblos y en su recorrido se une a otras corrientes para formar grandes caudales que desembocan en algún lago o directamente en el mar. Cuando el capital no había colonizado a la naturaleza y el agua no era vista como mercancía, esas corrientes eran cristalinas y por su profundidad reflejaban un color verde, de ahí que por diversas partes de la República existan ríos verdes, como los pueblos los nombran, o Atoyac, que en náhuatl significa simplemente río. Por desgracia, en muchos casos sus cauces han sido convertidos en drenajes o los han sangrado de tal manera que se han secado. El río Colorado, entre los yumanos, el Yaqui que nace en la sierra Tarahumara, o el Mayo, son ejemplos de esta depredación de los ríos.
Pero un río es más que eso. Es el espacio donde muchos pueblos se han asentado para construir su vida, donde de niños jugamos, aprendimos a nadar a fuerza; donde nuestras madres y hermanas lavaron la ropa de la familia, donde nacen, crecen y se reproducen los animales que sirven de alimento a quienes ahí viven; donde crecen las plantas cuyos frutos o flores se usan en los rituales de las fiestas; donde se construían y todavía se construyen los bordos para usar el agua para los regadíos; donde algunos pueblos bautizan a sus nuevos integrantes; donde se bañan o bañaban las jóvenes antes de casarse, donde se despide a los muertos, que no mueren, sino que pasan a otra vida; donde los pueblos conviven con sus dioses y se pide les envíen agua suficiente y buena, para su consumo, para sus animales, para sus siembras y en general para todos los seres humanos.
Todo eso está en peligro. Los ríos de nuestro país están convertidos en basureros, vertederos de desechos químicos de la industria y drenajes de las grandes ciudades. Esto hace mucho tiempo que sucede. Pero en los últimos años la situación de los ríos ha empeorado por la actividad minera, la construcción de presas y el trasvase de sus aguas, que los siguen contaminando y secando, sin que institucionalmente se haga algo efectivo por reparar el daño causado a los ríos y evitar que se siga atentando contra su vida. Frente a esa situación, desde hace décadas son los afectados los que emprenden su defensa, pues la afectación que éstos sufren transciende a su vida, por la relación que existe entre ellos. La defensa ha ido cambiando según las circunstancias: primero asumió la forma de defensa del ambiente y ahora, sin abandonarse esta perspectiva, muchos pueblos indígenas los defienden como parte de su territorio.
Ejemplos hay muchos. La semana pasada, en el marco del Día Internacional del Agua, el Consejo de Pueblos en Defensa del Río Verde (Copudever) y la organización Educa AC, que junto con otros organismos acompaña la lucha de los pueblos ñuú savi, chatino, afromexicanos y mestizos en defensa de uno de los más importantes ríos de Oaxaca, presentaron el Segundo Informe río Verde. Violaciones a los derechos de los pueblos en el marco de proyectos energéticos, donde se da cuenta de la violación de los derechos de las comunidades que habitan las riberas del río, ante la pretensión de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y la empresa Generación Enersi SA de CV de construir dos presas hidroeléctricas en el río Verde, represión que se produce por la conjunción de los poderes estatales y regionales para oponerse a quienes defienden su patrimonio natural.
Por el tiempo en que fue redactado e impreso, el informe no recoge el asesinato de cinco indígenas en sólo tres meses del año pasado: Fidel Heras Cruz, integrante de comisariado ejidal, cayó acribillado el 23 de enero, Raymundo Robles Riaño, Noé Robles Cruz y Gerardo Mendoza Reyes fueron asesinados la noche del 14 de marzo en el centro de la comunidad Paso de la Reyna y Jaime Jiménez Ruiz, quien acababa de entregar el cargo de agente municipal, fue asesinado cuatro días después en la carretera costera, entre Jamiltepec y la Humedad. Fue un fuerte golpe contra el Copudever, tanto que algunas familias comenzaron a abandonar sus comunidades ante el temor de ser agredidas; pero reaccionaron, organizaron la vigilancia y la solidaridad entre ellos para enfrentar la adversidad. Ahora viven en una tensa calma.
Con todo y lo grave que resulta, el caso del Copudever no es el único en que los pueblos que defienden sus ríos y sufren el asesinato de sus integrantes. El mismo día en que se presentó el mencionado informe, por diversas partes del territorio nacional se inició la Caravana por el agua y la vida, cuyo propósito es visibilizar la violación de los derechos de quienes defienden el vital líquido. Como los ríos que defienden, las resistencias van surgiendo en pequeños afluentes humanos que en su recorrido se unen con otros y de esa manera van aumentando su caudal, conscientes de que aislados tienen muy poca importancia, pero unidos y con un rumbo bien trazado pueden construir un mar de resistencias.