¿Cómo se elige un caso que represente “todo el drama de la migración”? Quizá sólo es posible con el compromiso y la experiencia de la religiosa Dolores Palencia, quien desde 2010 está al frente de un albergue para migrantes en Tierra Blanca, Veracruz.
Palencia eligió el caso de una joven hondureña, de 17 años, que llegó al albergue Decanal Guadalupano una noche lluviosa de noviembre de 2020, tras de ser víctima de violencia y abuso en el viaje desde Chiapas.
Andaba en busca de su madre y decidió continuar su camino. En las inmediaciones de la estación del tren falló en su intentó de subir a La Bestia, cayó y sufrió la amputación de ambas piernas (una desde la cadera y otra desde la rodilla).
Fue llevada al puerto de Veracruz porque en Tierra Blanca no tenía posibilidades de ser atendida. Desde el hospital llamaron al albergue: “La muchacha tiene covid”, les dijeron, para que prendieran las alertas por el posible contagio.
Con el paso del tiempo, supieron que la joven no tenía covid, sino los pulmones dañados por haber crecido en una casa en la cual se cocinaba con leña.
Actualmente, la muchacha está en un albergue de Celaya, Guanajuato, que acoge a personas que requieren prótesis, mismas que son gestionadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Palencia resume la tragedia: “Si ella hubiera podido explicar (a las autoridades migratorias), en Chiapas, que su mamá ya estaba en Saltillo, y con papeles en regla, no se hubiera tenido que subir al tren”.
El informe condensa el trabajo de organizaciones que atienden a los migrantes en el terreno, y presenta, con la colaboración entre el personal de los albergues e instituciones académicas, un panorama de la migración en el primer año de la pandemia. El título define su sentido: Movilidad humana en confinamiento: contención, vulneración de derechos y desprotección en México (puede ser consultado en las redes sociales de @RedodemMX)..)
Entre los muchos efectos que la pandemia tuvo en el fenómeno migratorio están las dificultades que las organizaciones que los asisten tuvieron que enfrentar, desde la drástica reducción de su personal (muchos voluntarios decidieron confinarse) y de donativos, hasta dificultades para aplicar los cuestionarios a los migrantes (que son la materia prima de los informes de la Redodem).
Entre las principales conclusiones del informe destacan que las organizaciones integrantes de la red atendieron a un total de 15 mil 195 personas durante 2020; que la pandemia de Covid-19 “vino a restructurar las dinámicas de movilidad humana en nuestro país, pero no paralizó el flujo migratorio”.
La religiosa Palencia pidió retornar a 2020, un año en que se instaló el miedo a la pandemia y durante el cual muchas personas, con condiciones para hacerlo, optaron por confinarse. Por esos días, ella solía preguntar a los migrantes si pensaban resguardarse. Y recibía respuestas así: “Mi confinamiento es el aire, es el tren, es la calle”.
Para la población migrante, sostuvo, no había posibilidad alguna de confinamiento: muchos países cerraron sus fronteras y los migrantes ni siquiera podían regresar; y hubo cierre de estaciones migratorias y de albergues, algunos de los cuales optaron por resguardar a personas que ya habían iniciado su trámite de refugio.
Para la Red de organizaciones y albergues, lo ocurrido en 2020 fue que los gobiernos de México y sus vecinos del norte “vieron en la pandemia la oportunidad de reforzar el control migratorio y de engrosar sus estrategias de militarización”, por encima de “medidas de protección y acceso a derechos”.