En los minutos y horas que siguieron a la bofetada que Will Smith le dio a Chris Rock ante una teleaudiencia de millones de personas, las redes sociales se encendieron con mensajes sobre el episodio. La mayor parte de la gente especulaba que todo había sido una farsa.
Hablaban de los detalles del episodio. “Rock apenas se movió”. “Pareció que Rock se movió hacia atrás como cuando fingen una pelea”. “¿Fue esto una actuación memorable?”. “Intento patético de atraer una mayor teleaudiencia”.
Hollywood, la fábrica de ilusiones, ofreció una inesperada dosis de realidad en la ceremonia de los Óscar el domingo. Y --¡sorpresa!-- mucha gente pensó que era tan solo otra ilusión.
Así son las cosas en los Estados Unidos en el 2022, inmerso en un mundo de efectos especiales, reality TV y desinformación. Un país en el que la gente se pregunta constantemente: ¿Qué es real?
“No sorprende que la primera reacción sea ‘esto debe ser una farsa, algo arreglado’”, expresó Danielle J. Lindermann, autora de True Story: What Reality TV Says About Us (Historia verdadera: Lo que la reality TV dice de nosotros). “Siempre buscamos estos momentos auténticos… Es como un triunfo cuando damos con algo real”, dijo Lindemann, socióloga de la Universidad Lehigh de Pensilvania. “Pero cuando nos topamos con un momento realmente auténtico, nos mostramos escépticos”.
Es de esperar. Después de todo, vivimos en una cultura en la que nos venden vaqueros rotos para que parezcan viejos. En la que los seguidores de Twitter podrían no ser personas reales. En la que hacer playback, otrora algo mal visto, es hoy casi la norma.
“La vida pasa a ser arte y cuesta distinguir entre los dos”, escribió el crítico cultural Neal Gabler en Life: the Movie (Vida: La película). Lo hizo en 1998, hace una generación. Desde entonces, el formato de “mockumentary” (documental falso) surgido en 1984, en This Is Spinal Tap, es hoy un género aparte, que inspiró series como The Office, Parks and Recreation y Modern Family, con entrevistas tipo documental en sus episodios.
El mes que viene nos deparará una película en la que Nicolas Cage se interpreta a sí mismo. El título, como no podía ser de otra manera, es Nicolas Cage. La cinta es parte de una vieja tradición de artistas que se interpretan a sí mismos. (El director Cecil B. DeMille apareció actuando en Sunset Boulevard, en 1950; John Malkovich hizo de sí mismo en Being John Malkovich, de 1999, y Bill Murray se interpretó a sí mismo en Zombieland, del 2009).
En esas películas surge el interrogante: ¿Qué es real y qué es ficción? ¿O tal vez no hay una separación clara?
Eso es lo que generó confusión el domingo: “¿Se trataba de algo preparado, incrustado en un espectáculo real en el que se premia las máximas expresiones del artificio artístico? ¿En el que Will Smith y Chris Rock hicieron de Will Smith y Chris Rock? O se trataba de lo que, al final de cuentas, pareció ser: Una expresión real de irritación y violencia, genuina y no preparada, que tuvo lugar en un escenario.
“Estamos muy habituados a las cosas preparadas”, dijo Marty Kaplan, director del Norman Lear Center de la USC Annenberg School for Communication and Journalism, que estudia el impacto del mundo del espectáculo en la sociedad. “Creemos que lo sabemos todo, pero no lo sabemos”.
“Este episodio perforó el velo”, agregó Kaplan. “Fue como una rasgadura en el tejido de la realidad”.
Parte de esto es que las ceremonias de premios son diferentes. Siempre han sido algo único, un momento en el que las estrellas son ellas mismas, pero de todos modos terminan actuando frente a las cámaras y la gente.
No son documentales, exactamente (aunque tienen algunos elementos de ellos). No son documentales falsos (aunque pueden tomar ese rumbo, sin duda). Igual que Hollywood, son un guiso de sus propios mitos y realidades, un espectáculo en el que las identidades de los ganadores, los fabulosos atuendos y las reacciones están planificados y siguen un relato. Hasta el domingo, en que no lo siguieron.
“Las ceremonias de premiación tienen un cierto tipo de organización y protocolo. Se debe actuar de cierta manera”, manifestó Shilpa Davé, profesora de estudios de los medios de prensa de la Universidad de Virginia. “No estamos acostumbrados a ver esto en tiempo real en estas ceremonias. Siempre lo vemos en las películas, actuado”.
Davé dijo que los eventos en vivo, sobre todo los deportivos, tienen a generar más confianza porque suceden en tiempo real y “puedes asumir lo que quieras sobre lo que estás viendo”. Pero lo sucedido el domingo fue distinto, en parte porque la teleaudiencia de Estados Unidos no pudo escuchar el improperio que Smith le gritó a Rock. “El hecho de que haya escepticismo acerca de si esto fue real refleja que la gente traslada su cinismo a los eventos en vivo”, manifestó Davé.
Robert Thompson, experto en la televisión del Bleier Center for Television and Popular Culture de la Universidad de Syracuse, dice que el escepticismo es un arma de doble filo.
“Creer lo que ves --sobre todo en la era de la tecnología-- es ser inocente. Pero no creer nada nunca, no importa cuanta evidencia tengas por delante, es también poco saludable y debilitante”, dijo Thompson.