No resulta difícil adivinar la situación que miles de rusos empiezan a experimentar como resultado de la incursión de sus tropas en la vecina Ucrania. En algunas localidades se observan largas filas a las puertas de tiendas en espera de adquirir azúcar, detergente, pasta de dientes e incluso toallas sanitarias, cuyo precio sube día a día, producto de la relativa escasez de esos productos. Es el reporte de un periodista en The Guardian que, según sus palabras, refleja una situación que no se veía desde los años previos a la caída del muro de Berlín. Más preocupante aún es la desaparición en los anaqueles de farmacias de la insulina, vital para enfermos de diabetes y medicinas para niños, añade el periodista.
Y como era de esperarse, el gobierno ruso culpa a los países europeos y a Estados Unidos de la escasez y la inflación, que se calcula llegará a 20 por ciento al fin de año, según la economista rusa Elina Ribacova del Instituto Internacional de Finanzas. Las compras de pánico en algunas ciudades han repercutido en un “acopio innecesario” de productos de primera necesidad, a lo que el gobierno ha respondido con un llamado a “actuar con cordura” en momentos en que, paradójicamente, su propio presidente actúa en sentido contrario. Los problemas de inflación y relativo desabasto que el pueblo ruso empieza a padecer en muchas ciudades paulatinamente se pudieran convertir en gran muestra de repudio contra Putin, responsable directo de haber agredido a un pueblo cuyo único deseo es vivir en paz. El chantaje que ejerce encareciendo el gas en Europa pudiera convertirse en un búmeran contra el bienestar de su pueblo. El repudio a su política es ya evidente cuando el arquitecto de la privatización en Rusia y su enviado especial al Foro Económico Mundial ha renunciado en protesta por la invasión a Ucrania (BBC, 24/3/22). Uno de los escenarios probables es que, en respuesta a las muestras de protesta en Rusia, la contraofensiva de la maquinaria de propaganda de Putin, responsabilice a Estados Unidos y a la Unión Europea de “estrangular la economía del pueblo ruso”. Así, exaltar el histórico nacionalismo y orgullo ruso en contra de “la agresión perpetrada por naciones extranjeras”.
En cierta medida, la historia ofrece lecciones similares, cuyo desenlace ha derivado en represión interna y el escalamiento de la agresión armada a otras naciones.
¿Sería muy optimista pensar que esta vez pudiera ser diferente? Vale la pena desearlo.