Dicen algunos lectores: “bueno, está bien, pero y ¿cómo hacer?” Lo primero es que nadie tiene todas las respuestas y, en el mismo primer lugar, que toda iniciativa virtuosa con probabilidades de realizarse depende de una meta clara y un compromiso colectivo que supere las indispensables discrepancias, en vez de disolverse la meta, el compromiso y las discrepancias en la fácil abulia...
En estas últimas semanas, el presidente nos ha puesto ejemplos a seguir que, si no los vemos es porque triunfó en nosotros un oscurantismo pegajoso y el futuro es desde ahora de quienes aún no han nacido. Un ejemplo es la bienvenida reforma eléctrica que devuelve al Estado la planeación y conducción de nuestro derecho humano a esta energía. ¿Qué impediría hacer lo mismo con una plataforma de producción de nuestros alimentos básicos, rescatando y protegiendo la propiedad y la posesión colectiva de la tierra para relanzar el policultivo de la milpa? ¿Hacer una prioridad de inversión en la conservación y distribución de los excedentes campesinos para nutrir el mercado interno nacional? Está claro que, por este medio y al mismo tiempo, la mano de obra campesina sería retenida y valorada, arrancada al crimen organizado y reintegraría a la tercera edad repatriada sin pensiones, con sus conocimientos invaluables en cultivos y tradiciones. Hay que tomarle la palabra a AMLO: “parar la inflación con mayor producción”, pero de alimentos mexicanos que sean producidos y consumidos en gran parte por sus productores, y no, añadimos, con los criterios y técnicas de una mono-productividad por hectárea, con base en fertilizantes químicos y maquinarias que desplazan la mano de obra y no son prácticas para la mayoría de nuestro suelo nacional?
¿Por qué no aplicar con inteligencia y visión el artículo 4 constitucional sobre el derecho a alimentarse de acuerdo a su cultura?, si, además, ¿tenemos un dirigente que puede hablar con conocimiento profundo de la comida mexicana, degustarla y recomendarla a propios y extranjeros ?
La 4T nos necesita y nosotros/as la necesitamos, aunque sea para morir en paz, pero preferible si es para revivir en un país mejor. Para ello, no se me ocurre otra cosa que reclutarme en un movimiento seriamente comprometido con nuestra soberanía alimentaria y que, para ello, luche por las reformas necesarias cuando todavía es tiempo de rescatar a las nuevas generaciones de su naufragio preferencial en la comida chatarra que tan lucrativa ha resultado para los capitales privados, extranjeros y nacionales. La 4T nos necesita para secundar muchas propuestas virtuosas, pero también para superar los escollos que una iniciativa como la de obtener la soberanía alimentaria, con base en el policultivo de las diversas milpas con trabajo manual campesino y con base en los conocimientos milenarios que estos cultivos requieren, que encontrará en cada paso, desde la primera frase de su redacción oficial... Porque, si etiquetar alimentos potencialmente dañinos fue una proeza, ¿qué no estarían dispuestos a hacernos los T-MECANistas para impedirnos luchar por nuestra liberación alimentaria con base en nuestras tradiciones (que no necesitarán de sus químicos) y sabrán rehabilitar los suelos y purificar las aguas?
El manejo nacional campesino mayoritario, de una nueva economía agrícola-avícola-porcina-piscícola , terminaría por absorber la mano migrante mexicana, mientras Estados Unidos recibirían la de otros países desesperados por entrar en su economía... Win-win diríamos. Porque este es un momento histórico de revisión válida de la teoría revolucionaria marxista, donde podemos demostrar que los campesinos mexicanos pueden constituir una nueva clase social con capacidad productiva y conciencia social, es nuestra obligación autotransformarnos (aT) con las nuevas clases no encadenadas a un sistema que nos desposee de lo humano y sus valores.