Así como Johann Sebastian Bach es llamado el padre de la música, Ludwig van Beethoven es la humildad y la genialidad mismas, expresa la pianista Guadalupe Parrondo, quien ofrecerá un concierto integrado por obras del nativo de Bonn el domingo 27 en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes.
“A veces es desgarrador ver la vida que llevó Beethoven en su infancia; creo que por eso la madre se llamaba María Magdalena, porque sufrió mucho con su padre. Para mí, el único refugio de Ludwig fue la música, además de un empeño total de sumergirse en su esencia hasta hacer, como decía, brotar sangre del corazón del hombre”, agrega Parrondo, en entrevista con La Jornada.
Las obras que interpretará la pianista son las sonatas Pathétique, Claro de Luna y Apassionata. Se trata de piezas “accesibles al oído”, porque son de “las más famosas”, aunque de “vivencias diferentes”. Sobre el aspecto técnico de la Sonata núm. 8 en do menor, opus 13, subtitulada Pathétique, Parrondo se refiere a su inicio “tan dramático”: “Desde la primera página es de lo más complicado, porque tocar rápido es fácil; sin embargo, esa introducción es complicada debido a que nunca se le da el valor correcto a todo lo escrito, a los puntillos, a los silencios. Es de gran concentración.
“La técnica es infinita”
“El segundo movimiento es de un gran lirismo y, técnicamente, es muy difícil. Es un movimiento muy lento, hay que hacer vibrar los sonidos que deben cantar, porque en medio hay semicorcheas que deben tener otra textura del sonido. El tercer movimiento es bonito, tranquilo, simple y, por lo mismo, muy difícil”. En cuanto a Claro de Luna, “casi todo el mundo lo conoce”, y la Sonata núm. 23 en fa menor, opus 57, Apassionata, “no se toca, se vive”.
Parrondo siempre ha llamado la atención por su técnica. Al respecto, dice: “La técnica es infinita. Bueno, depende de lo que se toque, también influye el instrumento. Éste es fácil de tocar en el sentido de articulación de los dedos, la respuesta de las teclas debe ser rapidísima. Me ha tocado interpretar un paisaje rápido y cuando ya voy de vuelta, la tecla recién está regresando. Por esto es tan basta la técnica.
“Uno tiene que realizar el trabajo de manera especial en cada piano, por eso hay que tener técnica, saber cómo manejar el instrumento, qué me está dando, y qué debo hacer para que suene parejo. Para empezar, hay que mover los dedos. Si se tiene la muñeca muy alta, es imposible igualar cinco dedos, por ejemplo.
“Hay que cuidar el sonido gracias a la técnica. Soy pequeña de estatura, sin embargo, tengo un sonido que rebasa a la orquesta. Es fuerza brutal, no física. Es una fuerza interna con técnica. La fuerza y la solidez de los dedos que hay que tener para sacar un gran sonido, como si uno se parara en las yemas de los dedos. Se utiliza, entonces, el diafragma, todo el cuerpo, el tronco, los hombros.
“Un forte en Haydn no es igual a un forte en Brahms: es diferente la densidad, el ataque. Es distinto un fa o un forte en el agudo, que en el centro del piano; entonces, se ataca diferente. Es el conocimiento del instrumento y, en consecuencia, cómo debo trabajar para ello según lo que me dé.”
Parrondo ya probó los tres pianos con que cuenta el auditorio Blas Galindo. “El instrumento es noble en sí; entonces, con la técnica se pueden hacer milagros. Por ejemplo, uso los tres pedales en cualquier piano, indistintamente según se necesite. Si están es por algo. No me canso de trabajar y estudiar las mismas obras que he tocado muchas veces. La obra evoluciona de acuerdo con mi evolución, porque no soy un disco. Interpreto Claro de Luna desde los ocho años; obviamente, ahora lo toco diferente”.
Guadalupe Parrondo se presentará en el ciclo El arte del piano, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, mañana a las 13:30 horas, en el auditorio Blas Galindo, del Centro Nacional de las Artes (avenida Río Churubusco 79, colonia Country Club). La entrada es libre.