Juan Fernández Trigo, secretario de Estado español para Iberoamérica, dijo que el gobierno presidido por Pedro Sánchez va a reaccionar de forma muy clara contra la reforma energética impulsada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al menos en lo relacionado con la retroactividad que pudiera afectar a multinacionales de España presentes en el país con proyectos de generación de energía eléctrica. El funcionario comparó la situación con lo ocurrido en 2012 en Argentina, cuando se decidió recuperar la petrolera YPF, que fue entregada a la española Repsol como parte de los bienes públicos rematados por el ex presidente Carlos Menem durante la década de los 90. Por su parte, en un acto distinto, el embajador Ken Salazar pidió que México se coloque al lado de Estados Unidos en el conflicto Rusia-Ucrania y que la reforma eléctrica que se analiza en el Legislativo respete los contratos firmados.
Con nostalgia de ese tiempo en que la rapacidad neoliberal permitió a los capitales foráneos apropiarse de las empresas estatales y los recursos naturales latinoamericanos, Fernández Trigo señaló que “las cosas no son iguales que en los 90 o que las clases dirigentes ya no son las mismas y ahora vienen algunas con ciertos prejuicios”. Al parecer, por “prejuicios” el diplomático entiende la voluntad política para poner fin al saqueo, salvaguardar los intereses nacionales y proteger a la población de los abusos perpetrados por las trasnacionales energéticas hispanas.
Es necesario recordar que en estos momentos España vive la peor crisis energética de su historia debido a las alzas desmedidas en el costo de la electricidad, cuyo precio se disparó más de 500 por ciento en apenas año y medio. A resultas de las tarifas que cobran las empresas que monopolizan el mercado español –Iberdrola, Naturgy y Endesa– y de la duplicación en el precio de los combustibles, en estos momentos la flota pesquera de esa nación mantiene paralizadas sus actividades, los trabajadores del transporte efectuaron un paro nacional de más de una semana, agricultores y ganaderos han protestado porque el costo de los insumos energéticos vuelve inviables sus actividades, y a consecuencia de todo ello el desabasto de alimentos básicos ya se deja sentir en los supermercados.
En tal escenario, resulta insólito que el ministro Fernández Trigo se permita una defensa tan denodada de esas compañías, al punto de afirmar que “la empresa española, más allá de hacer dinero, tiene mucho que aportar”, que son “un puntal y un elemento esencial” de la política exterior de La Moncloa y “algo por lo que tenemos que presumir de nuestra presencia en América”. Con tales declaraciones, más que limpiar la imagen de las corporaciones, el funcionario demuestra que lo cierto es lo contrario: es la política exterior de Madrid la que ha prestado un servicio inestimable a la expansión y la penetración de estos conglomerados. Además, el funcionario público exhibe que no trabaja para el pueblo español ni ve por el bien de las mayorías sociales, sino que funge como un simple vocero de las empresas aludidas.
Diplomáticos como Fernández Trigo y Salazar debieran tener presente que sus gobiernos no tienen facultad alguna para pronunciarse en torno a las acciones soberanas de México, y que si la reforma eléctrica que se discutirá el mes próximo en el Congreso ha de ser retroactiva es porque los contratos otorgados por las administraciones anteriores se fundan en una legislación aprobada mediante prácticas corruptas cuyos efectos deben revertirse para devolver plena vigencia a la legalidad y al estado de derecho.
Finalmente, es de lamentar la incapacidad de Washington –reflejada en las expresiones del embajador Salazar– para comprender que la política exterior de México no puede ni debe ser igual que la de la potencia más belicista del mundo, a la que él representa. El gobierno nacional ha sido claro en su condena a la invasión rusa y busca resolver el conflicto por cauces pacíficos, no complicarlo más, como lo hace la Casa Blanca, con sanciones económicas y una encendida retórica militarista cuya estridencia aumenta día tras día.