Kiev. “Hago películas no por el bien del espectador, sino porque es mi principal necesidad personal. Es lo mismo que dormir o comer. Me siento incómodo cuando no estoy filmando. Es una ansiedad creativa tan específica. Los pensamientos y las ideas se atascan en tu cabeza y necesitas llevarlos a cabo. Hasta que hayas hecho eso, te atormentará”, dijo alguna vez el cineasta ucranio Oleh Sentsov, quien tras cinco años detenido en Rusia por protestar contra la anexión de Crimea, decidió empuñar las armas e ir al frente, un combate que “no es como en el cine”.
Sentsov, ganador del premio europeo Sájarov por la defensa de los derechos humanos, se alistó como voluntario en la llamada Defensa Territorial tras la invasión rusa de Ucrania. “Esta lucha no es como en las películas”, señaló el director, vestido con un mono caqui, gorra y de barba.
“Realmente no hay combates cuerpo a cuerpo ni armas automáticas. La mayoría de las veces es artillería y tu trabajo consiste en mantener el frente en una trinchera y no morir en los bombardeos”, afirma en una calle de Kiev.
En 2012 debutó en el Festival Internacional de Cine de Róterdam con el largometraje Gamer, y al año siguiente presentó el guion de su segunda película, Rhino, cuya producción no terminó porque el 10 de mayo de 2014 el servicio de seguridad ruso lo arrestó en Simferopol bajo sospecha de terrorismo. En agosto de 2015, Sentsov fue condenado a 20 años de prisión y luego trasladado al centro de detención preventiva de la prisión de Lefortovo en Moscú. Durante su encarcelamiento, inició una huelga de hambre, exigiendo la liberación de otros presos políticos del Kremlin.
El 7 de septiembre de 2019 fue liberado como parte de un intercambio de prisioneros entre Ucrania y la Federación Rusa.
El relato de Sentov, de 45 años, se interrumpe por la tos de un fuerte resfriado que contrajo en el frente, donde impera un clima gélido. Ahora tiene unos días de descanso en la capital.
Su carrera de cineasta independiente parecía prometedora, pero se vio interrumpida por el Maidán, la revolución proeuropea de 2014, y por la anexión rusa de Crimea.
Apoyado en una barricada, Sentsov cuenta cómo su detención lo convenció de que Rusia no se conformaría con tomar Crimea.
“Después de mi liberación, algunos de mis amigos me decían: ‘Eres un radical, has empezado a odiar a los rusos, que no son tan malos’”, recuerda.
“Un Vietnam”
“Hoy me entienden, porque pasé cinco años allí y vi cómo tratan a los ucranios, a los europeos con sus ambiciones imperiales, su crueldad”, añade.
Sentsov se incorporó a la Defensa Territorial “desde los primeros días de la guerra” y pasó dos semanas sirviendo en los puestos de control de las afueras de la capital. Pero luego fue enviado a “la primera línea de defensa”, junto a unidades del ejército en los bosques de las afueras de Kiev.
Según él, las fuerzas rusas infligieron “un Vietnam” a los combatientes ucranios con un intenso bombardeo de artillería, pero no lograron avanzar.
Por el momento, su carrera en el cine es sólo un recuerdo lejano: “Ya no ruedo. Primero porque no tengo tiempo y luego porque no me apetece”.
Por ser conocido le ofrecieron un trabajo en una oficina de prensa oficial, “pero –asegura– ese no era mi camino; mi camino es el de un simple soldado”.
También recibió cartas de apoyo, entre ellas una de la Academia de Cine Europeo, aunque, señala que “en tiempos de guerra no importa si eres un director, un conductor de autobús o un trabajador: todos somos soldados”.
No descarta volver al cine algún día aunque asegura que pasará tiempo antes de que tenga la cabeza fría como para hacer una cinta sobre el conflicto.
“No sé qué tipo de filme haré. Había escrito varios guiones antes de la guerra. Tal vez consiga algunas ideas nuevas aquí”, expresa.
Por el momento, ve la vida a través de la mira de un rifle, no del objetivo de una cámara: “He vivido muchas vidas, la mía ha cambiado, mi trabajo también.
“El cine es sólo una parte de mi vida y ahora ésta se encuentra donde creo que es más útil para mi país.”