La cuestión de los derechos humanos volvió a debatirse a propósito de la resolución sobre los asesinatos de periodistas, emitida por el Parlamento Europeo (PE), y la dura respuesta del Presidente de México.
En un sentido más amplio, el tema de los derechos apareció a fines del pasado año cuando Andrés Manuel López Obrador los vinculó con el neoliberalismo. AMLO sostuvo que en la fase neoliberal se auspiciaron los denominados “nuevos derechos”, entre los cuales mencionó el feminismo, el ecologismo y los derechos humanos. Aunque se trata de causas muy nobles, agregó, el propósito era promoverlas “para que no reparáramos en que estaban saqueando al mundo”. También se buscaba sacar a la desigualdad socioeconómica del centro del debate.
Los adversarios de la 4T aprovecharon para lanzar violentas críticas al mandatario. Ciertos medios y comentaristas difundieron la interpretación de que AMLO creía que los derechos humanos eran “obra neoliberal”. Era claro que el Presidente reconocía la existencia previa de esas causas, a las que llamó “nobles”; y que su punto era otro: que esos derechos fueron reformulados por el neoliberalismo, creando su propia versión aséptica a la desigualdad y las relaciones de poder. La pregunta es, entonces, si efectivamente se registra este fenómeno. Y la respuesta es que sí. AMLO tiene razón. En el marco de la globalización neoliberal, se practicaron tales mutaciones con todas esas “causas”, desde los derechos humanos, pasando por el feminismo, hasta la diversidad cultural (multiculturalismo). Sobre ello se ha escrito extensamente.
En las últimas décadas, los derechos humanos fueron sometidos a una doble operación. Primero, fueron separados en dos esferas: los derechos civiles y políticos (asociados a la libertad) y los económicos, sociales y culturales (concernientes a la igualdad). En segundo término, fueron ordenados jerárquicamente, de modo que los primeros quedaron como fundamentales y sustantivos, mientras los segundos pasaron a ser secundarios y adjetivos. John Rawls, el gran renovador de la teoría política liberal, creó un sistema en que la justicia se funda en la prioridad absoluta de los derechos vinculados a la libertad. Éstos tenían que satisfacerse antes que aquellos relativos a la igualdad. Primero procurar la libertad; luego podría verse lo atinente a la justicia social. Ya sabemos el resultado: garantizadas las libertades “liberales”, el tema de la igualdad podía quedar perennemente aplazado.
De ese modo, en suma, los derechos humanos quedaron no sólo reducidos, sino además desagregados de los temas de desigualdad. La obra reciente de Thomas Piketty ilustra el modo brutal en que el neoliberalismo excluyó la desigualdad, incluso de la academia. Asimismo, los derechos humanos se convirtieron en arma arrojadiza del bloque occidental contra los países que consideran hostiles o no democráticos, mientras pasa por alto la situación de los derechos cuando se trata de gobiernos “aliados”.
En ese contexto, no es de extrañar que AMLO haya respondido con singular dureza a la “resolución” del PE sobre periodistas y derechos humanos en México. Este es un documento que se inserta plenamente en el uso sedicioso del tema de derechos humanos. Una lectura del mismo revela su sesgo y mala fe. De hecho, el texto recoge los tópicos centrales del bloque conservador mexicano, que son presentados por el PE como conclusiones “propias”.
Tanto el tono como el contenido del escrito son impropios. El PE se da el lujo de deformar los hechos y de ignorar las acciones del actual gobierno para atender el problema, muy real, de inseguridad y peligros para los periodistas. Dice que AMLO ha utilizado una “retórica populista” para “denigrar e intimidar” a periodistas, propietarios de medios y activistas. Se da a entender que el gobierno persigue a los periodistas y que es ese hecho lo que explica los ataques criminales. Euromentiras. Y por otra parte se dejan de lado las acciones y medidas que el gobierno ha puesto en práctica. Por ejemplo, la investigación inmediata de los asesinatos y los logros en detenciones de los autores materiales e intelectuales (v. gr., casos de los periodistas Heber López, Lourdes Maldonado y Margarito Martínez). Esa combinación de manipulación e injerencia es lo que indignó al Presidente.
Hay el riesgo de que Europa se vuelva cada vez más petulante y etnocéntrica. En todo caso, hay mucha incongruencia en hablar de persecución de periodistas en México, mientras mantienen encarcelado a Julian Assange en Londres y censuran sin miramientos a medios como Russia Today (RT) y Sputnik News. En esa misma región eurocéntrica se rechaza a los que manifiestan una visión crítica sobre las causas de la guerra en Ucrania y el penoso papel de los gobiernos y líderes europeos en el proceso. Pobre Europa. Quizás no sería mala idea que se emitiera una resolución latinoamericana sobre el deterioro de los derechos humanos en la Unión Europea.
*Presidente del Congreso de la CDMX
Twitter: @diazpol