“Alguien tiene que contarlo.” Con esa frase, Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada, atajaba cualquier sugerencia familiar o amistosa para abandonar la cobertura del narcotráfico en su labor periodística. Hoy se cumplen cinco años de que el crimen organizado la asesinó, la mañana del 23 de marzo de 2017, por sus trabajos revelando la irrupción de la narcopolítica en la serranía de Chihuahua.
Originaria de Chínipas, Chihuahua, municipio en la baja Tarahumara, Breach salió a los ocho años. Tiempo después, la problemática de la región se convertiría en obsesión profesional y ese compromiso sellaría su destino por denunciar la compleja situación que enfrentaban en particular las comunidades indígenas, las más vulnerables en la entidad.
“Abandonados por los tres niveles de gobierno durante décadas, los pueblos serranos sufren el azote del narco, la violencia, drogadicción, deterioro acelerado del ambiente y, para colmo, el afianzamiento de nuevos cacicazgos políticos y económicos con el apoyo del crimen organizado, sin que nadie se interese en ello. Pero la historia se repite: Chínipas, Guazapares, Moris, Urique, Batopilas, Morelos, Ocampo, El Tule, Balleza, Huejotitán, ‘donde se ponga la mano’, como también me dijo Socorro, una aguerrida mujer chinipense.”
Así describía Breach la problemática de la región en un reportaje de 2007 recogido en el estudio Diagnóstico y propuestas sobre la violencia en la Sierra Tarahumara para la sociedad civil, comunidades, autoridades estatales y federales 2006-2017. La siguiente década de su vida se dedicó a documentarlo en La Jornada y en medios locales.
El referido análisis destaca que en ese periodo la presencia del crimen organizado en la zona pasó de cinco a 20 municipios, con su cauda de repercusiones, como homicidios, secuestros, desplazamientos forzados de las tierras a las comunidades y aumento de la pobreza. Temas reflejados en los trabajos de Breach.
“Mi tía era una mujer entrona, apasionada en todo, para lo familiar y lo profesional”, apunta Alcira Breach. Sus viajes a la sierra eran frecuentes para documentar lo que pasaba en la región. “Los últimos años dejó de hacerlo”, por las amenazas crecientes en su contra.
Aunque primero pretendió ser bióloga marina y se fue a estudiar a La Paz, Baja California Sur, un año bastó para corroborar su incompatibilidad con esa profesión, recalando en la ciencia política, comentan sus familiares. Años después retornó por motivos familiares a Chihuahua y con ello, el rencuentro con su tierra, cuyos problemas reflejó desde el periodismo.
“La historia es la misma en las comunidades de La Lobera, Milpillas, El Huicochi, Las Chinacas, en el municipio de Chínipas; El Manzano, en Urique; Ocoyachi y Jicamorachi, en Uruachi; Bocoyvo, en Batopilas; El Durazno, en Guadalupe y Calvo: grupos de sicarios irrumpen, ordenan a los pobladores dejar sus viviendas; luego se asientan en la zona para sembrar amapola, de la que obtienen goma de opio, base de la heroína, cuya demanda desplazó el cultivo de mariguana en la región.
“El asesinato de familias completas y el desplazamiento forzado que ocurre en Chínipas, en la parte baja de la sierra Tarahumara –en los límites con Sonora y Sinaloa–, es un botón de muestra de la situación general que priva en la sierra”, publicó Breach en La Jornada (6/8/16), siete meses antes de su asesinato a las puertas de su casa.
A Miroslava la marcó profesionalmente un día que, muy joven, trabajando para un periódico local atestiguó en la sierra un episodio sangriento contra indígenas para arrebatarles sus tierras: “Llegó muy apesadumbrada por lo que vio”.
Desde entonces buena parte de sus reportajes involucraron la temática indígena. Por eso, cuando murió, desde la sierra, comunidades organizaron una procesión a la capital para honrar su memoria.
Quisieron detenerla no sólo con amenazas, sino también con muy generosos ofrecimientos económicos para acallar sus escritos que paulatinamente documentaron el nexo entre el narcotráfico y la política en la región serrana de Chihuahua. “Nunca lo aceptó. Me acuerdo que me decía: ‘Ni viva ni muerta nadie va a poder decir que yo recibí un cinco por cambiar de opinión’”, narra uno de sus familiares.
“Miroslava Breach ha sido asesinada a mansalva; los ocho tiros disparados contra ella por un asesino profesional, en un acto calculado de violencia extrema, deja profundamente herido al mejor periodismo de Chihuahua y muestra cuán grave es la descomposición de un estado que se desangra por la impunidad con la que actúan los corruptos y los criminales desde hace años.
“No es la muerte de una periodista más, es la muerte de nuestra sociedad, que poco a poco se ha estado acostumbrando a que asesinen a sus mejores personas, silenciándolas de muy diversas maneras…”, escribió Olga Alicia Aragón en estas páginas días después del asesinato.