México tiene una larga historia en el tenis. Un trayecto extenso, pero desigual, con interrupciones y épocas difíciles de poco esplendor. La primera cancha de este deporte en el país fue construida en 1876 y fue fundada por los ingleses que llegaron a explotar las minas en Hidalgo. Otros británicos, éstos de la Compañía Petrolera El Águila, fundaron el primer club del llamado deporte blanco en 1916 en Tampico, Tamaulipas, con el nombre de Club de Tenis Águila.
A esta ciudad regresa un torneo emblemático para el desarrollo de este deporte en México, el Abierto de Tampico, tras dos años de ausencia por la pandemia; se llevará a cabo del 24 al 29 de octubre, con las mejores tenistas de este país y dos sorpresas de calidad Grand Slam.
El certamen de la Serie 125 femenil busca ubicarse no sólo como el mejor de la categoría en Latinoamérica, sino como un referente a escala mundial, afirmó su director, Fernando Tamayo.
“Hay una gran historia del tenis en México, pero carece del orden que han tenido otros países que destacan en este deporte”, señaló Tamayo durante la presentación.
Este tipo de torneos permiten a las tenistas mexicanas medirse con lo mejor en su clase, por lo que tener regularidad y estructura –dijo Tamayo– será necesario para su resurgimiento en el país.
“No tener sólo un tenista, sino una generación de jóvenes que destaquen en los distintos circuitos, como ocurrió alguna vez”, mencionó.
En este certamen se espera la participación de Marcela Zacarías, número dos de México, y la posibilidad de invitar a la sorpresa de Roland Garros en 2020, Renata Zarazúa, quien ganó en la calificación y primera ronda.
El complejo que se construye dejará canchas de manera permanente para que niños y jóvenes sin recursos económicos para pertenecer a un club puedan iniciarse en el tenis.