Zumpango, Edomex., Con el brazo derecho saludaba a lo lejos mientras se estrechaba con aquellos que tenía junto a él, plantaba besos en las mejillas, se tomaba fotos, respondía a las conversaciones. Y no dejaba de sonreír. El presidente Andrés Manuel López Obrador se presentó ayer en Santa Lucía, con paquete completo; cumplió su promesa: entregó el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, una obra monumental, espacio funcional, luminoso, con notable manufactura. Su regocijo era la respuesta a sus detractores, quienes aún con la evidencia enfrente se lanzaron a otra ominosa batalla en las redes.
El acto hasta ahora más significativo de su gobierno, por la materialización de un compromiso, significó para el tabasqueño un manantial de fortaleza y osadía hasta burlar a sus ayudantes, y tomar solo los pasillos de las salas de espera y de documentación saludando a quien se le acercara. Había concluido la ceremonia de entrega del aeropuerto, y al asomarse al sitio donde se encontraban las orquestas juveniles de Oaxaca y Veracruz, la emoción lo desbordó cuando interpretaron la pieza musical que le cala: Dios nunca muere.
Desde la madrugada, la jornada resultó redonda para López Obrador. En menos de 45 minutos fue trasladado de Palacio Nacional al nuevo aeropuerto. La terminal se encontraba iluminadísima en todas sus avenidas. Los accesos vigilados por efectivos militares. Y desde esa hora la actividad vial en la cercanía era intensa.
A eso de las seis y media de la mañana rodó el primer avión que estrenó la pista del AIFA. A las siete comenzó la cotidiana conferencia de prensa en la terminal de pasajeros, y donde se muestra que la austeridad no es sinónimo de malhechura. Desde esa hora ya se veía la complacencia en el rostro de quien fue objeto hasta de burla, por su decisión de ponerle fecha de terminación a un proyecto que, se consideraba entre sus adversarios, iba a ser imposible de culminar.
Y, además, en la fecha del natalicio de Benito Juárez, uno de sus personajes icónicos, el Presidente acudió a la ceremonia de inauguración, con una visita previa a la torre de control para atestiguar el aterrizaje del primer vuelo comercial proveniente de Tijuana. De ahí bajó al sitio donde la Secretaría de la Defensa desplegó miles de sillas para los asistentes. Desde niños y jóvenes músicos provenientes de Oaxaca y Veracruz, hasta empresarios prominentes, sobresaliendo Carlos Slim, políticos (Alejandro Murat, Alfredo del Mazo, Omar Fayad, Enrique Alfaro), el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, y el general en retiro Salvador Cienfuegos, ex titular de la Sedena y preso durante meses en Estados Unidos. Todos en un acto de interés, curiosidad y mucho calor.
Slim dijo en un momento que la terminal aérea “quedó muy bien; es una construcción espectacular, hecha en un tiempo extraordinario. Es para el bien de la sociedad, la inversión y la generación de empleos”. Y el diplomático estadunidense Ken Salazar replicó que el de ayer significaba un día histórico. El aeropuerto le pareció “muy bonito”.
Frente a todos ellos, el éxito por haberse cumplido la misión desbordó al mandatario. En contadas oportunidades se le ha visto como ayer. Como él llega a decir: “¡feliz, feliz, feliz!”.
Con ese ánimo, no escatimó los saludos que lo recargaban de vigor. El gentío lo separó de sus acompañantes del día y se les escabulló a los generales Luis Cresencio Sandoval y Ricardo Vallejo, y al ver que el Presidente se les adelantaba apuraron el andar, y entre la prisa el general secretario fue interrogado: “¿está contento?”, y él, con una sonrisa aún más grande, exclamó: “sí, terminamos en tiempo…”.