“Tripulación, próximos para el despegue”. Eran las 13:16 horas cuando las turbinas del Airbus 320, vuelo 4411 de Viva Aerobus incrementaron su potencia para iniciar el vertiginoso trayecto y despegar desde la pista del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles con destino a Monterrey. Salió con 47 minutos de retraso, mas no hubo disgustos a bordo y sí algarabía, aplausos, y gritos. “¡Por fin, un nuevo aeropuerto!”
El costo del boleto incluía vivir la experiencia del día inaugural de la primera de las obras emblemáticas del obradorismo y en el plazo fijado: 21 de marzo de 2022. Aunque muchos hayan sorteado los avatares para llegar a la terminal aérea.
Surcando ya los cielos, había turbulencias. Y se agitó ligeramente la aeronave en su maniobra para enfilar hacia el norte. El vuelo incluyó un fugaz e inesperado recorrido por el valle de México que permitió apreciar, a la distancia, los vestigios del aeropuerto que nunca fue. La mayor obra de infraestructura planeada por Enrique Peña Nieto, convertida ahora en una inmensa mole de cemento sobre Texcoco, a la espera de un mejor destino.
Antes del amanecer y para un futuro de largo plazo
Mucho antes del amanecer, un agitado trajinar envolvió al AIFA antes de su inauguración oficial. Jéssica llegó desde Huixquilucan de donde salió a las 4 de la mañana para colocar su módulo para detectar covid. A las 11 horas, sólo había aplicado una prueba.
De a poco, los obradoristas fueron tomando una terminal aérea. Era una fecha especial, afirmaba Cristina Díaz, una de las abuelas que han seguido a Andrés Manuel López Obrador desde mucho tiempo. “Nos formó la conciencia política desde el desafuero”, gritaba ayer para hacerse entender en medio de la algarabía del lugar.
Entre la cantidad de gente, los viajeros podían abrirse paso para visitar un museo de sitio en honor al general que legó el nombre al aeropuerto: Felipe Ángeles.
Es el espacio que dedicó la Secretaria de la Defensa Nacional para reivindicarlo a más de un siglo de su muerte, bajo el adagio “Dilemas y decisiones de un revolucionario”. El sitio dedicado a su memoria tiene la rúbrica de una de sus célebres frases: “No digo que tendré éxito, tal vez fracase, pero moriré en la raya enamorado de un ideal”.
La presencia del jefe de gobierno federal en una zona militar –que al fin y al cabo así lo es el aeropuerto, antes conocido como Base Militar de Santa Lucía–, estuvo flanqueada por soldados y guardias nacionales por todos lados. Controlaron el ingreso a las salas de espera con una aprendida amabilidad. Forman parte del batallón de la Guardia Nacional destacamentado en el AIFA.
Deambular en búsqueda de la sala 105, ubicada en los confines de la terminal, revela que los ritmos castrenses de la construcción rebasaron las proyecciones comerciales de franquicias y empresas.
Apenas un puñado de locales operando y pero la mayoría con avisos de “próxima inauguración”, para que el pasajero de hoy se imagine dónde se venderán pizzas, donas, tacos al pastor...
Entre los pocos espacios abiertos, un local de artesanías, textiles y sombreros de Tizayuca, Nopala y Tenango, a precios de tianguis. Las artesanas llegaron a las 6 de la mañana aunque para las 11 no han vendido por las restricciones de desplazamiento motivadas por la ceremonia inaugural. Su expectativa es que puedan recuperar los gastos del traslado durante la semana que les prestaron el local.
Metros más adelante, una joven está al frente de un módulo con una maqueta de los alrededores del AIFA. Su negocio es vender naves industriales: “el hub logístico multimodal más grande de América: T-MexPark”. Después de un incipiente negocio de venta de donas, hay otras ofertas: “Invierte seguro, invierte en Bellhouse”, una comercializadora de franquicias.
También se anuncian futuras salas lounge para aminorar el hastío de la espera cuando el flujo alcance las proyecciones: 19 millones de pasajeros al año.
En la sala 105 está previsto el abordaje de los vuelos de Viva Aerobus a Monterrey y Volaris a Guadalajara. A la distancia ya se escuchan los acordes festivos de la Orquesta Sinfónica de Lázaro Cárdenas, Michoacán, ataviados con los trajes festivos de su región.
Héctor Sánchez, es un transportista de Ecatepec que adquirió los boletos motivado principalmente por vivir este día y ser de los primeros en volar desde el AIFA, una obra que, dice convencido, “vale mucho la pena...” Hace una pausa para acotar: “cuando todo esté terminado, porque hoy todavía muchos caminos para venir acá son una tristeza… ¡Pero ya verá cuando esté totalmente terminado”!