Europa se sacude: sus gobiernos –fieles a las instrucciones dadas por papá Biden– han desatado otra guerra, pero ésta en contra de los consumidores comunitarios. Serviciales, aplican (casi todas) las sanciones dictadas por Washington para “socavar” a Rusia, pero lo único que han logrado es golpear a sus propios “representados” con crecientes precios de los combustibles que repercuten en toda la cadena de producción, distribución y comercialización. Y eso que Moscú aún no cierra la llave.
Dependientes en grado sumo del petróleo y el gas rusos, de sus respectivos cuan brillantes gobiernos los consumidores comunitarios sólo han obtenido “exhortos” para que se bañen con agua fría, caminen lo más que puedan, eviten la calefacción en los hogares, “corten el gas”, utilicen dos o tres capas de ropa para aguantar el frío, ahorren energía eléctrica y “cada gota” de gasolina, y “reduzcan la velocidad al mínimo” a la hora de usar –sólo en caso extremo, desde luego– un vehículo automotor. “Hay que cortar el cordón umbilical con Rusia”, propone el brillante alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell.
Lo anterior sólo en el caso de los combustibles, porque los consumidores comunitarios también enfrentan alza en los precios de los alimentos. De hecho, siempre en la tesitura de las buenas ideas, el ministro alemán de Agricultura, Cem Özdemir, recomienda a sus paisanos “consumir menos carne” (él se reconoce vegetariano) como método eficaz para enfrentar la carestía y hacer frente al eventual desabasto. Mientras, la inflación galopa.
A raíz de las sanciones (marca Biden) para “socavar” a Rusia, los consumidores europeos sólo han visto cómo se incrementan rápidamente los precios de los combustibles y los alimentos. Por ejemplo, los alemanes pagan (promedio) el equivalente a 50.40 pesos mexicanos por litro de gasolina (el tercero más elevado del mundo, junto con Italia, Finlandia y Países Bajos, con un incremento superior a 40 por ciento en las últimas semanas), mientras en Rusia apenas está por arriba de 9 pesos. Lo mismo sucede en Francia (45 pesos por litro), Portugal (46), España (42), Dinamarca (47), Noruega (49), Reino Unido (45) y así por el estilo. Y ello se da –hay que insistir– sin que Rusia haya cerrado la llave de petróleo y gas. (En Estados Unidos el combustible se ha encarecido en cerca de 30 por ciento en apenas un par de semanas).
Mientras los creativos “líderes” comunitarios se esfuerzan en “encontrar la solución” al aumento de precios en los combustibles, en Europa el horno no está para bollos. Por ejemplo, un despacho de la agencia alemana de noticias Deutsche Welle reseña que “las carreteras de las principales ciudades y retenciones en las fronteras españolas, portuguesas y francesas han sido las primeras consecuencias de la huelga indefinida que los transportistas de estos tres países han declarado ante el aumento de los precios del petróleo. En España, algunas gasolineras acusaban falta de combustible, y las previsiones auguran que el paro puede ir para largo, después del fracaso de la reunión que mantuvieron representantes de los huelguistas con la administración central hispana”.
Además, “en Portugal centenares de camiones se encuentran estacionados al borde de carreteras; unas 6 mil personas se manifestaban en la ciudad belga de Amberes contra la pérdida de poder adquisitivo. Los participantes pidieron a los políticos que se dediquen más a los problemas diarios de los ciudadanos. Los sindicatos belgas piden, entre otras cosas, un IVA reducido para el gas y electricidad, cuyos precios podrían subir (adicionalmente) hasta 40 por ciento a finales de este año; también están provocando polémica en Alemania”. La huelga indefinida de transportistas “amenaza el abastecimiento de alimentos y otros suministros, mientras las grandes organizaciones empresariales y el gobierno los rechazan como interlocutores y los vinculan a la ultraderecha.
Entonces, qué bueno que los “líderes” comunitarios, por instrucciones de papá Biden, decidieron “socavar” a Rusia.
Las rebanadas del pastel
De acuerdo con fuentes de la industria farmacéutica, con la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles creció exponencialmente la compra a granel de Vitacilina, especialmente por parte “de aquellos grupos de intereses creados que quisieran que nos fuera mal, inclusive que le fuera mal al país” (Andrés Manuel dixit).