Madrid. Una nueva forma de hacer fibra de carbono podría convertir los subproductos de la refinería en materiales estructurales ultraligeros de alto valor para automóviles, aviones y naves espaciales.
Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), del Instituto de Investigación del Oeste y el Laboratorio Nacional Oak Ridge, todos en Estados Unidos, idearon una forma de fabricar estas fibras ligeras a partir de una materia prima muy barata: el pesado y pegajoso material de desecho que queda del refinado del petróleo, material que las refinerías suministran hoy para aplicaciones de poco valor, como el asfalto, o que acaban tratando como residuo.
La nueva fibra de carbono es barata de fabricar y ofrece ventajas sobre los materiales tradicionales de ese producto porque puede tener resistencia a la compresión, lo que significa que podría utilizarse para aplicaciones de carga.
La investigación, que se publica en Science Advances, comenzó hace unos cuatro años en respuesta a una petición del Departamento de Energía, que buscaba formas de hacer más eficientes los coches y reducir el consumo de combustible disminuyendo su peso total. “Si miras el mismo modelo ahora, comparado con el de hace 30 años, tiene significativamente más peso, el cual ha aumentado más de 15 por ciento dentro de la misma categoría”, señaló en un comunicado Nicola Ferralis, del MIT.
Un coche más pesado requiere un motor más grande, frenos más potentes, etcétera, por lo que la reducción del peso de la carrocería u otros componentes tiene un efecto dominó que produce un ahorro de peso adicional.
Los compuestos de fibra de carbono no son una idea nueva, pero hasta ahora sólo se han utilizado en algunos modelos muy caros. La nueva investigación pretende cambiar esta situación proporcionando un material de partida de bajo costo y métodos de procesamiento relativamente sencillos.
Las fibras de carbono de la calidad necesaria para la automoción cuestan entre 10 y 12 dólares por libra, apuntó Ferralis. “Pueden ser mucho más”, hasta cientos de dólares por libra para aplicaciones especializadas como los componentes de naves espaciales.