Medyka. Con un fusil cuerno de chivo en las manos, Alexéi camina sobre algún punto de Ucrania. Viste ropa táctica y su paso es decidido, reportándose listo para enfrentar el combate en cualquier momento.
Su equipo militar cuenta con todo lo necesario para la guerra, incluido chaleco antibalas en el cual porta los cargadores para el rifle automático y granadas.
Alexéi forma parte de los miles de ucranios que participan en las milicias de resistencia que hacen frente a la invasión de Rusia. Se quedó junto a su hijo mayor, de 20 años. Los dos están decididos a entregar la vida si es necesario.
Su historia es narrada por su esposa, Janna, quien con orgullo muestra en su celular una fotografía en la que Alexéi luce un atavío miliciano y sostiene el AK-47.
Alexéi –afirma su esposa– participó en las resistencias ucranias de 2014, cuando Crimea se anexó a Rusia. “En estos días ha estado en la defensa de Mariupol. Él y mi hijo darán hasta su último suspiro para defender al país”.
Situada a orillas del mar de Azov, esta ciudad portuaria sufre cada vez más los embates del ejército ruso. Las tensiones se elevaron luego de que se dio un plazo a la milicia ucrania hasta la mañana de este lunes (hora de Europa del Este) para entregar su control. Diversas fuentes han señalado que Mariupol se ha convertido también en un lugar con reportes de decenas de desapariciones
En la zona vehicular de este punto de la frontera polaco-ucrania, ayer Janna esperaba reingresar a Ucrania –escapó hace unos días–, a fin de llevar víveres y otros apoyos para los civiles y las resistencias.
Antes de pasar la garita, acepta hablar con los enviados de este diario a cambio de no revelar su apellido. Lucía inquieta y temerosa ante la amenaza rusa, aunque segura de que sus compatriotas harán todo por evitar la caída.
“Mi esposo y mi hijo se quedaron para pelear, defienden el país, en particular nuestra ciudad. Ahora en Ucrania está todo muy difícil, no hay ciudad o pueblo donde la gente se sienta segura. Tengo familia que se ha desplazado hasta en cuatro ocasiones de un lugar a otro debido a los ataques con misiles, que te obligan a esconderte”.
En esta región de Europa del Este, La Jornada logró contactar a otro ucranio alistado en los escuadrones conformados por civiles.
Vadim Vasylkiv se ha atrincherado con varios vecinos para sumarse a la defensa de su ciudad, Vasilkov, 38 kilómetros al sur de Kiev, bombardeada recientemente. Es un punto estratégico para una eventual toma rusa de la capital.
Accede a contestar algunas preguntas de este diario. No teme hacer público su nombre. Se dice orgulloso de ser parte de la lucha, donde hombres y mujeres se han perdido el temor al peligro. “Poco a poco nos acostumbramos a la guerra. Ya no tenemos tanto miedo de morir como al principio”.
Resistir, afirma, es la única opción posible. “No podemos quedarnos y no hacer nada, significaría sufrir. Nos destruiría lentamente. Los que nos quedamos estamos haciendo algo por la patria. Yo tengo dos años de servicio militar obligatorio, así que estoy preparado para el combate”.
Su esposa permanece también en Ucrania. Colabora en un centro de acopio y reparto de ayuda humanitaria para la población civil, la cual llega desde el exterior ya sea por medio de organizaciones civiles, organismos internacionales y ciudadanos.
La resistencia no ha sido sencilla. Asegura que no sólo hay bajas militares, también de muchos civiles. “Hace unos días aviones rusos lanzaron un ataque con misiles balísticos y destruyeron un edificio. Quieren entrar a Kiev por el sur. En las bocinas, entre tres y cuatro veces al día se escuchan las alertas de bombardeos. En ocasiones vamos a los refugios y otras nos resguardamos en lo que se llama rincón israelí: una estancia con cuatro firmes paredes”.
El apoyo y la solidaridad internacional son, destaca, vitales para la supervivencia del movimiento de defensa. “Mientras siga llegando ayuda, nosotros seguiremos resistiendo. Es lo que nos permite sobrevivir tantos días contra un enemigo tan poderoso como Rusia. Esto no es una ‘operación militar especial’, como la llama (Vladimir) Putin. Esto es la guerra”.
En el punto fronterizo de Medyka los cruces no sólo son de refugiados que huyen de la guerra y van hacia Occidente, muchos también entran a Ucrania para llevar, precisamente, esa ayuda de la que se refiere Vadim. A diario, decenas de personas, sobre todo ucranias que días previos habían escapado, vuelven hasta este punto limítrofe con Polonia con el objetivo de entrar de nuevo al país.
Los retornos se dan a pie, en auto o en tren. Llevan víveres, alimentos, agua, medicamentos, equipo de curación y cualquier producto necesario para apoyar a los civiles y a la resistencia organizada para enfrentar a las tropas rusas.
En su automóvil, Janna formaba parte de una extensa fila –de más de un kilómetro– de vehículos alineada en la garita en dirección a Ucrania. Aguardaba paciente que la policía fronteriza polaca agilizara las salidas. El paso se daba de tres en tres.
Vuelven para repartir ayuda
El terror de la guerra la obligó a huir hacia Polonia en días pasados. Deseaba poner a salvo a su hijo menor, de cinco años, y a su madre. Condujo hasta Polonia y cruzó por esta frontera –ubicada en el sureste polaco–. Después, fue a Cracovia para instalarlos en un lugar seguro. Emprendió el viaje de vuelta y ayer esperaba ingresar a Ucrania para entregar ayuda e insumos.
Lex, voluntaria española que ha colaborado desde hace varios días en este sitio fronterizo, detalla que cientos de personas retornan todos los días hacia Ucrania.
“Al principio me sorprendió. Si la gente escapó de su país por la guerra, lo que menos esperas ver es que vuelva mientras el conflicto sigue. Después me di cuenta que lo hacen para llevar cosas. Muchos lo hacen a pie, mujeres en particular, llevan enormes maletas que pesan una barbaridad. La mayoría deja las cosas del otro lado y vuelven. Allá hay enlaces que reparten los paquetes hacia los destinos marcados”
Los voluntarios se han convertido en los testigos más fidedignos de lo que sucede en esta zona. Han presenciado hechos que los dejan perplejos. Como el paso a Ucrania –sin problema a través de esta frontera con Polonia– de “mercenarios” provenientes de diversas naciones, entre ellos ingleses y polacos, dispuestos a sumarse a la guerra. “El fin no se ve pronto”, advierte uno de ellos.