Mientras los propagandistas del bloque Estados Unidos/OTAN/Unión Europea usan la herencia judía de Volodymir Zelensky para refutar las acusaciones de la influencia nazi en el gobierno del “servidor del pueblo” de Ucrania −asimilada a “desinformación rusa” en la nueva ortodoxia narrativa melodramática de los ‘comunicadores’ del “mundo libre, occidental y judeocristiano” de los regímenes Corona de excepción−, la terca realidad asoma con base en hechos verificables y exhibe un rostro distinto a las simplificaciones maniqueas en la hora de la espectacularización de la política: “democracia vs autocracia”, “Occidente vs la barbarie del neozarismo expansionista”. Y la verdad comunicacional, que nunca es objetiva, indica que EU, la OTAN y la UE están del lado de los “nazis”.
Como advirtió de manera temprana (2018) William I. Robinson, tras la mayor dependencia de la economía global del desarrollo y despliegue de sistemas ubicuos de control social de masas, represión y guerra promovidos por fracciones de la clase capitalista trasnacional (capital financiero especulativo, complejo militar-industrial-securitario, las industrias extractivistas y el capital de alta-tecnología/digital) para obtener ganancias y seguir acumulando capital frente al estancamiento –“acumulación militarizada”−, asomaba el rostro del fascismo del siglo XXI. El neoliberalismo con esteroides del trumpismo, el Brexit en Inglaterra y la proliferación de partidos y movimientos neofascistas y autoritarios en Europa –con su discurso xenófobo, de supremacía racial/cultural, un pasado mítico e idealizado, el milenarismo y una cultura militarista y masculinista que normaliza y glorifica la guerra, la violencia social y la dominación−, eran un conveniente recurso ultraderechista a la crisis estructural del capitalismo global.
En la coyuntura, con sus sanciones y censuras, su rusofobia desplegada y sus mentiras en formato épico-humanitario, la dictadura del pensamiento único neoliberal desembocó en el orwelliano “discurso único” de los estrategas de la “nueva realidad” plutocrática de Davos, con su deriva, el “putinazismo”, según la punzante expresión satírica acuñada por el siempre mordaz CJ Hopkins. Y dialécticamente, los “nazis ucranianos” (“nacionalistas” en la jerga propagandística occidental), agrupados en organizaciones extremistas como Pravy Sector (Sector Derecha), abiertamente antisemita y homófobo, y Svoboda (Libertad), singularizados en el batallón Azov −y otras milicias privadas como los batallones Donbás, Aidar y Dnipro, DUK (Cuerpo de Voluntarios de Ucrania) y el C14, antigua ala juvenil del partido ultranacionalista Svoboda, autorizado a realizar pogromos, incluidas “purgas” de gitanos y ataques contra grupos feministas y LGBT con patrocinio del Estado−, son una burda tontería producto de la “propaganda rusa”, ya que Zelensky… es judío.
El paramilitar batallón Azov existe. Más allá de la histeria bélica, la guerra de propaganda al servicio de los intereses geopolíticos de los dos bandos y de la telenovelización del conflicto, desde 2014 el batallón Azov es una unidad de la Guardia Nacional ucrania financiada, entrenada y armada bajo la supervisión del entonces director de la CIA, John Brennan, y por fuerzas especiales del Pentágono (pese a la prohibición del Congreso), Gran Bretaña, la OTAN y la UE, según han documentado la BBC, The Nation, Newsweek, Time, The New York Times y The Guardian, medios insospechados de simpatizar con Rusia o militar en las filas de quienes adscriben la “teoría de la conspiración”. Otra fuente de financiamiento de los batallones Azov, Aidar y Dnipro es el multimillonario mafioso ucraniano de la energía, Igor Kolomoisky, de ascendencia judía, principal apoyo de la candidatura presidencial de Zelensky en 2019.
Liderados por Andriy Biletsky, el Führer blanco, y Dimitro Yarosh, viejo agente de las redes secretas stay-behind de la OTAN (ver Daniele Ganser, Los ejércitos secretos de la OTAN: La Operación Gladio y el terrorismo en Europa Occidental) −con el visto bueno de la ex representante de EU en la OTAN, Victoria Nuland, quien como subsecretaria de Estado a las órdenes de Hillary Clinton y su sucesor, John Kerry, en 2014 orquestó la operación de “cambio de régimen” en Kiev conocida como Euromaidán−, y como forma de sabotear los Acuerdos de Minsk firmados con Alemania y Francia, el batallón Azov fue enviado al Donbás a practicar “tiro al ruso” con la mira puesta en los independentistas de Donietsk y Lugansk, en el marco de una campaña de “desrusificación” de Ucrania que, según las fuentes, en ocho años suma entre 14 mil y 22 mil víctimas asesinadas de habla rusa.
El batallón Azov enarbola las ideas del agente profesional de Hitler, Stepan Bandera, jefe de los colaboracionistas nazis acusado de haber exterminado a 5 mil ucranios y 15 mil judíos, cuyo cumpleaños fue declarado por Zelensky día de conmemoración oficial del nacionalismo ucranio. Zelensky apoya la ideología de Bandera, según la cual la población ucrania tiene dos orígenes: uno, escandinavo y protogermánico, y otro, eslavo. Sólo los primeros son verdaderos ucranianos, los otros son “sólo” rusos… subhumanos. En Internet se pueden encontrar fotos de milicianos del batallón Azov sosteniendo la bandera de la OTAN y la esvástica, mientras su propio emblema contiene el sol negro del ocultismo nazi, que era el símbolo de las SS, cuerpo de élite del führer, y la insignia lateral del rayo. Defensor de la “pureza racial de la nación ucrania”, Biletsky, juró liderar a “las razas blancas del mundo en una cruzada final de supervivencia (…) una cruzada contra los subhumanos ( Untermenschen) dirigidos por los judíos”.
El 16 de diciembre de 2021, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución propuesta por Rusia y patrocinada por una treintena de países sobre el combate a “la glorificación del nazismo, neonazismo y otras formas de racismo”. Obtuvo apoyo de 130 países y 49 se abstuvieron (entre ellos, los de la Unión Europea, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Sudcorea y Japón). Sólo Estados Unidos y Ucrania votaron en contra. Rusia ha presentado la misma resolución cada año desde 2015 y EU se ha opuesto con el argumento de que prohibir la “glorificación del nazismo” va contra la Primera Enmienda de la Constitución sobre la libertad de expresión. La censura a Rusia Today y Sputnik, hoy, desarma tal coartada.