Al ritmo de Agustín Lara, Vicente y Alejandro Fernández, Luis Miguel o canciones infantiles como El candadito, “existen –en la industria cultural– productos que son fundamentales en nuestra educación sentimental y que contribuyen a romantizar ciertos tipos de violencia y ciertas actitudes que se presentan como deseables y, erróneamente, nos enseñan que eso es el amor”, cuenta la escritora Mayte López, “cuando salí de México, por nostalgia, comencé a escuchar música mexicana y pronto noté que no cuestionamos los mensajes que nos trasmiten”, señala.
Varios años después, en un proceso que duró aproximadamente una década, Mayte decidió hacer un llamado a la reflexión sobre las cosas y las coacciones que reproducimos como sociedad, “una invitación a repensar y a mirar la violencia desde otro lado, justamente para detenernos a mirar todo eso que tenemos como normalizado, qué interiorizamos y, al mismo tiempo, preguntarnos qué estamos haciendo y cómo nos estamos relacionando con los demás”, explica. El resultado es Sensación térmica, una novela breve –apenas 170 páginas– que contiene una premisa contundente con la que atrapa al lector. En ella cuenta la historia de la mexicana Lucía y la colombiana Juliana, dos jóvenes que estudian un doctorado en Nueva York. Pero donde, además de las migrantes, la música, la violencia de género y las relaciones –familiares y de pareja–, son también personajes importantes en el relato.
Emocionada por el revuelo que esta causando su libro, la primera edición en España apareció en noviembre pasado y para México fue necesario contar con una segunda, Mayte López explica: “Lo que intento es desmontar la idea de que el amor puede ser sufrimiento. Trato de cuestionar cómo lo concebimos y porqué pensamos que el dolor puede formar parte de ese proceso, sobre todo cuando debería ser todo lo contrario”.
Una mezcla de historias
En Nueva York, Juliana, una joven carismatica y llena de alegría, mantiene una relación que poco a poco va quebrándola. Al notarlo, Lucía intenta acompañarla y en ese acto se transporta a su infancia y revive los distintos tipos de abusos a los que se enfrentó, desde el seno familiar, y que la dejaron marcada. López mezcla de manera ingeniosa dos historias, la primera sucede en el presente de Juliana y Lucía y al final de cada capítulo, inaugurado por una pregunta propia de una sesión terapéutica, aparece una suerte de memoria en la que Lucía va relatando momentos claves de su infancia, “esos fragmentos con la terapeuta son esos momentos de introspección en los que Lucía está hablando de su pasado y cómo este, de algún modo, está regresando –incluso tan lejos de México– y en otro contexto, en otra situación”, apunta.
Gran repercusión
Ahí reside la clave de la repercusión que está logrando Sensación térmica según su editor, Luis Solano, –quién desde 2005 encabeza Libros del Asteroide, una editorial independiente que se caracteriza por publicar textos como cuerpos rocosos que, al igual que la novela de la escritora mexicana, caen desde el cielo y cuyo impacto suele ser temido por feroz–: “es una novela que incomoda e indigna, por eso es relevante, pero al mismo tiempo es entretenida, está bien escrita sin ser pretenciosa, y esto la convierte en un libro que da exactamente lo que promete, que se ajusta a lo que pretende contar y lo hace de manera contundente”, señala.
López, quién estudia un doctorado en culturas latinoamericanas, dedica gran parte de su tiempo a analizar productos y objetos culturales, “me interesa entender cómo los percibimos, cómo los entendemos y cómo los consumimos, hay mensajes violentos en la música, pero también aparecen en otros lados, en las leyendas, los cuentos infantiles e incluso en las canciones que escuchamos en la infancia como El candadito”. Uno de los momentos claves de la historia sucede cuando Dalia, la madre de Lucía, le cuenta a su hija la leyenda del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl y le dice: “Sí, Lucía. Se murieron de amor. Pero ¿no me escuchaste, mija? Morirse es lo de menos”.
Romper el silencio
Pero al final, lo más difícil es romper la cadena de silencio. “En la novela existe la importancia de interpretar los silencios y también señalar eso que no se dice, está construida como un llamado para tratar de entender lo que a veces es difícil de nombrar y difícil de detectar en una relación, tanto desde adentro como desde afuera, porque es difícil decir esto es violento, no siempre podemos, a veces simplemente no tenemos las palabras”.
Pese al inmenso interés que las infancias y la violencia de género –atravesadas, entre otras cosas, por la experiencia de la maternidad– han despertado en distintos escritores y escritoras, su presencia en la literatura es muy breve, aunque algunas autoras como Cristina Rivera Garza, Margarita García Robayo o Pilar Quintana, centran su atención cada vez más en el fenómeno.
La mexicana, nacida en Nueva York, Mayte López aborda con maestría la tragedia de la violencia de género “nos gusta pensar que tal vez este tipo de agresión no es universal pero esa es la idea de la sensación térmica, está en todos lados, en todas partes y se perpetúa por medio de nuestros objetos culturales”, explica. “Mientras crecía vi muchas formas de violencia, sobre todo aquella no explícita en la cultura, en las relaciones de gente que me rodeaba, en las historias que escuchaba, en la música. Mi propuesta radica en la preocupación de visibilizar aquellas formas que no son tan explícitas, apuesto por voltear a mirar la violencia que forma parte de nuestra cultura y de nuestra educación sentimental”, añade. “Cuándo me preguntan por el detonante y el germen de esta novela, pienso que la pregunta le quita universalidad a la historia y contesto: ojalá fuera una anécdota concreta de algo qué pasó, pero la realidad es que es algo que nos pasa todo el tiempo y nos atraviesa a todas, entonces, de ahí nace la idea de mirar a mi alrededor”.
Aunque no es sólo una novela sobre la violencia, sino sobre el dolor, los cuerpos, la educación sentimental y el papel que juega la música en su construcción, Sensación térmica es una obra que se pronuncia contra el dominio patriarcal: “nuestra sociedad es la que produce estos objetos culturales y es la que reproduce esas violencias”. También es cierto que “la amistad, la violencia, los cuidados de los cuerpos son temas que se exploran poco y son, sobre todo, asuntos de los que se habla más desde el punto de vista masculino que desde las escritoras”, señala López. Preguntada por la polémica que surgió principalmente en redes sociales, que invita a la gente a no escuchar ciertas canciones por el contenido de sus letras, sonríe y responde: “la música nace producto de una cultura que hay que analizar, hay que confrontarla y también divertirse con ella, aprovechar lo que se pueda disfrutar de ella”.