El nuevo descubrimiento del Disquero: Giovanni Battista Reali.
Es como uno de los personajes de Pascal Quignard: músicos prácticamente desconocidos que vivieron una vida intensa y no dejaron rastro, salvo su música prodigiosa.
Al igual que Monsieur de Sainte-Colombe y Simeon Pease Cheney, dos de los músicos que descubrió Pascal Quignard, Giovanni Battista Reali creó belleza donde cundía el mal del mundo: las enfermedades, la miseria, la desigualdad social, los malos sentimientos.
El barroco es la gran respuesta a todos aquellos males: frente al horror, la belleza vence. La belleza, que es sinónimo del amor.
Giovanni Battista Reali nació en 1681 en Venecia, donde tuvo una deslumbrante trayectoria como violinista y compositor. Publicó poco pero precioso; ocupó distintos cargos en Venecia hasta que en 1727 fue nombrado maestro de capilla del duque de Guastalla en Émilie-Romagne, una comunidad de la provincia de Reggio d’Emilia-Romagne, en Italia, y ahí se pierden sus huellas.
Nadie supo nada más de él.
Debemos su descubrimiento al ensamble especializado Le Consort, integrado por jóvenes músicos franceses de calidad enorme, quienes se juntaron en 2016 para cultivar repertorio fascinante, a la fecha cinco discos imperdibles.
Los integrantes de Le Consort: Sophie de Bardonnéche, Théotime Langlois de Swarte, Louise Pierrard y Justin Taylor.
Sus discos: Venez cher ombre, con la mezzosoprano Eva Zaïcik y dedicado a las cantatas de Monteclair, Clérambault y Lefebre, en 2019; Royal Handel, también con la mezzo Zaïcik, integrado por arias de ópera de Handel, Ariosto y Bononcini. Su cuarto disco es 7 Particles, de 2018, con partituras de Vivaldi, Handel y Telemann.
La vocación de este ensamble de primer nivel consiste en traernos belleza que estaba escondida. Por ejemplo, desde que fundaron Le Consort, se enamoraron perdidamente de las sonatas de Jean-François Dandrieu, que hasta que ellos las dieron a conocer, permanecían inéditas.
Jean-François Dandrieu es otro de esos personajes dignos de Pascal Quignard: creó belleza en este mundo pero su existencia y su obra permanecen en las sombras. Hasta que llegaron estos jóvenes franceses a traernos la flama de aquella belleza.
Así son considerados los integrantes de Le Consort: “El rigor de su estilo puede notarse en el balance de su vocabulario en las ornamentaciones, que fluyen y esparcen una variedad que los ubica entre los ensambles líderes en su campo. Intérpretes de altura en la escena de la música barroca francesa”, escribió la revista Diapason.
El nuevo disco de Le Consort es el que hoy nos ocupa: se titula Specchio Veneziano porque dibuja los perfiles, puestos lado a lado, de los dos gigantes de la música barroca veneciana: el muy popular cura rojo, don Antonio Vivaldi, y el muy misterioso, nuestro personaje, don Giovanni Battista Reali.
Es un espejo porque ambos vivieron en Venecia, crearon en Venecia, publicaron muy jóvenes su Opus 1 con el mismo tema: las trio sonatas, género hermoso por antonomasia.
El formato trio sonata fue inventado prácticamente por un arcángel: don Arcangelo Corelli (1653-1713) la estructuró en cuatro movimientos: lento-rápido-lento-rápido y es el mismo tiempo uno de los más grandes precursores de la sonata preclásica y el concerto grosso.
Otros cultivadores notables del trio sonata: Henry Purcell, Johann Sebastian Bach, Tomaso Albinoni, Dieterich Buxtehude, François Couperin…
Los primeros 13 de los 28 tracks que comprende el disco Specchio Veneziano contienen el universo Reali. El primero es una obra maestra de elegancia, portamento y, sobre todo, misterio. Nos envuelve en la magia del misterio y nos enlaza de inmediato con el halo de magia y misterio que envuelve a uno de sus iguales: Monsieur de Sainte-Colombe y el primer tema de la siguiente obra en el disco: Sinfonia XII (Folía) nos conecta con Henry Purcell y con Handel, al mismo tiempo.
Giovanni Batttista Reali introduce novedad extrema alterando la métrica: cambia el tempo triple de la Folía a doble en las últimas dos variaciones y el efecto es sumamente dramático, haciendo que el intérprete acelere el ritmo (de acuerdo con las notas en el cuadernillo del disco, el término “accelerando” no había aparecido en ninguna partitura).
También forma parte de la magia de la música de Reali su uso distintivo de notas repetidas, juegos de texturas, dramatizaciones, resonancias y frases fragmentadas en un lenguaje de simbiosis y muy inspirado.
¿Se parece la música de Reali a la de Vivaldi?
Mucho. Es por eso que el disco se titula Specchio Veneziano. Son como dos gotas de agua mirando hacia la catedral de San Marcos.
Otro detalle importante: las obras incluidas en este disco constituyen el Opus 1 de ambos, veinteañeros, rebeldes, revolucionarios del sonido. Estas óperas primas son más que primas, son hermanas gemelas.
Resulta interesante que ambos, Reali y Vivaldi, eligieron el género trio sonata para su Opus 1, como hicieron en su momento otros seguidores del arcángel Corelli.
Ambas colecciones de trio sonatas están igualmente estructuradas en 12 trio sonatas, la última de ellas es un set de variaciones virtuosísticas en tiempos triplicados conocidos como La Folía, en alusión al frenesí de la danza.
El gemelo de Reali, Antonio Vivaldi, recurrió a las siguientes formas de danza en el cultivo del género trio sonata: allemanda, capriccio y gavota.
Ambas músicas, las de Reali y Vivaldi, llegan al frenesí en las folías, nos sumergen en serenidad en los movimientos lentos y nos conducen finalmente a una atmósfera de intensidad contemplativa.
Este hermoso disco, Specchio Veneziano, además, nos recuerda que el territorio de la música es infinito, que los compositores que conocemos son apenas la punta del iceberg, porque hay un ejército de músicos iguales e inclusive superiores a ellos, que lograron colarse a la posteridad.
Si me preguntan, contestaré que Reali es mejor músico que Vivaldi. Y así deben existir muchos espejos de Mozart, por ejemplo sus amigos checos, con quienes se divertía de lo lindo. Hay muchos compositores que suenan casi idénticos a Mozart, al igual como sucede en este disco, donde hay un autor, Reali, que suena igualito que Vivaldi y, ya lo dije, inclusive suena mejor.
La lección es: hay mucho por descubrir todavía en el universo de la música.
Y ya que dije Vivaldi, mañana, domingo 20 de marzo a las 9:33 de la mañana, tiempo del centro de México, ocurrirá el equinoccio de primavera y para muchos es un ritual poner a sonar La Primavera, de Vivaldi, observar una reproducción de La primavera, el mural de Botticelli y, la parte más importante y bella del ritual: sonreír.
Sonría usted, hermosa lectora, amable lector.
Ya llegó la primavera.