No parece haber remedio para las oposiciones. Perciben demasiado provocadoras las acciones o la actitud del Presidente. Pero, sobre todo, las palabras insertadas en la narrativa –usualmente durante las mañaneras– les sacan, desde mero adentro, rabias y corajudos desprecios. Unas porque, a menudo, AMLO introduce rasposas ideas y posturas a lo acostumbrado como normal. Otras porque los muchos difusores aliados no tratan de entender el propósito de la innovación, sino de inmediato proceder a contrariarlo. Así se puede distinguir el encono por asuntos como calificar de pausa a las relaciones entre México y España o escribir dura respuesta a la reciente declaratoria de los parlamentarios europeos.
La andanada ha llenado de epítetos columnas y artículos en la prensa. Las voces en radio y demás medios se han unido al febril coro de ataques y denuestos. Siempre incluyendo menosprecios hacia la persona del tabasqueño: provinciano, corto de lenguaje, pedestre internacionalista, lanzador de escupitajos. Hay, en el fondo de este muro, formado por belicosos opositores, toda una gama de indicios que los muestran carentes de una visión alterna. Sus negativos juicios se basan en airados supuestos que los llevan a conclusiones erradas y predicciones con fines grotescos. En concreto, tales posturas no dejan resquicio para el mínimo contacto entre partes. Pero todos esos, estelares críticos, aseguran que es, la presidencial, quien provoca la polaridad en marcha. Jamás reconocen su mano, pretendidamente ilustrada aunque testaruda, como aliento al enturbiado ambiente, con sus diatribas y soplamocos.
Si la palabra pausa llevó a la incomprensión de las mejores prácticas de política externa, la réplica a parlamentarios los ha elevado a clasificar el atrevimiento a singular atentado. Una inmerecida manera de corromper las relaciones con tan ilustre ensamble de diputados europeos, aseguran. No cualquier parlamento, alegan con evidente admiración, sino a ese compuesto con hombres y mujeres blancos y civilizados. Un órgano que, en uso de su legítima y fundada preocupación, reclama a este oscuro país mal gobernado por los muchos periodistas asesinados. Máxime que, el mismo Presidente, diariamente golpea a los trabajadores de tan crucial materia. Genera así, se sobrentiende, un clima inductivo de esos crímenes. Admitir que nuestro Presidente, el de todos, quiéranlo o no, se vea obligado a contestar, con energía hasta sobrada, que México ya no es tierra de subyugados y entreguistas, sino de seres libres y soberanos, les causa pena ajena. Cómo decirles “borregos” a quienes actúan como tales. O se puede pensar que esos diputados son por completo ajenos a pendencias, intereses (reforma eléctrica) o dislates. Fueron y son, en verdad, prepotentes colonialistas. Bien podía el Presidente erigirse en juez de los muchos, incontables problemas, dramas humanos y crímenes constantes de y entre europeos, para recomendarles mesura, mejor trato a sus ciudadanos y, sobre todo, a los inmigrantes de pueblos que siguen siendo, inexcusablemente, explotados por ellos. ¡No! Eso sería mala educación, inmerecido trato para con los que son árbitros del buen gusto, árbitros de la decencia. De inmediato salieron a la palestra ex embajadores y demás letrados en relaciones exteriores y deberes diplomáticos, para engrosar la cargada opositora. Trataron de poner orden y dictar buenas maneras en la disputa que no es sólo de palabras, sino de soberanas actitudes.
Sobre este caldeado ambiente, el Presidente incluyó otras versiones de su política externa. Condenó, como debe ser, cualquier invasión entre pueblos y naciones. Pero se negó a unir al país en los castigos decretados por el llamado Occidente (eufemismo del imperio vecino) Una revisión, a vuelo de pájaro, sobre los problemas no resueltos y atrocidades cometidas por los gobernantes ucranios es un trabajo pendiente para mejor situarnos en esta guerra imbécil. Los líderes de Ucrania, uno tras otro, se encaramaron en el poder por ello mismo. No pudieron conducir su país en el traumático cambio de una economía planificada a otra de mercado. Su desconocimiento fue, sigue siendo, casi absoluto de reglas, métodos y supuestos. Y, por ello se pusieron, por completo, en manos de Estados Unidos, sus líderes y organismos multilaterales (FMI, BM, OTAN). También buscaron en ese país protección y amparo contra los rusos a los que parte de la población veía y ve como un peligro cierto, vital. No supieron actuar con la mínima honradez y sana visión. Tampoco entendieron la profunda división ideológica y de intereses entre sus pobladores. Poco a poco, pero consistentemente, se fueron acercando a la confrontación armada. Y ahí aparece ahora una de las naciones más endeudadas del mundo caminando hacia la destrucción, que puede ser monumental, de su economía, planta productiva, convivencia e infraestructura.