Si no se hubiera subsidiado el impuesto especial a productos y servicios (IEPS) a las gasolinas, el litro del combustible estaría entre cinco y seis pesos más caro, es decir, rondando 30 pesos o más, aseguró el titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), Francisco Sheffield.

Afirmó que ese dinero debe quedarse en el bolsillo de los consumidores y no en el de los gasolineros, quienes, en algunos casos, abusan y en lugar de mantener el precio promedio en 22 pesos con siete centavos, han pretendido darlo hasta en 30 pesos el litro.

Junto con la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, el servidor público pidió a la población denunciar a las gasolineras, para que “no se pasen de rosca”, a fin de tomar cartas en el asunto, no en el tema directo del precio del combustible, pero sí en otras variables en las que tienen competencia.

Explicó que en las gasolinas y en el diésel no hay precios máximos, sino un sistema de incentivos mediante la deducción del IEPS, que ahorita es de 100 por ciento, es decir, los gasolineros no lo están pagando esta semana.

“Queremos que ese ahorro llegue finalmente al bolsillo de las y los consumidores, que llegue reflejado al tanque de gasolina.”

Ayer el precio promedio de la gasolina regular estaba en 22 pesos con siete centavos el litro, la premium en 24 pesos con cinco centavos y el diésel en 23 con tres centavos. De las casi 300 gasolineras en la Ciudad de México, 80 por ciento expenden el combustible en ese rango. Del 20 por ciento restante, la mitad está por abajo del precio promedio y la otra por encima, refirió.

Respecto de las franquicias que aducen que su combustible es más caro porque cuenta con un aditivo que da un mayor rendimiento, el funcionario comentó que todas las gasolinas, incluida la de Pemex, lo tienen, y todos “alegan que hace maravillas”, pero es más una cuestión de mercadotecnia que no justifica las diferencias en el precio.

Diariamente en las redes sociales del C5 se publicarán las estaciones de servicio que venden más barata la gasolina y las que la venden más cara, con el objetivo de regular el mercado del combustible.