Al escribir estas notas las tropas rusas cercaban Kiev (Kiev para los rusos, Kyiv para los ucranios). El brutal baño de sangre que ya ha tenido lugar, previsiblemente crecerá en la capital ucrania. Quizá haya choques de ejércitos regulares contra guerrillas, y sus resultados inciertos. “Estamos listos para defendernos hasta el final; no nos rendiremos nunca”, son exclamaciones de quienes dicen dirigir la atrozmente golpeada Ucrania.
Nunca ninguna guerra tuvo final feliz. Aun los vencedores deben contar a sus muertos. La marioneta de Occidente que funge trágicamente como presidente de Ucrania no tiene poder alguno en las decisiones de su país. Las decisiones, a plena luz del día, están en manos de Joe Biden, ya directamente, ya por intermedio de los mandatarios-súbditos de la Unión Europea (UE). El ejército que EU usa para su guerra con Rusia está formado por soldados y civiles ucranios, y armas de EU y de la UE.
Detener con urgencia las matanzas es un imperativo ético, pero para ninguna de las partes –Rusia y Estados Unidos–, constituye una fuerza que las detenga. No hay ninguna paz que pueda provenir solamente del horror en curso. La paz es siempre un acuerdo que depende del estado de cosas existente al cesar las hostilidades, y de la visión de vencedores y vencidos acerca del futuro que pueden y están dispuestos a construir. El Tratado de Versalles de 1919, con el que se puso término a la Primera Guerra Mundial, impuso a Alemania unas reparaciones tan opresivas (entrega de territorios, armas y el pago de una elevada cantidad en concepto de indemnización por la destrucción que causó), que la paz dio lugar a una inflación galopante y a un nacionalismo revanchista que encontró en los nazis el modo y la vía para una Segunda Guerra Mundial, peor que la primera. Tras la segunda derrota de Alemania, Estados Unidos y sus aliados no le exigieron ni un centavo por reparaciones de guerra. Lejos de ello, en el Plan Marshall de reconstrucción de Europa, Alemania quedó incluida sin restricción. ¿Cuáles serán las consecuencias de las sanciones económicas que EU y la UE están aplicando a Rusia?
Rusia no va a detener la guerra si no es obteniendo la satisfacción de las demandas por las que la desató. Luca Baccelli, presidente del Jura Gentium de la Università degli Studi di Camerino, Italia, escribe: “La invasión rusa de Ucrania es una guerra de agresión. Viola el artículo 2 de la Carta de la ONU, que prohíbe no sólo el uso de la fuerza, sino también la amenaza de la misma… La legitimidad de la respuesta de Ucrania se basa en el ‘derecho natural de autodefensa’ del artículo 51. Todo esto es de sentido común en Occidente, pero algunos de los que reafirman estos principios serían más creíbles si hubieran condenado otros actos unilaterales de agresión en el pasado, desde la guerra de la OTAN contra la Federación Yugoslava en 1999… La guerra desatada por Rusia es el producto de una ruptura del orden internacional que ya se ha producido en las últimas décadas… La rotunda impotencia diplomática que comparten todos los actores va acompañada de la ruptura del tejido institucional de la comunidad mundial. Los límites entre la guerra y la paz se han vuelto cada vez más borrosos en un proceso de creciente militarización de las relaciones internacionales… Como si se tratara de dar la razón a Carl Schmitt, parece que sólo oponiéndose a un enemigo Europa encuentra por fin su identidad común y se establece como actor geopolítico unitario. En realidad, estamos ante un relanzamiento de la OTAN y un deterioro de la Unión Europea…”
La pieza de Baccelli rezuma tragedia por la pérdida de los derechos en el orbe. Desde el fin de la guerra fría (1989) rigen las decisiones arbitrarias de EU y de la UE. Israel, Estado que lleva más de medio siglo ignorando todas las resoluciones de la ONU que condenan la ocupación y la colonización de los territorios invadidos en 1967 y que no sólo sigue sin sancionar sino que se beneficia de la cláusula de nación más favorecida de la UE y de EU, es un ejemplo. Tras 20 años de guerra, cinco millones de niños afganos están al borde de la hambruna. El presidente Biden ha respondido a esta emergencia humanitaria robando 3 mil 500 millones de dólares de dinero afgano para dárselos a las víctimas del 11-S, un atentado perpetrado por árabes sauditas (Osama bin Laden). La lista completa llena volúmenes enteros y ocurre a todas horas todos los días.
El avasallamiento de Ucrania, integrándola orgánicamente a la OTAN, es un paso final de un objetivo iniciado desde el primer minuto del final de la guerra fría, para terminar de rodear a Rusia con una alianza occidental que la trata como un objetivo. El atlantismo triunfando en toda la línea sobre Europa y si es posible, más allá, alcanzándolo todo mediante una carrera enloquecida de la militarización de las relaciones internacionales.
Ahora ha llegado la hora de los mercenarios. Ya hay un número incierto inmerso en esta guerra. La corrupción de todo.