1.Nunca he sido partidario de invasión alguna, de cualquier potencia a un país independiente y soberano.
Al tener en mente que nuestro país y varias naciones hermanas, latinoamericanas y del Caribe hemos sufrido flagelos de este tipo, lo justo es rechazar de manera contundente abusos de tal naturaleza, del signo que sean, sólo por humanidad y por respeto a la soberanía, pues nos recuerdan lo que padecimos de parte de Estados Unidos, de Francia y de Austria.
Pero no hay humo sin fuego, y por algo ocurren las cosas. ¿Por qué el señor Vladimir Putin decidió invadir, agredir y masacrar Ucrania? ¿Cuál fue su motivación? ¿Acaso la riqueza de ese país, el uranio, o el coqueteo con la OTAN o con Washington?
En medio de los atropellos rusos, el mundo ha visto la valentía del pueblo ucranio en defensa de su patria, y hemos observado, también, la irascibilidad del jefe del gobierno ruso que no ceja en su propósito de dominación, sin importarle el dolor humano, la destrucción física y moral de familias inocentes, edificios, infraestructura, hospitales, viviendas e instalaciones fundamentales de Ucrania, país que está en pie de una lucha muy desigual, pero llena de dignidad.
Vemos que muchos países de occidente han reaccionado con armas económicas, comerciales y financieras que están afectando la economía rusa, pero a pesar de ellas no se avizora el final y tampoco se perciben acuerdos que garanticen la paz y el respeto.
En medio de este fragor, los efectos de la interdependencia económica y la diplomacia no han logrado detener lo que en los hechos ya es una guerra fratricida y masacrante que recuerda los estragos de la Segunda Guerra Mundial, y es precisamente para evitar una tercera conflagración global que es deseable y urgente imponer diálogo, raciocinio, prudencia, acuerdos, orden y paz.
2. El tema relativo a la votación mayoritaria del Parlamento Europeo, que cuestionó y reclamó al gobierno mexicano por los asesinatos de periodistas en nuestro país, por el respeto a los derechos humanos y por infinidad de asuntos, incluidos los de tipo económico, que les han llamado su atención, mismos que están inscritos en una especie de pliego acusatorio y en acuerdos que nuestro país tiene firmados con ellos. Pero en el caso de los asesinatos es necesario puntualizar que no son imputables a este gobierno ni a los anteriores. Luego entonces el pronunciamiento europeo tiene varios asegunes, derivados de la orientación que algunas organizaciones no gubernamentales y empresas privadas europeas con intereses en México le han inspirado al parlamento:
a) Un aspecto es el que se refiere a los asesinatos propiamente dichos, pero otro no menos importante es el que tiene qué ver con las confrontaciones que, por su estilo personal de gobernar, el Presidente de la República propicia en las conferencias mañaneras, en las que critica a los periodistas e intelectuales, y a los medios de comunicación que no le son afines.
b) Es innegable que como mexicanos nos lesiona y nos apena un reclamo como el de la Eurocámara, y habría que analizar a fondo el pliego que tanto enojo generó en el Presidente de la República, por considerarlo injusto e injerencista.
Ante esto, el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, Ricardo Monreal, hizo un llamado a sus colegas europeos para llevar a cabo un encuentro parlamentario, serio y formal, entre legisladores mexicanos y parlamentarios europeos, a fin de dilucidar, precisar y aclarar las situaciones y los señalamientos; dicha propuesta parece muy atinada y atendible, pues podría contribuir a recomponer la relación.
Cierto es que no ha sido el actual gobierno federal el autor intelectual ni material de las ejecuciones de los periodistas inmolados, pero es obvio que sí hay corresponsabilidad en el gobierno en cuanto al clima de inseguridad existente en el país, y al de la violencia desatada por el crimen organizado, que ha afectado a cientos de miles de compatriotas durante los últimos tres decenios.
3. La respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador al Parlamento Europeo denotó molestia de su parte y ausencia del más elemental lenguaje diplomático.
Es válido y humano molestarse y hasta enojarse, cuando se considera injusta y fuera de lugar una acusación, pero del Presidente de la República en su calidad de jefe de gobierno y del Estado, se espera y se precisa mesura y mayor reflexión sobre lo que ha de responder o decidir, y antes es aconsejable que haga las consultas pertinentes con sus colaboradores expertos en la materia, para que su respuesta sea suficientemente razonada y ampliamente fundamentada. Pero en el caso que nos ocupa no fue así, y el Presidente actuó al instante, cuando lo más indicado hubiera sido esperar un tiempo razonable y delegar el asunto en el canciller, quien habría de apoyarse en el Senado de la República, por tratarse de un parlamento.
Habida cuenta de lo sucedido, valdría la pena meditar y reflexionar en la conveniencia y en la utilidad de un cambio de actitud que implique una rectificación para recuperar el buen entendimiento o, de plano, si se prefiere ser omisos habrá que atenerse a las consecuencias de un porvenir de pronóstico reservado en materia diplomática con el Parlamento Europeo, con quien se tienen acuerdos firmados, y hay algunos otros pendientes de firmar.
Las buenas maneras son base de la buena diplomacia.
Es innegable que por la ofensiva respuesta presidencial a la Eurocámara, más por otras actitudes también agresivas y por designaciones erráticas en materia diplomática, se ha generado una imagen negativa del ejercicio de la política exterior durante los últimos tiempos, y por ello hay pesar y zozobra entre muchos miembros del servicio exterior mexicano. Seguramente el secretario de Relaciones Exteriores está sufriendo en silencio por esta situación, pero él también deberá asumir una mayor exigencia al desempeño de la representación de nuestro país ante la Unión Europea y el parlamento de aquel continente.