Ciudad de México. La relación con las directivas de los equipos de la Liga Mx, así como la fluida distribución de boletos para las barras es un asunto de líderes. Nadie más que ellos y su gente de confianza –uno o dos allegados– asisten a las reuniones que se programan para partidos considerados de ‘alto riesgo’.
“Escuchábamos de esas reuniones, pero no sabíamos con quiénes se sentaban los líderes. Nunca me tocó asistir a alguna, pero, por ejemplo, a nosotros nos vendían un boleto ‘de cortesía’ o que tenía un costo impreso de ‘50 centavos’ en 150 o 200 pesos, dependiendo el partido. El más caro que pagué fue de 300 pesos en un América-Chivas. El más barato fue de 50 pesos, en un América-Jaguares”, cuenta un barrista de Las Águilas avecindado en Ciudad Nezahualcóyotl.
En eso se resume el negocio de las entradas. El reparto empieza por los cabecillas, luego con los integrantes ‘oficiales’ (que suelen asistir a todos los partidos) y termina con los de nuevo ingreso. Los líderes, elegidos por el tiempo que lle-van en la barra y su don de mando, se encargan de coordinar la lle-gada a los estadios y, como en el caso de La Monumental, del proceso de credencialización.
“Acá no nos entregan boletos, sino ‘tarjetas’ que La Monu o El Disturbio mandan hacer. Llegas al primer filtro de seguridad y los policías te revisan. Pasando te lo quitan y te dan una credencial, que no necesariamente tiene tu nombre. Como se supone que estamos credencializados, te quedas con tu identificación. Ya en los torniquetes del estadio, te cambian la credencial por un ticket. Te revisan y avanzas hasta el Túnel 5, donde entregas el boleto y te instalas con la barra”, explica otro integrante de La Monumental.
Los barristas viajan en transporte colectivo, pagan o secuestran camiones para hacer una llegada escandalosa a los estadios, plagada de cánticos, barullo y banderas al aire. En el camino, las drogas que más se consumen son el activo, la mariguana y la cocaína, sin faltar ríos de cerveza. “Todo es consumo personal”, aclara el americanista. Los policías están al tanto, saben cómo es la organización de cada barrio, los ven pasar o hasta los escoltan.
Los hechos violentos del pasado 5 de marzo en el estadio La Corregidora han dado pie al anuncio de un nuevo proceso de credencialización, impulsado con bombo y platillo por la Liga Mx y que financiará la Federación Mexicana de Futbol.
Los barristas de la vieja escuela se ríen de esa medida, porque dicen que “ahora resulta que no nos conocen, que sólo somos un grupo de animación”.
Un ex integrante de La Sangre Azul plantea una pregunta para la reflexión: “Antes, si encendíamos bengalas o metíamos algún trapo a la cabecera, la FMF nos multaba. Los líderes de la barra nos pedían 100 o 200 pesos porque el club se había quejado y teníamos que pagar… ¿o ya no se acuerdan?”.
Hugo Sánchez Gudiño, doctor e investigador de la UNAM, no observa un panorama menos violento a corto plazo, a pesar de las sanciones que implementaron las autoridades de la Liga Mx y la FMF sobre el club Querétaro y sus aficionados. En los tiempos de las redes sociales, por donde circulan mensajes de provocación entre seguidores de unos y otros bandos, las pasiones se atizan y exacerban.
“Hay medidas que son bastante criticables. Es necesario atender las causas, atacar las raíces con autoridades deportivas, de gobierno y especialistas. Los directivos siguen en la parte superficial, en la parte de la imagen. Los generadores del problema continúan ahí, intactos, y así es difícil resolver. Las barras ya no se pueden quitar del futbol, son parte del organigrama de los equipos”, concluye.