El comunicado del EZLN “No habrá paisaje después de la batalla”, del 2 de marzo, fija la posición zapatista ante la invasión rusa a Ucrania, de forma concisa y contundente, apoyada en la ética política que caracteriza al movimiento.
A diferencia de buena parte de la izquierda latinoamericana (partidos, gobiernos e intelectuales), el EZLN condena la invasión, rechaza a Putin, al gran capital de “ambos lados” y se coloca junto los pueblos de Rusia y Ucrania que resisten al sistema. Lo más importante del primer punto del comunicado, es que no toma partido por ningún Estado, algo que es habitual en el zapatismo, sino siempre con los de abajo.
Luego rechaza el argumento de Putin de “desnazificar” Ucrania. En este punto contrasta con quienes creen que se puede erradicar el nazismo desde arriba, a punta de cañón, aceptando el argumento de que la invasión tiene ese objetivo cuando no es más que un acto imperialista.
En nuestra región abundan quienes apoyan a Rusia en voz baja, con dos argumentos que no se atreven a debatir: creen que hay cierto paralelismo entre la Rusia actual y lo que fue la Unión Soviética y, por otro lado, sostienen la peregrina idea de apoyar todo lo que se opone al imperialismo de Estados Unidos.
Como han reflejado algunos analistas, en América Latina sobrevive una simpatía no expresada abiertamente por Rusia y en particular por Putin. Años atrás, uno de ellos comparó el discurso del presidente de Rusia en octubre de 2014, con el de Lenin en la estación de Finlandia en abril de 1917, al regresar del exilio (https://bit.ly/3CG2X0R).
Semejantes comparaciones muestran la pequeñez de los dichosos intelectuales sostenedores del progresismo. Simplifican la realidad, insinúan continuidades entre ambos dirigentes y nublan la visión de una parte de las organizaciones de abajo al sostener, fuera de toda consideración ética, que todo lo que vaya contra el enemigo debe ser apoyado.
Los puntos cuarto y quinto del comunicado resumen la opción política del zapatismo. No siguen a los grandes medios ni a los “expertos” para definir política, sino que eligen el camino de “preguntar a quienes, como nosotras, se empeñan en la lucha por la vida en Ucrania y Rusia”. Los define como “familiares en resistencia y rebeldía”, lo que nos dice que sienten como hermanos y hermanas a quienes luchan en cualquier geografía.
Apoyan y alientan a quienes rechazan la guerra, a las personas que repudian las fronteras y los estados nacionales y se mantienen firmes por sus convicciones. “Resistir es persistir y es prevalecer”, concluye el quinto punto. En consecuencia, hace un llamado a apoyar a quienes en Ucrania resisten la invasión de Rusia.
Este punto ha levantado críticas en varias geografías. No pocas insisten en que apoyar la resistencia, es tanto como alentar a los nazis, ya que el dinero que llegue podría ser desviado al mal gobierno de Zelensky o a las propias escuadras fascistas que operan en Ucrania.
Esta forma de analizar el mundo, tiene hondas repercusiones en los movimientos antisistémicos. De algún modo, es heredera de la idea de que existe un enemigo principal, contra el cual sirve cualquier alianza para tumbarlo. Sin embargo, ésa es la forma de actuar propia de los estados y los gobiernos, que no actúan con base en la ética, sino por conveniencias e intereses.
Lo más grave es que deja de lado a los seres humanos de carne y hueso que resisten, abajo y a la izquierda, cualquier opresión, de donde venga. Se dirá que quienes resisten en Ucrania y en Rusia son una minoría y que le hacen el juego a la derecha, como suelen decir los defensores del progresismo.
Por un lado, la dignidad y la ética no se miden en números. Estos días comienzan a aparecer noticias de colectivos y personas que resisten en ciudades de Ucrania y que los grandes medios no reflejan (https://bit.ly/35Ywwye). Es a esas personas y a esos colectivos a los que debemos apoyar, sin hacer cuentas, sin pensar en cuántos son, porque lo que nos guía no es si salen en los informativos de la televisión, sino sólo y sencillamente la ética.
Respecto del argumento de “hacerle el juego a la derecha”, se trata de la más ramplona y rastrera idea de las muchas y perversas que circulan en el mundo. Quiere decir, ni más ni menos, que toda acción humana debe ceñirse a cálculos de la expectativa de ganancias y de posibles pérdidas. ¿No es esta, acaso, una forma profundamente capitalista de ver la vida?
Por el contrario, la política de defender la vida y sostener a quienes la defienden, dejando de lado cualquier cálculo de intereses; guiarse por la ética, y nada más que por ella, desafía al sistema porque no entra en el juego de ganancias/pérdidas, que es uno de los tentáculos principales de la hidra capitalista.
Una política guiada por la ética puede condenarnos a la soledad. Pero si confiamos en la nobleza de la gente común, alcanzaremos la energía y el valor necesarios para seguir navegando contra la corriente.