Versalles. Hace cinco años, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, inició su mandato recibiendo con toda la pompa a Vladimir Putin en el Palacio de Versalles, y ahora conduce en el mismo escenario una cumbre marcada por la unidad europea contra el mandatario ruso.
Mientras Macron recibía a los líderes europeos a la entrada del palacio, la sombra de Putin flotaba en el deslumbrante Patio de los Mármoles.
En la alfombra roja predominaban las sonrisas protocolares, pero los mandatarios dejaron en evidencia su preocupación con la guerra en Ucrania.
En ese cuadro, ninguno de los mandatarios presentes se atrevió a vaticinar una solución rápida al nuevo conflicto bélico en un flanco de Europa.
Por eso, la sala de reuniones para los líderes europeos -la famosa Sala Hércules, próxima a los aposentos reales- estaba en contradicción con el gesto reconcentrado y serio de los participantes.
De acuerdo con fuentes francesas, la discusión sobre la situación en Ucrania debía ocurrir en la sala más famosa y suntuosa del Palacio, el legendario Salón de los Espejos.
La decisión de organizar esta cumbre de la UE en Versalles fue adoptada por Francia antes del estallido de la guerra en Ucrania, el 24 de febrero.
El criterio central fue que el complejo palaciego de Versalles está cerca de París y es fácil de proteger.
Las autoridades locales admitieron ser conscientes de la discrepancia entre estas imágenes de lujo y las de los combates, las ciudades bombardeadas y los civiles que huyen, imágenes que causan una inmensa emoción en Europa.
No es una fiesta
"Aunque tiene lugar en un palacio, no se trata de una fiesta. Debemos ser sobrios en este período", apuntó el ministro francés de Asuntos Europeos, Clément Beaune, en una entrevista radial.
A un mes de las elecciones presidenciales para las que Macron es candidato, esta moderación es tanto más necesaria cuanto que los franceses sienten el impacto de un aumento casi generalizado de los precios, especialmente los del combustible.
La situación era muy distinta cuando, el 30 de mayo de 2017, Macron guió a Putin por el castillo, mostrándole los enormes cuadros de las grandes victorias francesas, en la Galería de las Batallas.
Entonces recién elegido, el presidente buscaba una reactivación de las relaciones con Rusia tras las tensiones vinculadas a la anexión de Crimea y los combates en Donbás, en el este de Ucrania.
Durante la conferencia de prensa final en esa oportunidad Macron adoptó un tono más bien conciliador, deseando una "disminución" de las tensiones.
En los últimos cinco años, Macron ha utilizado el Palacio de Versalles mucho más que sus predecesores, convirtiéndolo en una herramienta de poder de su diplomacia.
"Es una vitrina de la imaginación francesa, que fascina y simboliza la Francia que brilla", resumió uno de sus familiares en 2018. Y es también "un lugar de poder que es a la vez monárquico y republicano".
Después de Putin, Macron recibió al príncipe heredero de Japón, Naruhito, y en cuatro oportunidades el palacio fue escenario de reuniones con centenas de empresarios.
El palacio es también el lugar donde se firmó el Tratado de Versalles, el 28 de junio de 1919, tras el fin de la Primera Guerra Mundial.