Hay algo insoportable en la actitud del canciller español Juan Manuel Albares, y no es precisamente su defensa hacia las empresas de su nación, sino el intento de ignorar el saqueo que esos corporativos han hecho en nuestro país.
El canciller estuvo en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, la sede del gobierno de esta ciudad, y allí conversó con la titular, Claudia Sheinbaum; según el comunicado oficial, la visita no pasó de una plática sobre el exilio español y algo más sobre cooperación cultural, es decir, un poco de la manera más fácil de cubrir la agenda.
Pero la visita del funcionario hispano seguramente no tiene como fin alargar los convenios de comodato que se tienen entre alguna representación española y la administración de la ciudad; la misión es otra: presionar al gobierno federal para permitir que las firmas de su país mantengan los contratos del saqueo.
Sería imposible, inimaginable, que el español intercediera con sus empresas para persuadirlas de rectificar en su modelo de negocios para hacerlos menos desventajosos para los mexicanos.
Nadie puede negar la importancia de la inversión española en el país. Después de Estados Unidos, España es el segundo negociante, aunque eso tiene como explicación que los gobiernos panistas, primero, y Peña Nieto después, les permitieran hacer y deshacer a su antojo mirando sólo a sus intereses.
El pretexto o el argumento que mandan desde España para que el saqueo continúe es la creación de empleos en el país. Se asegura que por ahí de 300 mil trabajadores mexicanos laboran en las firmas hispanas, aunque es una verdad a medias.
Los empleados mexicanos son los que permiten, por ejemplo, que Iberdrola haya obtenido en 2020 un beneficio neto por 6 mil 108 millones 375 mil pesos (262 millones 500 mil euros), y con eso la consideración de que México es el mejor negocio dentro de América Latina.
Es decir: eso de que los buenos españoles son los que benefician a México es, como decíamos, un verdad no tan cierta. El problema es que para hacer la inversión quieren perpetuar la injusticia.
Alguien debió decirle al canciller que ya no hay de lo que había y que la discusión debería de centrarse en cómo hacer más justa la relación entre ambos países, de lo contrario, no será negocio, pues no tiene futuro.
Por lo pronto, ya debieron enterarlo de que la relación con las empresas que vino a defender está en pausa y que no habrá ninguna consideración que no sea la supresión de las injustas condiciones que permitieron las administraciones pasadas. Eso sí, la visita fue de buena voluntad. Tantán.
De pasadita
No hay mucho qué decir: triunfaron las mujeres. La movilización por su día pasó, a marcha firme, por sobre la violencia irracional “queretana” con las que otras trataron de desacreditar la lucha feminista.
Además, quedó demostrada la resistencia de las mujeres policías que arrancaron el aplauso de muchas de las que a su lado iban marchando.
No hubo necesidad de discursos, el Paseo de la Reforma estaba lleno de las razones de ellas para refrendar su lucha y todos lo entendieron; era una colectividad herida que protestó con sus carteles, con sus cantos contra una realidad agobiante y fatal que debe terminar ya. Aunque de eso se encargan las autoridades, la mujeres hoy están listas para hacer que las cosas cambien desde el poder para que a todos nos vaya bien. De eso también se trata su lucha, que nadie lo ignore.