Los componentes del modelo de gobierno, propuesto desde la campaña electoral, están completos. Algunos de los grandes programas todavía tendrán que esperar a su conclusión durante éste y el año entrante. Pero el núcleo del mismo ha sido claramente cubierto: la prioridad con los abandonados. Para lo cual, hubo necesidad de separar tajantemente el quehacer político de lo que era casi una dictadura basada en los intereses de los grupos de presión. Fue esta una decisión que desacomodó las negociaciones cupulares sobre el destino de los haberes y las acciones del Estado. No fue una situación que se aceptó con la debida naturalidad. Por el contrario, generó una gran cantidad de retobos que, andando el proceso gubernamental, se tornaron en presiones y luchas de variada índole.
Al llegar al mediodía del sexenio, bien se puede decir que los programas iniciales se han concretado. Algunos requerirán todavía trabajos que se extenderán por lo que resta del sexenio para aquilatarlos. Me refiero a dos de ellos: el control de la violencia del crimen –organizado o no– y lo que atañe a la salud con toda su infraestructura física y humana prometida.
Mientras se logra su consolidación, son ya distinguibles incipientes tendencias a controlar la violencia. Hay entonces que ponderar los efectos que está teniendo el despliegue de la Guardia Nacional. No sólo por el número de sus integrantes, asunto por demás destacable, sino por la organización que muestran sus cientos de miles de soldados militarizados. Todos ellos dotados de los instrumentos pertinentes para cumplir su cometido. Las diarias evaluaciones informativas, al más alto nivel, sobre sus problemas y diario quehacer, es sin lugar a dudas un punto neurálgico para asegurar su éxito operativo. En cuanto a la salud y las promesas de hacer de su aparato uno de gran calidad, ya se pueden observar ciertas concreciones. En primer término, por el número creciente de sus cuerpos especializados: médicos, enfermeras y demás personal de apoyo. Tanto el variado instrumental como la infraestructura física, los aparatos y medicamentos deberán ser, todavía, motivo de amplio tratamiento. Es esta una tarea inconclusa que se espera terminar en los dos años siguientes. Salir de las urgencias de la pandemia permitirá voltear a ver esto que falta por hacer y acercar los voluminosos recursos indispensables.
Al resto de los que fueron proyectos, al inicio de 2019, se les han dedicado tanto la debida atención como los haberes para integrarlos como partes efectivas del modelo de transformaciones. Así, por ejemplo, se pueden considerar aquellos que integran la gran plataforma social. Ahí se encuentran, ante todos los que quieran evaluarlos, programas como Jóvenes Construyendo el Futuro. Una aportación novedosa para atender a la juventud abandonada a su suerte y a desviadas conductas. Otros más se apiñan en apartados adicionales: pensiones para adultos, auxilios a madres solteras, atención a discapacitados, becas a estudiantes, apoyos a la producción de alimentos y demás precisiones que, juntos, requieren de una inversión inmensa. Se ha asegurado que toquen y auxilien a buena parte de la población. Recursos que fue posible conseguir a partir del esfuerzo de austeridad llevado a cabo con reconocibles sacrificios. El mismo reordenamiento del aparato burocrático puso su parte. Un cometido, por cierto, que deberá prolongarse aún en medio de las tensiones que solicitan disminuir sus requerimientos. La parte todavía no resuelta del todo indica que, para asegurar su continuidad y sobre todo para su debido crecimiento, exigirá un serio reforzamiento de la hacienda pública. Sin duda, esto implicará el crucial compromiso que tendrá que llevar a cabo el siguiente gobierno de la República.
Los grandes proyectos prometidos van mostrando sus huellas por doquiera. El aeropuerto abrirá sus puertas perentoriamente. La gran refinería de Dos Bocas ya no puede ocultar sus instalaciones y, con ellas, acercará la ansiada autosuficiencia en petrolíferos que tantos haberes salvará. El Tren Maya, muy a pesar de la dura, insidiosa y hasta disolvente campaña en contra, avanza en su cercano finiquito. La constante y detallada supervisión presidencial continuará hasta lograr los resultados esperados. El reciente cambio en responsables para el interoceánico resentirá el renovado empuje para hacerlo un instrumento de trascendencia innegable. Como bien puede apreciarse, lejos del pronosticado fracaso opositor, se trabaja a pesar de las terribles circunstancias imprevistas.
Pero toda esta enumeración de trabajos, de aliento innegable, exigirá una hacienda bien surtida. Elevar su fondeo desde un precario 20 por ciento actual (del PIB) hasta llevarlo al 30 por ciento requerido como mínimo, será la gran aventura por venir. Quedará como pendiente por ahora. Mientras, habrá que proseguir con la búsqueda de mayor eficiencia fiscal que, hasta estos días, ha respondido a las necesidades ciudadanas.