Contra los pronósticos generalizados y las prevenciones gubernamentales, en algunos casos extremas (como las vallas metálicas alrededor de Palacio Nacional y la presencia de elementos militares en el resguardo), transcurrió sin incidentes mayores la manifestación anual de mujeres en busca de visibilidad a sus demandas y de justicia en general.
Unas 75 mil personas en la Ciudad de México, según el reporte oficial. Decenas de ellas, encapuchadas y con instrumental preparado, arremetieron contra las vallas de Palacio que cumplieron su función. En varias ciudades del país hubo movilizaciones proporcionalmente cuantiosas, en un grito generalizado contra las agresiones históricas y la persistencia del sistema patriarcal.
En esta ocasión, el Día Internacional de la Mujer tuvo como contexto en México tanto la difusión gubernamental de datos que pudieron promover el miedo como el discurso presidencial que a grupos conservadores atribuyó ánimos de provocación y derrocamiento.
Sería plausible que el saldo relativamente blanco (hubo golpeados, pintas y destrozos) permitiera una reformulación de posturas del gobierno federal y de la masa sin liderazgo definido de las mujeres que exigen seguridad, no más violencia y castigo real a sus agresores (es decir, una política de Estado que las escuche y resuelva).
El discurso de Palacio Nacional no abona al entendimiento de este proceso de lucha de mujeres y le arroja, o cuando menos acerca, a grupos y coberturas ciertamente adversas a las posturas progresistas. Más allá de mítines (con tufo futurista), discursos y “cierre de filas” del morenismo, sería valioso que López Obrador mostrara solidaridad con esta batalla, una de las más definitorias de todo proyecto político regenerador.
También a contrapelo de lo que era de esperarse, luego de la explosión de violencia vivida en un estadio de Querétaro, los dueños de los equipos de futbol comercial de la máxima liga mexicana prefirieron el efectismo a la hora de castigar al club Querétaro, a los barristas delictivos y al sistema de intereses y lucro que rige ese negocio. Sanciones menores ante riesgos mayores, apariencia correctiva para que el balón de las oscuridades empresariales siga rodando sin gran obstáculo.
Días atrás, en un foro organizado por El Financiero-Bloomberg, el periodista Raymundo Riva Palacio aseguró que el Presidente de la República había solicitado a dueños de medios el despido de comunicadores que le son adversos y, ante la solicitud astillada de que diera ejemplos, mencionó a Ciro Gómez Leyva, conductor de programas en Radio Fórmula e Imagen Televisión. Como presunta prueba de esa petición de despido, Riva Palacio argumentó que en una alocución, el presidente López Obrador había planteado “revisar” el ejercicio profesional del citado Gómez Leyva.
Ayer, en una entrevista para un programa de Internet, se dio el siguiente diálogo: –¿Ha habido presiones de la 4T, del gobierno federal, para cambiar la línea editorial en tu programa de radio o en el de televisión, Ciro? CGL: Directamente, que yo sepa, no; ninguna, ninguna, cero. –¿Indirectamente? CGL: Bueno, hay un Presidente de la República que casi todas las mañanas hace una referencia a nuestro trabajo, al trabajo de los medios tradicionales, y en muchas ocasiones lo hace directamente a mí, ¿no? Pero una presión directa de que me haya hablado Jesús Ramírez o el secretario de Gobernación, o no sé qué otro funcionario, a mí, ninguna. Y que yo sepa, a mis dos jefes, en Imagen y en Grupo Fórmula, no (https://bit.ly/3KskvAa).
En la entrevista, Gómez Leyva narra en detalle el “momento de tensión”, y su posterior desahogo, que tuvo en Imagen Televisión a causa del manejo o no de la información presidencial que develó presuntos ingresos millonarios mensuales de Carlos Loret de Mola. También explica las razones de invitar como colaborador semanal de planta, a partir de hoy, a Epigmenio Ibarra, a quien el anfitrión llegó a llamar públicamente “Goebbels de cuarta” y “propagandista” del gobierno federal. ¡Hasta mañana!
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