En Occidente, la mayor parte de la opinión pública, es decir, de la opinión publicada, ha reducido su visión del drama atroz de la guerra, a la condena moral de “la guerra de Putin” contra la población civil de Ucrania. Como es evidente, para este sector la historia comenzó el 24 de febrero pasado, a las 6 de la mañana, cuando el ejército ruso cruzó las fronteras de Ucrania. Es un hecho mediático y es una victoria del relato armado por Estados Unidos según el cual Vladimir Putin es el mal.
En otro extremo, algunas izquierdas han leído el conflicto en clave antimperialista y, por tanto, están en contra de Estados Unidos. Por ende, están en favor de Rusia. Es, apenas, confusión. El problema no es un asunto ideológico, sino geopolítico.
En la dimensión geopolítica opera la idea, tan diversa entre las izquierdas, acerca de qué es el Estado. Si en todo tiempo y lugar es una cosa que defiende los intereses de los explotadores (los empresarios) contra los explotados y ya, entonces en este tema de la guerra en Ucrania lo conducente es estar contra Putin y Biden. Y que pare la guerra. Si, en cambio, el Estado es un espacio político más en el que (con límites) es posible la lucha política y en el que hay una permanente tensión dada por la correlación de fuerzas, entonces todo aparece con la complejidad propia del mundo real.
Biden es de derechas y Putin también. Pero hay un enorme problema geopolítico y una guerra que sólo militarmente ocurre en Ucrania. La dimensión internacional de la guerra es de mucho mayor trascendencia para la humanidad, y esa dimensión está ahí para quien quiera verla. Esa guerra está redefiniendo la escena geopolítica mundial. ¿Cómo los ciudadanos del mundo tomamos partido en esa lucha mayor? ¿Con lo que dice Estados Unidos acerca de lo que ocurre en Ucrania?
Las luchas de las izquierdas por un mundo mejor han de hacerse ahora y en el futuro previsible, de cara a un Estado que es su referente y su campo de lucha. Si el Estado propio tiende a debilitarse y a disolverse por la fuerza económica y militar de otro Estado, las izquierdas se quedan sin asideros, y sin posibilidad efectiva de luchar contra el Estado extraño. Por eso una geopolítica de avanzada demanda un arreglo de respeto entre los estados y las culturas históricamente configurados.
El paquistaní Tariq Alí, entre mil otras cosas, fundador en 2001 del grupo originalmente británico Stop de War, escribió: “La Unión Europea se ha demostrado incapaz de frenar la expansión de la OTAN, mientras que en EU tanto los comentaristas liberales como los conservadores han argumentado que la razón de esta expansión creó el conflicto con Rusia. Las columnas de Thomas Friedman de los últimos días son críticas con la OTAN. También lo es Henry Kissinger. Y la semana pasada Ted Galen Carpenter, del Instituto Cato, escribió: ‘Hace tiempo que es obvio que la expansión de la OTAN conduciría a la tragedia. Estamos pagando el precio de la arrogancia estadunidense’”. Los textos que muestran la responsabilidad de la expansión de la OTAN hacia el este, en el conflicto militar que vive Ucrania, van volviéndose abrumadores. Después de la avalancha inicial de todos contra Putin, la verdad profunda se abre paso paulatinamente.
No fue Putin en la soledad del Kremlin quien tomó tan graves decisiones. Poco antes de la invasión, los sondeos públicos en Rusia marcaban hasta 72 por ciento de los rusos respaldando las decisiones que estaba tomando. No es “la guerra de Putin”. Rusia, como civilización, como cultura y como Estado, se sintió amenazada desde hace muchos años por la OTAN encabezada por EU. Ucrania como parte la OTAN significaba el último paso de la amenaza, debido a su capacidad técnica en materia de desarrollo nuclear, además de las armas que la OTAN podía conferirle. Más allá de este momento trágico, desde hace años, siendo parte de Europa, Rusia fue puesta fuera de Europa por EU con el beneplácito de la Unión Europea.
Insistiré en mi hipótesis. El plan de EU fue ubicar a Rusia en posición de ser objeto de unas sanciones tan extremas que impidan su crecimiento. No porque Rusia sea una potencia económica, sino porque es una potencia militar. Estados Unidos puede tener seis u ocho, o 10 veces más ojivas nucleares que Rusia, pero Rusia posee una tecnología de destrucción militar más poderosa que la de EU: los misiles hipersónicos intercontinentales. Estas armas, por cierto, también las ha desarrollado China. EU hace tiempo que lo sabe: su poder de dominación mundial está cuestionado por el poderío militar de Rusia y el poder económico rápidamente creciente de China. Pero a EU aún le queda suficiente poder económico para modificar la geopolítica internacional creando espacios exclusivos para sí mismo, acorralando a Rusia y a China en un espacio que pueda seguir combatiendo para evitar su desarrollo.
Un mundo negro para la humanidad, una nueva guerra fría creada por EU, mientras sigue ganando la guerra mediática.