Resulta triste echar un ojo al centro de nuestra ciudad la noche previa al día de la mujer, por más que se le quiera ver con ojos de indiferencia.
Ver las edificaciones que cuentan la historia de la ciudad, pero también la del país, cubiertas por muros de acero, causa un sentimiento de frustración muy especial.
El Centro Histórico se defiende, pero ¿de quién?, ¿de las mexicanas? Esta vez, se dice, la violencia será incomparable, las mujeres embozadas, cubiertas de tela negra embestirán con furia queretana sobre la ciudad.
Y no obtendrán respuesta. La policía habrá de resistir una vez más, porque esas son sus ordenes, el embate de las de negro que tienen como misión destruir lo que esté a su paso.
Pero principalmente quieren la foto, quieren que se mire su poder destructor, que quede registro de su odio, o que se imprima la prueba incontrovertible de que realizaron el trabajo que se les encargó.
Habrá cuando menos una decena de grupos de mujeres que competirán para que se mida cuáles de ellas son mejores para el destrozo. No hay protesta, sólo furia queretana, furia que muchas veces no golpea con encono, que más bien se mira como la labor comprometida, como la obediencia al salario pactado.
Buscan, de todas formas, que su violencia escandalice, que sea el motivo de una primera plana, de un largo comentario en cualquier noticiario, y no importa que los calificativos vayan en su contra. Lo destruido y la foto son testigos de la labor cumplida.
La defensa también se ha organizado. Las mujeres policías que enfrentarán a las de negro, llevarán al combate 400 extinguidores cargados con un polvo químico del que se usa para sofocar fuego.
Los extinguidores de hasta 9 kilos expulsarán un polvo naranja esta vez –las anteriores ha sido verde–, y con él se tratará de evitar cualquier conato de incendio, aunque el fuego no es el único elemento que podría ser utilizado en contra de las uniformadas.
Las de negro han construido muchas armas criminales, bien podríamos decir. Las cadenas con candados en la punta, los aerosoles que avientan fuego, martillos y un largo etcétera de artefactos que buscan destruir, dañar. Ésa es una parte de su arsenal.
Entonces, no se reprimirá el accionar de las de negro, aunque lo que hagan sea ilegal, aunque cometan delito tras delito. Algo habrá que hacerse para impedir que esto suceda con cierta constancia porque ya no es posible soportar a las o los mexicanos atacando a México.
De pasadita
No hay que ser genio ni sabio para saber que en el caso del estadio de Querétaro, el culpable es el modelo de gobierno que instauró el PAN desde hace unos 18 años.
Negocio privado, desgracia pública, así de fácil. En el estadio no había seguridad porque los estadios de futbol, y el deporte en sí, son un negocio y qué mejor que ahorrar lo que se pueda, aunque se arriesgue al cliente.
Bajo esa idea gobierna el panista Mauricio Kuri, y así gobernaron la nación los otros azules que destruyeron una buena parte del país, y engordaron a empresas extranjeras aunque los habitantes de México se vieran afectados.
Los permisos para que el negocio del futbol produzca millones de dólares y trifulcas de muerte, los otorga el gobierno, por tanto, se diga lo que se diga, es el gobierno el que tiene que responder a los efectos del desmán.
Hoy, el juicio contra el gobernador panista es benévolo, y aunque las preguntas de quienes lo han interrogado lo tratan con una suavidad poco vista cuando se trata, por ejemplo, de funcionarios de la 4T, el fondo sigue gritando la misma sentencia: negocio privado, desgracia pública. Tantán.