Quienes hace unos días proclamaban “Todos somos Loret” y hoy celebran la censura a RT, no son más que hipócritas al servicio de los poderes fácticos internacionales y la vieja oligarquía neoliberal mexicana.
El bloqueo a las transmisiones del canal Russia Today (RT) por autoridades europeas, estadunidenses y latinoamericanas, así como por empresas sociodigitales trasnacionales, como Facebook, Twitter, Youtube y Google, ha desenmascarado la falsedad del supuesto compromiso de “Occidente” con la libertad de expresión.
Es indiscutible que RT tiene sesgos en su cobertura informativa y que su línea editorial frecuentemente coincide con la perspectiva oficial del Kremlin. Pero esta situación no lo diferencia de la mayoría de los medios de comunicación de Europa, Estados Unidos y América Latina, cuyas directrices editoriales también suelen alinearse con intereses económicos y proyectos gubernamentales identificables.
La “objetividad” periodística no existe. Tanto las subjetividades de los periodistas como las estructuras de propiedad de los medios de comunicación siempre influyen sobre los contenidos que difunden las empresas mediáticas. Nadie en su sano juicio podría afirmar, por ejemplo, que los reportajes de Fox News, CNN, Televisa o Reforma serían más objetivos que los de RT. Un estudio reciente del Tlatelolco Lab, del Puedjs-UNAM, ha revelado que en la cobertura del conflicto entre Rusia y Ucrania la mayoría de los medios mexicanos reproducen “una ideologización prooccidental” en sus coberturas (véase: https://bit.ly/35USS3r).
Y el hecho de que RT reciba financiamiento del gobierno ruso tampoco lo coloca en una categoría aparte. Medios como BBC, France 24, Deutsche Welle, y Al Jazeera también dependen del financiamiento público de sus respectivos gobiernos y, como RT, realizan una labor informativa sumamente profesional.
El buen periodismo no exige “objetividad”, sino el despliegue del rigor profesional para evitar la propagación de noticias falsas. No se deben eliminar las subjetividades, sino insistir en la comprobación de fuentes y la investigación a fondo del contexto de los acontecimientos.
Ahora bien, la mejor manera de asegurar que un solo punto de vista no domine el espacio informativo no es con la censura, sino a partir del acceso a la más amplia pluralidad de contenidos y puntos de vista. En este contexto, la labor de canales como RT y Telesur, así como de una infinidad de medios ciudadanos y autogestivos, ha sido esencial al diversificar las diferentes fuentes de información accesibles en México y el mundo.
Por ejemplo, en el contexto de la brutal censura y represión contra periodistas críticos e independientes durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña, la llegada de RT a México ayudó a romper el cerco mediático. En mi caso, la invitación a colaborar con Actualidad RT, la versión en español de RT, fue una oportunidad de oro para superar mi exclusión de la radio y la televisión mexicanas en castigo por mis posiciones críticas hacia el régimen neoliberal. Durante los casi cuatro años que tuve el privilegio de publicar videocolumnas para las redes sociales de RT, de septiembre de 2016 hasta marzo de 2020, pude comprobar el enorme profesionalismo y compromiso del gran equipo del canal.
La guerra sucia no se dejaba esperar. Desde 2017 empezaban a acusarme de ser un “agente ruso” por colaborar con RT (véase: https://bit.ly/35RgXZ6). Y posteriormente los mismos voceros del viejo régimen neoliberal quisieron involucrar directamente a Andrés Manuel López Obrador en la supuesta “trama rusa” con base en el solo hecho de que uno de sus “asesores”, un servidor, colaboraba con RT.
En general, la censura, como la guerra misma, es la estrategia de los débiles. Así como la invasión de Ucrania por Vladimir Putin revela su desesperación frente al cada vez más agresivo cerco militar de la OTAN, la censura de RT por los principales gobiernos y empresas sociodigitales de Occidente evidencian su enorme inseguridad y vulnerabilidad frente a la opinión pública de sus propios pueblos.
Si Europa y Estados Unidos estuvieran confiados en el criterio político de sus ciudadanos, no sería necesario eliminar por la fuerza a los competidores mediáticos. Al contrario, la existencia de narrativas alternativas ayudaría a confirmar la perspectiva preferida al poder contrastarla con otras opciones.
Nos encontramos entonces en medio de un importante quiebre histórico no solamente respecto de la geopolítica mundial, sino también en relación con el ecosistema mediático. Así como el conflicto en Ucrania implica el fin del unilateralismo dirigido por el Pentágono, la censura de RT por Occidente simboliza el fin del control unilateral sobre la opinión pública por los medios dominantes.
Estamos ingresando a terrenos totalmente desconocidos que si bien presentan grandes riesgos y peligros, también abren puertas para el establecimiento de un nuevo multilateralismo mundial democrático y una verdadera libertad de expresión en favor de la conciencia social.