Leópolis. Con la guerra que se acerca, en el centro de Leópolis (oeste de Ucrania) las innumerables estatuas son recubiertas con lonas protectoras y telas antincendios para protegerlas de un posible ataque ruso.
De Neptuno, que domina la plaza del mercado de esta ciudad junto a otras tres esculturas inspiradas en la mitología griega y romana, sólo queda visible el tridente. A Anfitrite, Diana y Adonis les pasó lo mismo.
En toda la ciudad, de 700 mil habitantes, un regimiento de agentes se apresura a proteger, con los medios que tiene, el rico legado cultural de Leópolis, inscrito en el patrimonio mundial de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
De igual forma, el director del museo de arte más grande de Ucrania, el Nacional Andrey Sheptytsky, que se encuentra en esa población, instruyó a su personal para empaquetar sus colecciones para proteger ese patrimonio nacional en caso de que la invasión rusa avance hacia el oeste.
En una galería casi vacía de ese recinto, los empleados colocaron piezas barrocas cuidadosamente envueltas en cajas de cartón. A pocos metros, un grupo bajaba la majestuosa escalinata principal portando una gigantesca pieza de arte sacro, el iconostasio de Bohorodchany del siglo XVIII.
“A veces se me saltan las lágrimas porque aquí se ha puesto mucho trabajo. Se necesita tiempo, energía. Estás haciendo algo bueno, te sientes complacido. Hoy ves paredes vacías; eso se siente amargo, triste. No creímos, hasta el último minuto, que esto podría suceder”, dijo el director general del museo, Ihor Kozhan, el viernes.
Las puertas del recinto en la ciudad occidental de Lviv han estado cerradas desde que comenzó la ofensiva rusa contra Ucrania, el 24 de febrero, y los sitios patrimoniales en todo el país enfrentan peligro a medida que continúan los combates. Kozhan señaló que recibe llamadas diarias de otras instituciones culturales europeas que se ofrecen a ayudar mientras él y su personal se esfuerzan por preservar las obras del recinto.
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Anna Naurobska, jefa del departamento de libros y manuscritos raros, comentó que aún no sabe dónde almacenar de forma segura la colección de más de 12 mil artículos que se empaquetan en cajas.
El proceso de reubicación y el temor de que la colección corra peligro en caso de un ataque a la ciudad la abruma.
“Esta es nuestra historia; es nuestra vida. Es muy importante para nosotros”, expresó Naurobska.
Con lágrimas, entró en otra habitación y levantó un tomo enorme. “Es un libro ruso”, señaló y lo volvió a colocar en el estante.
Al igual que el museo, otros sitios en Lviv se apresuran a proteger obras de importancia artística o cultural. Las vitrinas del Museo de Historia de la Religión están casi vacías. Los trabajadores están armando contenedores de metal en el patio para almacenar de manera segura los artículos restantes antes de colocarlos en los sótanos. En la Catedral Latina, las esculturas han sido cubiertas con cartón, espuma y plástico con el fin de protegerlas de posibles metralla.
En medio de las paredes desnudas y las estatuas envueltas, Kozhan lamentó el museo vacío, que ha sobrevivido a dos guerras mundiales.
“El recinto tiene que vivir. La gente tiene que estar allí, en primer lugar los niños. Tienen que aprender lo básico de su cultura”, apuntó.
Al mismo tiempo, Andriy Saliuk, director de la Sociedad para la Protección de Monumentos, que en tiempos normales sensibiliza a la población y a las autoridades para preservar el patrimonio, señaló que su iniciativa de proteger las esculturas que están en espacios públicos llegó “con la ‘fase caliente’ de la guerra; un historiador me dijo que si había un bombardeo, Dios no lo quiera, podríamos perder las vidrieras”, explicó en su oficina, donde hay varias banderas ucranias y las insignias de numerosos batallones que luchan en el este del país.
Para él, no hay tiempo que perder. “No hemos esperado que el gobierno haga alguna cosa, que alguien escriba un pedido de financiación. Saqué el dinero, reunimos a un equipo y compramos material”, prosiguió. Precisó que recibió el apoyo de donantes acomodados.
Junto a Saliuk figuran restauradores de arte y empresarios de la construcción, todos conocedores del tema. Son estos profesionales los que aconsejaron los materiales necesarios para proteger las vidrieras de varias iglesias de la ciudad.
Andriy Poshekva es uno de estos restauradores. Este cuadragenario supervisa la instalación de paneles protectores de las vidrieras de la basílica catedral de la Asunción, de finales del siglo XIV.
“Somos muy conscientes de que no estamos en condiciones de protegerlos de un impacto directo, pero intentamos tanto como sea posible protegerlos de daños leves, ya sea un incendio, una onda de choque o de pequeños fragmentos”, aseguró.
En un lado del templo, una imponente escultura que representa el Santo Sepulcro ya está envuelta con telas protectoras, bajo la mirada atenta de Liliya Onishchenko, responsable de la protección del patrimonio cultural para la municipalidad de Leópolis.
“He dedicado toda mi vida a la protección del patrimonio cultural y (…) no querría que el resultado de nuestro trabajo sea destruido por la guerra”, afirmó la mujer de 66 años.
En una iglesia armenia, un altar de madera del siglo XIV recientemente restaurado fue desmantelado y trasladado para preservarlo, “como en la Primera Guerra Mundial”. Según Onishchenko, los museos de la ciudad pusieron a cubierto sus exposiciones.
Tras haber empezado por “los objetos más frágiles”, Saliuk quiere pasar a la siguiente etapa.
“La gente nos pregunta qué vamos a hacer con las obras de arte en el interior de la iglesias. Estaríamos encantados de ayudarlos, de coordinarlos, pero no podemos hacerlo todo solos”, admitió.