Las fotógrafas Tina Modotti y Lola Álvarez Bravo destacaron en sus obras aspectos gratificantes del ser mujer; al mismo tiempo, cuestionaron otros relacionados con estereotipos perniciosos que muchas veces intentan poner al género femenino, afirmó la investigadora Dina Comisarenco Mirkin.
Durante una conferencia organizada por el Museo de la Mujer, Comisarenco destacó que Modotti y Álvarez Bravo compartieron temáticas, entre ellas el retrato de mujeres tehuanas, representadas en oposición a la mirada masculina que las dotó de sensualidad. La manera en que mostraron a indígenas y campesinas se despegó de ciertas visiones estereotipadas de los muralistas hombres, agregó.
“No es que todas tenemos que pintar, fotografiar o esculpir de la misma manera o los mismos temas. Pero creo que vivir en una sociedad patriarcal como la nuestra –y para Modotti y Álvarez Bravo especialmente en la primera mitad del siglo XX– les generó una serie de experiencias que junto con su sensibilidad y vivencias, las hicieron voltear hacia ciertos temas en particular.”
Denunciaron la marginación de estos sectores sociales e hicieron retratos sicológicos muy profundos, con expresiones tristes, melancólicas y tremendamente dramáticas al hablar de la opresión y con la intención de dignificar su trabajo.
La maternidad, la infancia, el retrato y las alegorías de la condición social fueron otras temáticas que compartieron, expuso la investigadora en historia de arte en un análisis comparativo desde la perspectiva de género durante la conferencia sobre las dos fotógrafas, el contexto histórico que compartieron y las estéticas que desarrollaron.
Ambas artistas, una estadunidense y la otra mexicana, “se contagiaron” de este arte por sus respectivas parejas, Edward Weston y Manuel Álvarez Bravo, pero en algún momento se independizaron e hicieron carreras aparte. Las dos, señaló Comisarenco, dieron muestra de una avanzada perspectiva de género, que deriva en gran parte de las dificultades enormes que debieron vencer para poder desempeñarse como profesionales independientes. Otra muestra fue que tomaron desnudos con ángulos que no buscaban idealizar el cuerpo, sino verlo como un agente de expresividad.
Durante la transmisión de la charla, se mostró un retrato de Frida Kahlo y Chavela Vargas riendo a carcajadas sobre un petate: “Normalmente, a las mujeres se nos ha representado solas a través de la historia, de alguna manera, reiterando este mandato típico de la sociedad patriarcal de que esa es una condición natural, cuando en realidad muchas de estas mujeres eran amigas y constituyeron un soporte afectivo e intelectual muy importante entre ellas”.
Tanto Modotti (1896-1942) como Álvarez Bravo (1907-1993) fotografiaron a artistas y pensadoras de su tiempo, como María Izquierdo, Concha Michel, Ione Robinson, Guadalupe Amor y Olga Costa, entre otras. Al ser interrogada sobre la pintora y poeta Nahui Ollin, mencionó sobre la amistad entre mujeres: “Son las que nos sostienen en muchos momentos”, aunque en general se dice todo lo contrario, de que hay más bien rivalidad, estereotipo bastante frecuente.
Una cámara Graflex pasó de manos de Tina a las de Lola, cuando la de origen italiano tuvo que salir expulsada de México en 1930, después del asesinato del activista cubano Julio Antonio Mella, quien era su pareja. Ese fue símbolo de la unión de las dos fotógrafas. Tuvieron coincidencias estéticas, aunque con el paso del tiempo Lola, quien tuvo una carrera más larga, se adaptó a otros contextos e intereses.
“Pese a las diferencias, hay un hilo conductor relacionado con la temática que eligieron, la sensibilidad que compartieron.”