Ciudad de México. El feminismo siempre ha sido un movimiento incómodo, “con mala reputación” porque “critica y señala que aquello que consideramos natural y normal, en el caso de la desigualdad de género no lo es”. Sin embargo, cada vez son más las mujeres que se consideran feministas a partir de que se ha generado una movilización “muy intensa” y sin precedentes en México, impulsada sobre todo por la violencia y la impunidad; además, su incidencia en la agenda política es mayor, coincidieron investigadoras y ONG.
En vísperas del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, Amneris Chaparro Martínez, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, mencionó que desde el nacimiento formal del feminismo en el siglo XVIII, sus integrantes han sido consideradas “personas non gratas”; por ejemplo, las sufragistas, que luchaban por el derecho al voto y “fueron acusadas no sólo de no ser mujeres, sino de terroristas, feas o sin higiene”.
Aunque persisten estigmas, la académica establece que el impacto de ese movimiento en las universidades y los medios de comunicación ha ayudado a que el discurso empiece a cambiar. “Nos estamos dando cuenta de que ser feminista es muchas cosas; no es necesariamente odiar a los hombres, oponerse a formas de familia o la maternidad, sino que posee muchas connotaciones y hay muchas formas de serlo”. También resalta la presencia de mujeres de diferentes edades y clases sociales en las marchas, lo que “está dando un nuevo significado al término”.
Lucía Núñez Rebolledo, también del CIEG, coincidió en que el feminismo es un movimiento político que cada vez toma más fuerza, lo que, entre otras cosas, se debe al acceso a Internet. “Ha ayudado muchísimo para las estrategias de difusión e internacionalización” y al contexto político del país, porque hay mayor “intervención femenina en las instituciones”.
Ambas investigadoras advirtieron que México vive un momento singular por los llamados masivos a la movilización de las mujeres, desde 2015, en particular, en fechas como el 8 de marzo y 25 de noviembre (este último, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer); también, por las protestas espontáneas “cuando tenemos muchos casos de violencia e impunidad.
“En este país no habíamos visto el feminismo masivo; el tipo de arrojo, apropiación, resignificación de las calles, los espacios virtuales… Eso da un tono muy particular a este momento, que se articula, además, con una demanda de justicia social, económica y de igualdad. Es decir, las mujeres siguen siendo los sectores más precarizados a los que afecta un tipo específico de violencia”, destaca Chaparro Martínez.
Este auge, sin embargo, no ha impedido que los debates internos del movimiento se acentúen. “Ahora están más vivas” las discusiones sobre temas relacionados con la prostitución y la maternidad subrogada, respecto a si deben permitirse e incluso sobre el reconocimiento a la identidad de las mujeres transgénero.
Para Alma Colín, de la asociación civil Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia, estas discusiones, que en muchos momentos han sido ríspidas, no significan que el movimiento esté fracturado, ni lo debilita. “Puede haber distintos posicionamientos, pero tenemos que estar abiertos al diálogo y reconocer” que los debates se dan a fondo y con argumentos, sostiene.