Aunque la religión no es un factor central del conflicto bélico en Ucrania, las iglesias ortodoxas juegan un papel importante en la guerra. La tragedia ucrania pasa también por el enfrentamiento religioso y la lucha por la hegemonía de la fe entre las iglesias ortodoxas. Los relatos y las tradiciones religiosas son ahora parte de la polarización de la sociedad ucrania, mientras el conflicto militar también ha trastornado de raíz a las instituciones religiosas ortodoxas milenarias.
Ucrania es la cuna del cristianismo ortodoxo ruso. Kiev, capital de Ucrania, ha sido el principal polo y apalancamiento de la fe. De tal suerte que el historiador Jean Meyer señala en su libro Rusia y sus imperios (1894-2005) que, para el Kremlin, el patriarcado de Moscú, Kiev es la cuna de la rusidad; por tanto, tarde o temprano, deberá volver a ser parte de la Federación de Rusia. Y al mismo tiempo ha sido el hogar de la rebelde Iglesia autocéfala ucrania desde 2019, disidente del patriarcado de Moscú. Se añade así una dimensión religiosa a los desafíos del conflicto entre Rusia y Ucrania.
Una misma fe, pero formas diferentes de entender la realidad. Bajo la misma circunstancia se forjan posicionamientos muy distintos en las iglesias ortodoxas de Ucrania y Rusia, cuyos fieles representan 70 por ciento de los ortodoxos en el mundo.
Desde la Segunda Guerra Mundial y la guerra fría, las conflagraciones habían sido seculares, ideológicas y de poder geopolítico. Sin embargo, a raíz de la caída del sha de Irán, en 1979, las hostilidades a escala mundial han tenido referentes religiosos. A inicios del siglo XXI, se inicia un recrudecimiento dramático de la violencia entre israelíes y palestinos, que antagonizan nacionalidades, etnias, identidades y culturas religiosas. Los ataques de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York, instalaciones en Washington y Pensilvania. Las brutales respuestas e invasiones de Estados Unidos, primero a Afganistán y luego a Irak. En EU se exaltan las tesis de Samuel Huntington sobre “choque de civilizaciones”. En ese momento el presidente George W. Bush despliega un discurso teológico fundamentalista desde el poder, maniqueo que manipula lo religioso. Su discurso polarizado de la guerra contra “el eje del mal”. Los peligros de esta mezcla explosiva del poder y fundamentalismo religioso alimentaron a la actual ultraderecha religiosa estadunidense. En otras palabras, se manipulan contenidos religiosos para fundamentar y justificar empresas bélicas. No es que la fe detone la violencia, sino que el factor religioso es arrastrado para fundamentar la hostilidad militar.
En Ucrania, la religión mayoritaria es la ortodoxa, practicada por 25 millones de fieles. Más de la mitad de ellos afirman pertenecer al patriarcado de Kiev. Esta Iglesia autocéfala fue aprobada el 5 de enero de 2019 por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, que firmó la creación de la Iglesia ortodoxa autocéfala de Ucrania, lo que suponía la independencia de los ucranios ortodoxos del patriarcado de Moscú. Este acontecimiento aparentemente es del ámbito de lo religioso, pero trascendió al político. El conflicto entre Ucrania y Rusia tiene antecedentes como la anexión de la península de Crimea, el 21 de marzo de 2014. Además, que había enviado tropas al este del país para apoyar la independencia del Donbás, sector este de Ucrania, donde un sector de la población es prorrusa.
Tenemos posiciones enfrentadas. El patriarca ortodoxo ruso Kirill calificó el 27 de febrero a los opositores de Moscú en Ucrania como “fuerzas del mal”. En el marco de la invasión, dijo: “Que Dios nos proteja de que la actual situación política en Ucrania, país hermano cercano, se utilice de modo que se sometan las fuerzas del mal” y declaró que apoya la invasión rusa de Ucrania. En el polo completamente opuesto está Epifanio, cabeza de la Iglesia ortodoxa ucrania, que llama al “heroico pueblo ucranio” para que con su espíritu indomable defienda la patria de un Vladimir Putin, al que se refiere como el “Hitler” de nuestros días, del que “se ha adueñado el espíritu del anticristo”. Sus pronunciamientos diarios arengan a no flaquear en la resistencia porque la verdad está del lado del pueblo, un pueblo –asegura– que con la ayuda de Dios acabará alcanzando la victoria.
Se confirma que la identidad de la Iglesia ortodoxa tiene fuertes nexos con el poder. Y ¿cuál es la postura de los católicos? El papa Francisco ha hecho constantes llamados a detener las acciones bélicas y alcanzar la paz. En una situación excepcional, un gesto totalmente insólito: el 25 de febrero, Francisco acudió a la embajada de Rusia ante el Vaticano para expresar su preocupación por la guerra. La entrevista duró poco más de media hora. El día anterior, L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, titulaba: “La hora más oscura”. Sin embargo, ante el ataque de Rusia a Ucrania, el Vaticano todavía quiere creer en la posibilidad de la paz; llama al diálogo y a la negociación.
El desenlace de la invasión a Ucrania traerá no sólo reacomodos en la geopolítica de Europa. El mapa político se mueve, así como la economía mundial. El conflicto entre Rusia y Ucrania ya hospeda repercusiones en la comunidad mundial de las iglesias ortodoxas de oriente que emergieron del cisma del cristianismo católico latino en 1054. La pregunta actual es: ¿estamos a las puertas de una escisión ortodoxa?