Nueva York., Los líderes políticos de Estados Unidos y Europa desdeñaron las advertencias de sus propios estrategas geopolíticos más importantes de que sus políticas en torno a Ucrania provocarían un conflicto bélico innecesario con Rusia.
El presidente Joe Biden y la comunidad europea han logrado imponer una narrativa de que Rusia es exclusivamente responsable por el conflicto al violar el derecho internacional con su invasión de Ucrania, con muchos de los medios masivos de comunicación reportando la guerra a través de ese prisma, y rechazan su papel en generar la crisis.
Sin embargo, una amplia gama, desde los más reconocidos estrategas y arquitectos geopolíticos de la guerra fría hasta los más destacados críticos de estos mismos, advirtieron durante años que las políticas promovidas por los poderes del llamado “Occidente” culminarían precisamente en esta crisis.
El consenso entre estos expertos se resume en que toda expansión de la OTAN alrededor de Rusia, y en particular Ucrania, desde el fin de la guerra fría sería intolerable para cualquier líder ruso.
Washington, Moscú y los europeos y hasta el Consejo de Seguridad de la ONU firmaron pero nunca implementaron el llamado Acuerdo de Minsk de 2015, cuyo eje es justo resolver el asunto sobre la expansión de la OTAN al garantizar la independencia de Ucrania a cambio de que ese país sea neutral.
No es la primera vez que Occidente viola sus acuerdos con Rusia sobre seguridad, ya que en el proceso de disolución del Pacto de Varsovia, esa región se comprometió con el entonces líder soviético Mijail Gorbachov a que la OTAN no ampliaría su geografía “ni por una pulgada” hacia el este. Washington y algunos de sus aliados empezaron a violar este acuerdo desde 1993.
George Kennan, uno de los arquitectos intelectuales de la guerra fría y en particular de la estrategia de contención del bloque soviético que enmarcó en 1947, y quien estaba presente en la creación de la OTAN, escribió en 1997 en el New York Times: “ampliar la OTAN sería el error más fatídico de la política estadunidense en toda la era posguerra fría”. Explicó que de tal decisión se podría esperar “inflamar” las tendencias nacionalistas y militaristas de Rusia y que eso llevaría a “restaurar el clima de la guerra fría a las relaciones este-oeste, e impulsará una política exterior rusa en direcciones decididamente no a nuestro gusto”.
Kennan enfatizó que no había ninguna necesidad para la expansión de la OTAN. Estaba respondiendo en parte a estrategas en el gobierno de Bill Clinton quienes estaban rompiendo el compromiso con Gorbachov y otros al invitar a Polonia, Hungría y la República Checa, ex integrantes del Pacto de Varsovia, a la OTAN, algo que fue protestado por el entonces líder ruso Boris Yeltsin.
Respondiendo a la ratificación de la expansión de la OTAN promovida por Clinton en 1998, Kennan –a sus 94 años de edad– expresó con tristeza: “yo creo que esto es el inicio de una nueva guerra fría… creo que es un error trágico. No hay ninguna razón para esto. Nadie estaba amenazando a nadie”.
Henry Kissinger, en un artículo que escribió para el Washington Post en 2014, reiteró su oposición a un ingreso de Ucrania a la OTAN y advirtió que “demasiado frecuentemente el tema ucranio se presenta como una confrontación: si Ucrania debe incorporarse al este o al oeste. Pero si Ucrania va ha sobrevivir y prosperar, no debería de ser la avanzada de cualquiera contra el otro, debería de funcionar como un puente entre ellos….” Y recomendó: “Estados Unidos necesita evitar tratar a Rusia como un ente aberrante al cual se le tiene que enseñar reglas de conducta establecidas por Washington”.
Con Barack Obama, Estados Unidos ya se estaba entrometiendo en los asuntos internos de Ucrania en 2013-2014, cuando apoyó un golpe contra un gobierno prorruso, contribuyendo aún más al deterioro de las relaciones con Moscú.
En los años recientes, muchos otros altos funcionarios estadunidenses han expresado que la relación ha sido mal manejada durante las pasadas tres décadas, entre ellos Robert Gates, quien fue secretario de Defensa en los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama. William Perry, el secretario de Defensa de Clinton, quien hace cinco años declaró que “Estados Unidos merece mucha de la culpa” por el deterioro en las relaciones con Rusia, y hasta el actual jefe de la CIA de Biden, William Burns, quien advirtió en una autobiografía hace dos años que invitar a Ucrania a la OTAN se percibe por toda la gama política de Rusia como “nada menos que un reto directo a los intereses rusos.
“Era completamente pronosticable que la expansión de la OTAN llevaría a una ruptura trágica, posiblemente violenta, de relaciones con Moscú… las advertencias fueron ignoradas. Ahora estamos pagando el precio por la miopía y arrogancia de la política exterior de Estados Unidos”, concluye Ted Galen Carpenter, especialista en relaciones internacionales del conservador Cato Institute.
Coincide desde el otro extremo del abanico político Noam Chomsky, quien ha insistido en que la pregunta básica es ¿por qué sigue existiendo la OTAN? Señala que al desaparecer el Pacto de Varsovia y la URSS, no hay razón para la existencia de la OTAN. Afirma que la única razón es para asegurar la “supremacía” de Estados Unidos en la alianza atlántica, y que ello atiza el conflicto actual (https://www.jornada.com.mx/2022/02/ 28/politica/005n1pol).
“La OTAN, a la deriva desde el fin de la Unión Soviética, ahora proclama un nuevo propósito y energía. Halcones en Rusia y Estados Unidos están envalentonados. Los fabricantes de armas elaboran planes para lucrar e ideólogos y demagogos están desempolvando su retórica conocida”, lamenta Katrina vanden Heuvel, directora de The Nation en su columna en el Washington Post.
Rechaza los argumentos de que el conflicto forja un nuevo orden mundial, sino más bien “el viejo orden –con sus actitudes de guerra fría, militares, alianzas y enemistades– retorna al centro del escenario”.