Nueva York., El presidente Joe Biden ofreció ayer su primer informe a la nación ante una sesión conjunta del Congreso donde resaltó sus logros principales, incluido el auge económico, el control de la pandemia, restablecer los fundamentos del sistema democrático, promover una reforma migratoria y llamar por la unidad estadunidense, todo en un intento por responder a un misterio político de que a pesar de sus éxitos, algunos sin precedente, no logra la aprobación de su pueblo.
Arrancó con el tema de una gran disputa entre la democracia y la autocracia en el mundo y, otra vez, con nostalgia de la guerra fría, colocando a los rusos en el papel de enemigos de la libertad, proclamando que “en la batalla entre la democracia y la autocracia, las democracias están enfrentando el momento y el mundo está claramente escogiendo el lado de la paz y la seguridad”.
En un Capitolio con elevados niveles de seguridad ante amenazas que no se cumplieron de agrupaciones derechistas y a sólo poco más de un año de que ese edifico emblemático de Washington fue sometido a un asalto violento sin precedente para descarrilar la elección de este presidente, Biden intentó proyectar la imagen de un Estados Unidos en recuperación económica y política dentro y fuera del país.
Aprovechando que Ucrania se volvió de pronto el tema del momento, Biden dio inicio a su informe presentando a Estados Unidos como líder mundial relevante, al afirmar que “la diplomacia estadunidense importa”.
Acusó que “la guerra de (Vladimir) Putin fue premeditada y no provocada” (algo que disputan muchos veteranos de la diplomacia estadunidense) y que el ruso rechazó los esfuerzos diplomáticos. “Pensó que Occidente y la OTAN no responderían, y pensaba que nos podía dividir aquí en casa. Putin estaba equivocado. Estábamos listos”.
Reiteró que, por lo tanto, Putin “pagará un precio” por su invasión, y afirmó que “cuando los dictadores no pagan un precio por su agresión, causan más caos”. Anunció una iniciativa para combatir a los “oligarcas y líderes corruptos” rusos y una prohibición aérea a la aviación rusa, entre otras sanciones económicas y medidas de castigo.
Entre los invitados del presidente que se sientan tradicionalmente en un palco con la esposa del mandatario, estaba la embajadora de Ucrania en Washington, Oksana Markarova, quien recibió una larga ovación.
Después de usar a Rusia para proclamar a Estados Unidos como líder de las fuerzas del bien, el informe de Biden se enfocó en su agenda nacional y limitó sus referencias del ámbito internacional sólo a unas menciones de esfuerzos en el continente americano sobre migración, a China como competidor económico y al mundo en torno a la pandemia.
“Nos reunimos esta noche en un Estados Unidos que ha vivido dos de los años más difíciles que esta nación jamás haya enfrentado”, afirmó. Celebró las iniciativas económicas para rescatar al país de la crisis surgida por la pandemia que generaron 6.5 millones nuevos empleos en 2021, más que en cualquier año en la historia del país, y una tasa de crecimiento de 5.7 por ciento, la mayor en casi 40 años.
En ese contexto, reiteró que después de cuatro décadas se abandona el consenso neoliberal (sin usar esa palabra) que, dijo, generó la brecha más amplia entre los más ricos y casi todos los demás en cerca de un siglo. En su lugar, afirmó, la nueva “visión” económica es “construir la economía de abajo hacia arriba… no de arriba para abajo”. Llamó también a que los más ricos paguen los impuestos que les corresponden.
Biden celebró las inversiones públicas en infraestructura y en programas sociales, de salud, educación y la promoción de medidas para enfrentar las consecuencias de la crisis climática y promover “la justicia ecológica”, instando al Congreso a continuar aprobando más.
Aunque resaltó una de las mayores recuperaciones económicas en la historia del país, Biden también fue obligado a abordar el tema de la inflación, ofreciendo una estrategia para combatirla que consiste en reducir costos de producción en lugar de reducir salarios, con mayores inversiones en la infraestructura y en la manufactura doméstica.
En torno a la pandemia, celebró que después de dos años, “el covid-19 ya no necesita controlar nuestras vidas” y que el país está a punto de retornar a “rutinas normales”, resaltando que 75 por ciento de los adultos del país están vacunados, las hospitalizaciones bajaron 77 por ciento, y con ello, aseveró, la mayoría de los estadunidenses ahora pueden empezar a dejar los cubrebocas, regresar a sus sitios de trabajo y volver a las aulas.
Abordó el tema de la migración una vez más combinando el llamado por una reforma del sistema migratorio con el asunto de la seguridad fronteriza. Resaltó esfuerzos como “patrullajes conjuntos” con México y Guatemala para atrapar a más traficantes de seres humanos, y acuerdos con “socios” en Centroamérica y Sudámerica para que alberguen más refugiados y “aseguren” sus fronteras.
A la vez, se puede proceder a reformar el sistema migratorio incluyendo el otorgar una vía a la ciudadanía para los dreamers, los jornaleros y otros trabajadores “esenciales”, facilitar que las empresas puedan contratar la mano de obra que necesitan y reducir los plazos para la reunificación de familias. No ofreció una propuesta nueva, ni detalló cómo piensa lograr estos objetivos.
Armas y votos
Al abordar el tema del control de armas de fuego, llamó al Congreso a aprobar medidas para reducir la violencia con balas, entre ellas “anular el escudo contra responsabilidad que hacen que los fabricantes sean la única industria en Estados Unidos que no puede ser demandada. Ese “escudo” es justo lo que están empleando los armeros en su defensa contra la demanda interpuesta por México en un tribunal en Massachusetts.
También habló sobre la defensa del derecho al voto, el cual, denunció, está “bajo asalto” en este país, recordando que se promueven leyes en varios estados no sólo para suprimirlo, sino para “subvertir elecciones enteras. No podemos permitir que esto ocurra”, afirmó, y pidió la aprobación de varios proyectos de ley para defender y reformar el sufragio efectivo.
Instó al Congreso a aprobar reformas laborales para facilitar la sindicalización y elevar el salario mínimo a 15 dólares la hora.
Todos estarán observando si este informe ayuda a revertir la tendencia negativa de aprobación de Biden, quien empezó la noche con una tasa de aprobación promedio de 40.6 por ciento; un desplome de 15 puntos a lo largo de su primer año. Un 70 por ciento del público opina que el país va en una dirección equivocada, según la encuesta más reciente de Ap/NORC.