Vía remesas, en el último bienio los paisanos inyectaron alrededor de 97 mil millones de dólares a la economía mexicana y a la de sus respectivas familias, monto equivalente a 90 por ciento del ingreso por exportación de petróleo en cinco años (de 2017 a 2021, cuando acumuló 108 mil millones de billetes verdes).
La Jornada (Braulio Carbajal) lo reseñó así: “el monto de remesas que recibe México sigue creciendo en forma importante, y en enero pasado se disparó 19.6 por ciento respecto al mismo mes de 2021, reveló el Banco de México. Según datos del banco central, en enero de 2022 el país captó remesas por un total de 3 mil 930 millones de dólares, frente a 3 mil 287 millones de dólares de un año atrás. De esta forma, las remesas continúan en máximos históricos para el acumulado de los últimos 12 meses”.
Según el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, “en el primer mes de 2022, con cifras originales, los ingresos por remesas familiares ascendieron a 3 mil 930.8 millones de dólares, lo que significó un alza de 19.6 por ciento respecto del mismo mes de 2021. Con este resultado se rompe un periodo de 10 meses continuos en el que los in-gresos por remesas familiares estuvieron por arriba del umbral de 4 mil millones de dólares”.
Millones de paisanos deben enfrentar cotidianamente la amenaza de deportación del cada día más agresivo gobierno estadunidense, pero no por ello dejan de laborar y hacer remesas a sus familias. Tal situación se ve reflejada en un análisis del Pew Research Center, del que se toman los siguientes pasajes.
La deportación sigue siendo una preo-cupación importante para muchos “latinos” estadunidenses. En general, casi cuatro de cada 10 (39 por ciento) dicen que les preocupa ser deportados ellos, un familiar o alguien cercano. Esa inquietud es mayor entre los inmigrantes.
Poco más de la mitad de los “latinos” inmigrantes (51 por ciento) dicen que les intranquiliza mucho o algo que ellos o alguien que conocen puedan ser deportados, una proporción más alta que entre los “latinos” nacidos en Estados Unidos, 28 por ciento de los cuales dice tener las mismas preocupaciones.
Entre los inmigrantes “latinos”, las preocupaciones sobre la deportación varían ampliamente y están relacionadas con el estatus migratorio. Casi ocho de cada 10 inmigrantes que no son ciudadanos estadunidenses y carecen de tarjeta de residencia (79 por ciento) dicen que les preocupa mucho o algo la posibilidad de que ellos o alguien cercano sea deportado. Este es un grupo que probablemente está en el país sin autorización. Mientras tanto, 53 por ciento de los migrantes que no tienen ciudadanía estadunidense, pero cuentan con tarjeta verde, dicen que les angustia que ellos o alguien cercano puedan ser deportados. Por el contrario, alrededor de un tercio de los migrantes “latinos” que son ciudadanos estadunidenses naturalizados se preocupan por la deportación. Dicha zozobra ha cambiado poco en el transcurso de la pandemia y durante la transición de la presidencia de Donald Trump a la de Joe Biden.
Los inmigrantes constituyen aproximadamente un tercio de la población “latina” de Estados Unidos y alrededor de la mitad de todos los adultos “latinos”. Si bien ellos constituyen la mayor parte de los inmigrantes no autorizados, los “latinos” no autorizados representan algo menos de 40 por ciento de los alrededor de 20 millones de inmigrantes “latinos” en el país.
El temor a la deportación es más fuerte entre los “latinos” de 18 a 29 años que entre los de 50 a 64 y mayores de 65. Y aquellos cuyo ingreso familiar total en 2019 fue inferior a 30 mil dólares anuales tienen más elementos de preocupación que aquellos con un ingreso familiar de 80 mil o más.
Las rebanadas del pastel
De un día para otro el precio del barril mexicano de exportación aumentó en casi seis dólares: ayer se vendió a 97.57… La empresas propietarias de las llamadas redes sociales, con Twitter de forma por demás descarada, han desatado una cacería de brujas contra quienes deciden catalogar como “rusófilos”. Al más puro estilo nazi, elabora listas negras, los etiqueta como “agentes” al servicio de Vladimir Putin y censura sus comentarios. Eso sí, ni pío dicen cuando se trata de fake news. Todo sea, aseguran, “por la causa de la libertad de expresión”.